Capitulo 4

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   El sábado por la mañana estaba sentada en la puerta de atrás con el camisón puesto, diciendo: "Sí, mamá... sí, comeré las albóndigas... sí, sacaré la basura... No, no voy a ninguna fiesta..."

   Ese fin de semana, mis padres iban a llevar a mis hermanas a hacer una gira turística por el norte de Michigan. No tenía que ir con ellos porqué viajar en auto me descompone con facilidad.

   Y si así no hubiera sido, lo habría simulado, porque no hay nada más aburrido que pasear en auto haciendo comentarios sobre las hojas rojas o doradas. Me sorprende que Anne y Liz todavía no sean listas como para poner objeciones. En realidad, pienso que durante gran parte del viaje juegan a la batalla naval.

   Mi madre cambió de posición a Debbie y la apoyó en su otra cadera.

- Y no hagas llamadas a larga distancia -dijo para terminar.

- Mamá, ¿a quién voy a llamar?

- Ah no sé... -sonrió. - Supongo que me estaba esforzando por encontrar un último consejo.

- Créeme ya cubriste todos los rubros.

   Papá tocó la bocina. Era el único sentado en el auto. Anne y Liz permanecían de pie junto al portón trasero abierto, sobre quien iba a ir atrás en la camioneta. Si pudiera darle un consejo a papá, le diría: No conseguirás hacer que una mujer suba al auto, hasta que no esté lista para subir al auto. En realidad, ya he transmitido este pequeño fragmento de sabiduría, pero él parece no creerlo.

- Adiós querida -dijo mamá. Me dio un beso en la mejilla y salió en dirección al auto.

   Cerré la puerta con un alegre suspiro. La casa estaba a mi disposición por veinticuatro horas. Katie iba a venir pronto para pasar el día y la noche conmigo. Tendríamos todo el fin de semana para charlar y dormir y comer cosas poco nutritivas y hacer todo eso que los padres desaprueban.

   Decidí sorprender a Katie y hacer panqueques para una combinación de desayuno/almuerzo. Preparé la masa y puse a calentar la sartén. Los primeros panqueques salieron quemados y  pegoteados, de modo que los tiré a la basura. Estaba haciendo uno enorme en forma de Ratón Mickey, cuando sonó el timbre.

   Atravesé corriendo toda la casa y abrí de golpe.

- Apúrate y entra -dije- , porque estoy haciendo panqueques y no...

   Me interrumpí horrorizada. No era Katie quien estaba parado en el porche. Era Kellin Quinn, que sonreía con aire de indolente.

- ¿Puedo pedirte un poco de destapador de cañerías?

   Me cruce de brazos.

- Muy chistoso. Adiós.

- Epa -protesto Kellin-. No es una broma; la bañera de casa está a punto de desbordarse y mis padres se fueron con el auto y... ¿acaso crees que inventé todo esto sólo para verte en tu excepcionalmente corto camisón?

   Me ruboricé hasta la raíz de los cabellos. Llevaba puesto este tonto baby-doll de satén color café que me había regalado mi abuela. Me regala uno para navidad y otro para mi cumpleaños. No se con exactitud lo que está tratando de decirme. En fin, aquel en particular no sólo era corto, sino que tenía ya un par de años y me quedaba un poco chico.

   Apreté las manos contra el ridículo ruedo corto por si pasaba una ráfaga de viento, y dije con voz helada:

- Hay muchas casas en la cuadra. Ve a pedirle a alguien que no odie a muerte...

   Una alarma zumbó enojada en la cocina. Dejé de hablar y me apresuré a volver allí. La cocina estaba llena de humo y mi panqueque en forma de Ratón Mickey era una ruina carbonizada. Saqué la sartén del fuego y trate de abrir una ventana.

Adorable Rebelde (Adaptada) Kellin Quinn y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora