Ella era un arcoiris.
Si, esa era la mejor palabra para definirla. Con sus ropas coloridas que parecían haber Sido vomitadas por un unicornio. No solo era su forma de vestir. Dios, ni siquiera era por sus ojos verdes. Era tan alegre e inspiradora como algo tan magníficamente colorido y brillante.
Solía decir mi nombre lleno de amor, me hacía sentir viva y completa.
Ella era brillante.
Brillante y cálida a la vez.
Era mi arcoiris.