Créeme, no lo leas si no estás listo para romper tu corazón.
Aquella tarde era cercana a la pasada mención del día en que prometieron tener un hijo.
Era algo así, como llamarlo, la revelación de la vida. Porque hasta ese punto sus historias seguian unidas y parecían tener un final digno de un cuento de hadas.
Todo hasta ese instante.
Podía estar escuchando música o solo estar pensando en la cena de esa noche. Cualquier cosa, estaba distraída.
Caminaba pensando en lo divertido que era el destino.
No escucho en ningún momento la voz de aquel hombre que no merecía ser llamado como tal. Quizá habría reacciónado si no hubiera estado muy ocupada pensando en que Mei podría querer ir al cine el fin de semana o qué Mei había programado ya su cita en la mejor clínica de la ciudad. Ella sintió un tirón de su brazo hacia un callejón maloliente y solo. El repugnante aroma del alcohol de aquel hombre y el miedo tras el descubrimiento de lo que estaba pasando. Estaba medio atontada por el hecho de que ni siquiera esperaba aquello. ¿Que estaba ocurriendo? No lo sabia muy bien. Estaba totalmente desconcertada.
Él estaba diciendo algo, algo sobre que era una chica bonita. Claro, con palabras más vulgares y una mirada morbosa. Y por supuesto, no faltaron los enfermos comentarios que se referian a su cuerpo. Escucho algo como que se había enamorado de ella durante el trabajo.
Vio sus ojos cafés volverse más oscuros y lo miro atenta sin una gota de sangre en su rostro al momento en que mordió su labio con claras intenciones.
-¿No te han dicho que no camines tan tarde en la calle?
Apartó su mano de un tirón y lo único que consiguió fue un golpe en el rostro. Directo en el pómulo.
No creía conocer un miedo como ese. Su cabeza seguía procesando mil ideas que le permitieran salir, pero incluso el instante que tuvo para poder levantarse del suelo fue en vano porque volvió a ser lanzada contra el piso. Duro y frio, no era tiempo para analizar las sensaciones, pero era mejor que pensar en lo fuerte que golpeo su hombro al piso.
Estaba segura de que no olvidaria ese rostro, con ojos tan perversos como los suyos y una mueca que le hacia querer dar arcadas. Solo entonces entendió lo miserable que sería ese momento. Cómo un rostro que le había dado una sonrisa amable podía tratarla con tanto odio.
Grito todo lo que pudo, casi a la par en que ese sujeto reía con satisfacción y desabrochaba su cinturón. ¿Que podrías hacer en esos casos? Odiaba la violencia, le enfermaba. ¿Quien diría que incluso intento zafarse a golpes? El instinto humano sin duda es asombroso, porque ella bien pudo darle un par de patadas antes de volver al suelo. "No, por favor" seguía gritando. "Detente" "¡Ayuda!" "¡Por favor, alguien!" Cada palabra fue seguida de un golpe en su estómago y termino en el piso agonizando de dolor.
¿Que hacer en ese momento? Estaba llorando desde el primer golpe. Estaba asustada. Quizá despertaría y se daría cuenta que es una pesadilla, entonces Mei la abrazaría como siempre que tenía miedo de algo, le diría que la ama y besaría sus mejillas hasta que volviera a conciliar el sueño. Podia imaginarla acariciando su cabello y dejándola hundir su cara en su cuello. Ahí terminaría su miedo. Una pesadilla muy real que le causa dolor. Sus manos rasposas y toscas comenzaron a desgarrarle la blusa y atino a patalear porque no quería sentirse de esa forma. Uno, dos, quizá fueron tres golpes más. Hasta que se sintió lo bastante dolida para dejar de moverse.
"Va a gustarte" comenzó a escuchar. Pero ni con el uso de drogas podría verlo a él como a la chica que ocupaba su cabeza desde los dieciséis. Porque sus manos no eran suaves y no la tocaba como si fuera una reliquia , era un completo imbécil que solo quería tocarla. Sentía asco y vergüenza. Humillación y una serie de sentimientos que ella imagino que eran resultado del odio y el temor.
-Por favor.
Volvió a decir entre sollozos cuando aquel hombre la coloco contra la pared para comenzar a satisfacerse a sí mismo. Le había desgarrado la ropa interior y estaba besando su cuello con la delicadeza de un animal. Sus manos recorrían todo a la par que ella comenzaba a odiar su cuerpo. Desde sus muslos hasta los pechos, cada parte que el tocaba se sentía como una enfermedad de la piel que le hacía querer arrancarsela.
Y es que él no podía ver que estaba tocando a la chica que era como el tesoro más preciado para otra persona. No podía ver que su piel era suave como la más fina de las sedas o qué sus ojos podían llegar a verse brillantes al estar feliz.
-Quizá así ya dejes de ser una puta lesbiana.
Y no hubo dolor más humillante y profundo que sentir a alguien diferente a Mei dentro suyo. Estaba segura de que había sangrado por lo violento y amargo de la primera estocada. Y estaba segura de que le repugnaba estar de esa forma. "¡Detente!" "¡Suéltame por favor!"
Quizá Lilith había sentido el mismo odio y repugnancia cuando Adán intento violarla. Quizá por eso se volvió un demonio.
No quería gritar su nombre. Porque para ella, Mei era la cosa más pura y genuina que existía en ese mundo. No quería relacionarla con ese momento. Sintiendo su cuerpo totalmente sucio y dolido. Como deseando extirpar su corazón ahí mismo para no tener que vivirlo. Escuchaba los repugnantes sonidos que salían de su boca y en ningún momento dejó de pelear, recibiendo golpes en todo su cuerpo y tirones de cabello. No sabía cómo, pero termino en el piso, en el frío concreto con la vista hacia el cielo, nublada por tantas lágrimas. Comenzó a llorar aún más cuando sintió un líquido saliendo de ella, quizá sería sangre y ese montón de mierda que el depósito dentro de ella.
No había un arcoiris en el cielo, ni nubes que la hicieran recordar momentos felices. Estaba oscureciendo y solo tenía ganas de desaparecer.
"Deja de llorar, sabes que lo disfrutaste"
Pero ni siquiera eso la hizo enfurecer o mostrar alguna expresión distinta al llanto.
Mei...
Mei...
Mei...
Seguía pensando en ella. Y pidió un deseo al anochecer, deseo regresar a los dieciséis y volver a conocerla. Volver a ser merecedora de sus sonrisas y estar limpia para abrazarla y tocarla como siempre anhelo. Poder decirle "te amo" y verla sonrojarse a cada momento.
Escucho el sonido de sirenas al fondo. Hacía tiempo que aquel hombre la había dejado ahí, no sin antes darle una patada que posiblemente le rompió las costillas. Le había agradecido por el momento que pasaron y ella continuó derramando lágrimas con sus sucias palabras. Había un sabor metálico interfiriendo con sus papilas gustativas. Un olor a sangre y algo que no sabía identificar.
Dolor era todo lo que sentía. Dolor, vergüenza, quizá impotencia y una profunda desolación.
Perdón si ha Sido muy crudo, perdón sino estaban acostumbrados a esto. Pero debía escribirlo. Espero que lean como siempre la nota del final :B
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