Final.

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-Hey.

Sonrió torpemente. Me estaba estresando el sonido de las máquinas, pero no las tomé en cuenta.

-Hola tonta.

-Hola amargada.

-Te traje unas gominolas.

Ella miró la bolsita con alegría, aunque sabía que ni siquiera podría comer su dulce preferido de nuevo. Ella sonreia, o al menos eso creo que era, hablaba lento y pausado.  Pero su alegría ya no era la misma de antes. No podía verla siendo feliz de ninguna forma. No había sonrisas reales o colores brillantes. Estaba aguantando las ganas de llorar. Me dieron una cantidad de tiempo, una mísera cantidad que no me alcanzaría para decir todo lo que debía.

Sus manos eran tan delgadas y frías, me gustaba sentir que aún le encantaba jugar con nuestros dedos entrelazandolos. Podía ver algunos hematomas asomándose en sus muñecas. Su labio partido y la falta de fuerza.

Ya no había esperanza como juventud y salud en su piel. Toda ella ahora un recuerdo del dolor. Su cabello se veía café en las raíces y el tinte iba a ser una buena historia para recordar.

La mire atentamente. Como si quitarán la venda que lleve por meses.

Al fin tenía un corazón, ella creo uno para mí con el único fin de romperlo y no podía estar más agradecida de ello.

¿Que había detrás del arcoiris?

Recordé la frase que lo inicio todo. Mire el profundo verde lleno de cansancio y pesadez. Su alma parecía querer succionarme con ella. Y mi cuerpo actuaba solo. Quería abrazarla.

-Ya es tiempo, Mei.

-Unos minutos mas.

Le dije cuando noté lo mucho que se esforzaba por seguir despierta. Por más que no quisiera reconocerlo, su estado era terrible. Todo su cuerpo herido y con poco tiempo para despedirnos.

-Siempre vamos a querer un poco más.

Habían pasado varios años desde que la conocía. Todo ese tiempo la había querido cómo a nadie. Por fin podía ver lo que había debajo de todos esos colores.

Y la cruda verdad es que no había nada. Ni siquiera ella. No la ella que me había dicho alegremente su nombre. No la chica que saltó una clase para ver el arcoiris.

¿En qué momento se había ido?

Había estado evitando pensar en lo mucho que debía dolerle. En lo mucho que debía odiarse. No quería pensar en el hijo de puta que se atrevió a tocarla tan violento y abusivo. Solo mencionarlo me hacía enfurecer, como querer  desgarrarle la piel a alguien. Era el nacimiento de sentimientos horrendos dentro de  mi cuerpo.

Ya no había un verde brillante mirándome con todo el amor del mundo ni un amarillo alegre que me hacía dar el salto con ella. No había más colores o felicidad. Como si todo hubiera Sido succionado y sólo quedará un recuerdo de lo que fue la mujer más hermosa que pudo existir.

-¿Por qué no estás molesta?-Le dije por fin.- Tienes todo el derecho de estarlo.

Sus verdes y grandes ojos me miraron de nuevo, acarició mi piel lentamente, quizá era lo más rápido que podía permitirse.

- Yo tengo claro cuál quiero que sea mi último sentimiento. Que quiero ver en mi último segundo y cuáles quiero que sean mis últimas palabras.

Me hizo abrazarla en esa cama de hospital. Solo entonces entendí porque le gustaba tanto el violeta, incluso cuando lo odiaba sobre esas marcas en su piel. Dijo algo, y mis ojos se aguardaron mientras le repetía que la quería, que la amaba mucho más.

La ví morir en una cama de hospital mientras solo se escuchaban mis gimoteos y palabras vacías de los doctores.

Porque no había nada detrás de los colores. Ni siquiera su antigua aura que me reconfortaba. Solo un cascarón vacio al que torpemente nombran cuerpo.

No creía en Dios.

No creía en un cielo.

Pero ella lo hacía.

Aunque mi cabeza era demasiado necia para poder concebir la idea de un paraíso. Me gustaba imaginar que ella podía llegar a estar en uno, uno donde no hubiera recuerdos de lo que la traumatizo. Que esas ideas locas sobre una vida después de la muerte existían. Que quizá podría volver a verla.  Que quizá en el podía haber un arcoiris sin final.

Y sonaba bien para mi. Un lugar donde no hubiera ninguna clase de sufrimiento. No dolor o agonías. Solo felicidad y cosas dulces.

Pero no todo era miel sobre hojuelas. Porque vistiendo mis ropas menos coloridas, con aquellas flores que tanto amaba entre mis dedos, pensé que sin tristeza no podría haber felicidad.

¿Que sería de nuestro paraíso? Me dolió mucho más sentarme a hablarle a un montón de tierra, porque fue como aceptar la realidad de las cosas.

Despertaría al día siguiente. No tendría un buenos días, no habría un desayuno preparado con paciencia. No habría canciones en la ducha ni abrazos antes de irme. No estaría ese "Nos vemos" o "Bienvenida a casa". Nunca más podría besar su frente mientras dormía o pegarme a ella cuando no lo notaba. No habría más palabras cursis ni quién me recordara lo bueno que era vivir.

Estaba escuchando de nuevo su canción preferida. Sonaba tan relajante, melancólica y causaba picor en mis ojos como si pudiera ocasionarme el llanto. A mi y aquel hombre que me miraba con horror.

-¡¿Que vas a hacerme?!

Comenzó a gritar.

Estaba viendo el fruto de una investigación bien pagada. Mi cuerpo se movía solo, como si hubiera hecho eso mismo millones de veces antes.

-¿Sabes que hay detrás de un arcoiris?

El me miró aún entre lágrimas, estaba claro que no lo sabía. Posiblemente solo sabía que había tenido una buena follada con una chica linda y que se había salido con la suya. Pero todo lo que podía escuchar era su voz diciéndome que le clavara algo en la entrepierna. Mis manos se sentían capaces, como una parte separada de mi cuerpo. Todos mis montones de ciencia y libros me decían lo mismo. No había nada después de la muerte. No podías vivir creyendo que hay un paraíso.

Entonces no volvería a verla. No había castigo o mancha que me condenará. Podía matarlo. Golpearlo y hacerlo sufrir por atreverse a tocarla. Hacerlo sollozar como lo hizo con ella. Cobrarme cada una de sus hermosas lágrimas con un desgarrador grito. Cada una de las marcas en su cuerpo que bien pudo ser evitada.

Quizá mi cordura había Sido extinguida. Podía ver a la gente pensando que había perdido la cabeza. Pero solo pensé que quizá lo que ocurría es que nadie conocía la parte oscura del dolor. Del profundo y agonizante dolor.

Where's rainbows end.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora