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Nuestras manos.

Esas extremidades que parecen sentirlo todo y al mismo tiempo no sentir nada.

Las nuestras , sin embargo, se quedaron colgando en el vacío más oscuro que jamás había visto: el de nuestros corazones.

Resentidos por tanto dar y no recibir nada.
Resentidos por no ser queridos.
Resentidos por ser rotos en millones de pedazos y que cuando parecía que sus piezas se iban a reconstruir, volvían a hacerse añicos cada vez más difíciles de arreglar.

Estábamos muriendo poco a poco sin darnos cuenta.

Hasta que nuestras manos se encontraron por primera vez y en ese momento supe que tú reconstruirías mi corazón y que yo reconstruiría el tuyo.

Y que esta vez sería para siempre.

O al menos eso deseaba.

SENTIMOS MEJOR BAJO LA LLUVIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora