Para cuando tenía doce años, Tadahiro había visto a algunos hombres más ir y venir de la vida de su madre. Ninguno de ellos vale la pena recordarlo, realmente no.
Y luego, una tarde.
Ella regresó a casa con uno que sí lo valía.
Aunque solo sea por lo espectacular que a Tadahiro no le gustaba.
Monoma Neito.
Era el mejor amigo de la mujer que se había casado con Kirishima poco después de que Izuku se separara del hombre.
Eso, en el libro de recortes y apuntes de Tadahiro, fue una marca inmediata contra el hombre.
La relación se basaba en Monoma dando constantemente órdenes a diestra y siniestra, y que fuera un imbécil arrogante, no ayudaba precisamente a ganarse al peliverde menor.
Llegó a pensar que su madre y Monoma no eran aptos el uno del otro y que no duraría mucho
Pero como todo le salía mal, la relación duro por meses.
Era casi Navidad y Izuku y Monoma no mostraron signos evidentes de tener problemas o romperse y Tadahiro no supo qué pensar. No le gustaba ese rubio oxigenado, lo dejó más que claro, a su madre, a Monoma, a los invitados y a su abuelito Yagi, la noche de la fiesta de Navidad.
Yagi negó con la cabeza. —Es Navidad, Tadahiro— dijo mientras agarraba ligeramente el hombro de Tadahiro. —Tu madre merece ser feliz en Navidad. Tal vez podrías tratar de querer a Monoma. ¿Por ella?.—
Al peliverde menor no le gustó el consejo.
¿Por qué el abuelito Yagi diría eso? ¿No vio lo equivocados que estaban el uno por el otro?
Pero él asintió y se marchó arrastrando los pies para encontrar a Monoma, que, como había dicho el abuelito Yagi, se llevaba bien con el hombre. Supuso que Monoma hacía feliz a su madre. Ella sonreía y se reía más de lo que había hecho en mucho tiempo.
Incluso si a Tadahiro no le gustaba el hombre, Izuku parecía hacerlo y el abuelito Yagi tenía razón, su madre merecía ser feliz.
Se merecía toda la felicidad y el amor del mundo, y si con en el rubio sería así, trataría de ser más amable con ese hombre.
Por ella.
Dobló una esquina, oyó la voz de Monoma, y abrió la boca para decir algo, no sabía qué, las palabras salieron de su mente ante la vista que lo saludó, pero debe haber hecho algún tipo de sonido, porque dos cabezas, una rubia y otra naranja se separaron inmediatamente alrededor y ambas personas parecían absolutamente sorprendidas, aterrorizadas, de verlo de pie allí.
—Tadahiro—, habló rápidamente el hombre, pero Tadahiro se dio vuelta y salió disparado, al escuchar que el hombre lo llamaba y casi alcanza la sala donde estaba su abuelo cuando una mano le atrapó la parte trasera de la camisa y lo obligó a detenerse.
—Tadahiro— el rubio se agachó, con esos brillantes ojos azules llenos de preocupación. —Tadahiro, espera, lo que viste ... no es lo que podrías pensar.—
La mirada verde se redujo. —Sé lo que vi—. Él no gritó, pero su voz era plana y fría. Como el tío Tomura cuando lo llevaba a su trabajo, fue ahi cuando el hombre se enojó. —Estoy diciendo....—
—¿Quién va a creerle a un niño, Tadahiro? Especialmente cuando has dejado en claro que no te gusta que este con tu madre, ¿eh?— Monoma sonrió casi cruelmente. —Nadie te creerá y serás etiquetado como un mentiroso. ¿Cuánto daño le haras a tu madre, Tadahiro?—
Tadahiro lo miró con más fuerza y se sacudió contra el agarre de Monoma. —Déjame ir.—
Cuando el hombre no lo soltó de inmediato, el peliverde comenzó a respirar profundamente, como para gritar, y la mano que lo sostenía lo soltó sin vacilar.
Se apartó del rubio y miró a su alrededor, viendo a su madre de pie con la tía Uraraka, sonriendo y riendo, y una parte de él sabía que Monoma tenía razón.
Su madre podría no creerle.
Podría pensar que solo estaba actuando.
Oyó que el hombre se reía y le lanzó una mirada desagradable antes de ver a alguien que creyera. Alguien que siempre le creyó
Sin decir palabra, dio media vuelta y se apresuró a cruzar la habitación.
—Tío Tomura—, dijo, tirando del brazo del hombre para llamar su atención.—Necesito decirte algo.— se puso triste apunto de llorar—Y... Y tal vez no me creas, pero te juro que es verdad. Lo juro por mamá y la abuela Inko, es verdad.—
Miró a Monoma y vio al hombre ponerse pálido cuando el tío Tomura le preguntó qué pasaba.
No mucho después de decirle al tío Tomura lo que había visto, todos los niños salieron apresurados de la habitación cuando Izuku casi voló hacia Monoma, y su acompañante, quien resultó ser la esposa de Kirishima, a quien solo invitaron porque ya no le guardaban resentimiento.
Tadahiro miró hacia atrás cuando la tía Uraraka lo empujó suavemente hacia el pasillo y vio a su madre golpear a Monoma en la mandíbula y hacerlo volar hasta el otro lado de la sala.
Parecía que la relación había terminado.
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Los días, semanas y meses pasaron.Pero nunca odio a su bebé.
Y cuando lo tuvo en manos.
Lloro de felicidad y tristeza.
Era igual a el.