Pasaron dos años antes de que Izuku trajera a otro hombre a casa para encontrarse con Tadahiro.
Mirio Togata.
Su hija, Eri, fue al mismo jardín de infancia como Tadahiro.
A Tadahiro le gustaba Mirio, suponía, era agradable y contaba buenas historias y, después de un tiempo, cuando Mirio fue a visitarlo trajo a Eiri con él. Pero Mirio lo llamó hijo, como si pensara que era su padre, como si tuviera el derecho de hacerlo y no lo tenia.
Tadahiro no conocía a su padre pero sabía que no era Mirio. Pensó que tal vez el rubio se daría cuenta de que no le gustaba que lo llamaran hijo y que se detendría. Pero no lo hizo.
Él solo siguió haciéndolo.
Todo el tiempo.
No importa dónde estuvieran.
Y la gente estaba empezando a decir cosas. Tía Ochako más que nada.
Diciendo que ya era hora de que su madre finalmente se casara y tuviera un buen hombre para ser un padre para él.
Como si hubiera algo malo en que él no tuviera un padre.
Como si hubiera algo malo acerca de su verdadero padre.
Él comenzó a enojarse cada vez más.
Y luego, un día, en el parque, se cayó del gimnasio de la jungla y su madre corrió a ver cómo estaba él, Mirio también estaba ahi. El rubio rápidamente miro la rodilla, curo el raspon de la caída y sonrió, alborotando su cabello cariñosamente.
—Solo un rasguño—, dijo, gentil y amable, añadiendo combustible al fuego que era la ira del peliverde menor. —Estarás bien, hijo—.
Y Tadahiro, incapaz de detenerse, le gritó al hombre.
—Deja de llamarme así!—. Su voz era alta y fuerte y no notó a la gente mirando, sorprendida por su arrebato. —¡No soy tu hijo! ¡No lo soy! ¡Y tú no eres mi padre! ¡Deja de llamarme así!—
Huyó entonces, escondiéndose detrás de un gran roble, hasta que su madre lo encontró.
Sintió que las lágrimas corrían por su rostro cuando se sentó junto a él y enterró su rostro en sus brazos, envolvió sus rodillas, que estaban pegadas al pecho, y murmuró en voz baja. —Lo siento.—
Izuku lo tomó en sus brazos, abrazándolo fuertemente, besando su cabello. —Está bien, bebé<, susurró en sus rizos. —Está bien.—
Mirio no apareció mucho después de eso y, entonces, dejó de venir en absoluto.