El Salto Cuántico - Introducción

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Hace exactamente 110 años, la humanidad se embarcó en el proyecto más ambicioso de su corta historia. Tras varios y exhaustivos ensayos previos, la NASA envió al espacio a Conqueror, la primera misión tripulada hacia los confines del Sistema Solar. La razón de tal misión distaba de ser meramente un capricho: no se habían invertido 3.000.000.000 de dólares con la única finalidad de que el hombre arribara a las inmediaciones de esa aparentemente infranqueable barrera cósmica que se conformaba más allá del Cinturón de Kuiper. Seis lustros atrás, el telescopio espacial Hubble II (una versión mejorada de su ancestral antecesor y pionero en la materia, que, a diferencia de este, deambulaba libre por el cosmos) enviaba inequívocas señales que confirmaban la presencia de un nuevo cuerpo celeste. A pesar de que por esos entonces el descubrimiento de mundos era algo común, el caso de Término (bautizado de esa forma siguiéndose la tradición de asociación con deidades grecorromanas de la Antigüedad, en honor al Dios de las Fronteras)[1] resultó muy particular. En primer lugar, llamó poderosamente la atención su ubicación: no se hallaba orbitando alrededor de un sistema planetario vecino, sino del nuestro propio. ¿Cuál fue la razón de su tardío hallazgo? La respuesta a esta pregunta es asombrosa.

Tras vagar miles de años por el Universo, el destino llevó al planeta a visitar este sector de la Vía Láctea con la proximidad suficiente como para quedar atrapado por la atracción gravitacional de nuestro Sol. Obviamente, hasta ese entonces en la Tierra se había podido formular solo una conjetura al respecto, pero esta resultaría corroborada con posterioridad, de forma impensada. En un control de rutina, el Hubble II situaba sus poderosos sensores en el interior del Disco Disperso[2] y sorpresivamente se topaba con él. Asombrosos descubrimientos siguientes arrojarían la información de que su fisonomía lo asemejaba de tal modo a Éride[3] (tanto en masa como en la composición de su atmósfera) que su llegada parecía escenificar el encuentro de astros gemelos. Solo 15.000.000 de kilómetros separaban desde su “acoplamiento” a uno del otro.

Término era de tipo rocoso, y su superficie se hallaba cubierta en un 90% por hielo. Este último dato fue el que dio pie a una meticulosa investigación, dada la existencia de grandes posibilidades de que en sus aguas congeladas se conservaran seres vivientes o restos de ellos, provenientes de los lugares más remotos…

Posteriormente, con el objeto de confirmar o refutar en forma definitiva la última teoría, una sonda construida con ese fin realizaría el recorrido necesario para posarse en sus planicies por primera vez y enviar históricas imágenes a la Tierra.

Poco después de su descenso, el aparato dio por cumplida su parte liberando a la pequeña oruga mecánica que portaba en su interior para que, con su propio espectrómetro, realizara un estudio profundo del suelo. El robot, denominado simplemente LS (Little Searcher,[4] por sus escasos 120 centímetros de longitud), contaba además con una cámara que brindaba acceso visual a lo que ocurría, con un atraso previsible de ocho minutos.

Jornadas enteras transcurrieron sin novedades hasta que algo digno de ser comentado acaeció. Debido a una falla momentánea de origen desconocido, LS interpretó mal una orden y se precipitó por una grieta 2 metros hacia abajo. Afortunadamente, el aterrizaje fue en tal posición que le permitió continuar desplazándose y la unidad no sufrió en apariencia daño alguno. Por el contrario: el impacto parecía haber terminado con el desperfecto ya que, tras unos instantes de incertidumbre, LS volvía a obedecer instrucciones al pie de la letra. Su visor no proporcionó nuevas imágenes hasta el instante en que se encendieron sus luces de posición, despejando el panorama.

La oruga mecánica se encontraba en lo que parecía ser la entrada a una caverna subterránea, no mucho más alta que ella. Su peculiar ubicación la guarecía del hostil clima de la superficie. Sin dudar, aunque no por ello intempestivamente, desde la Tierra se le ordenó adentrarse. El robot cumplió, con movimientos cautelosos.

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