Señales

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No fue el sonido estrepitoso de una alarma, no fue la sensación de roce que se siente cuando una persona te sacude hasta que vuelvas a tus sentidos , no fue el llamado de mi madre, y mucho menos fue el estallido de una explosión a los alrededores de la aldea. 

Un latido... fue todo lo que necesité para despertar. 

Una fuerte opresión en mi pecho me incitó a que abriera mis ojos, parpadeando unas tres veces para enfocar la vista e intentando ponerme en pie con la respiración agitada, logré divisar mis anteojos encima de la mesa de noche. Para el momento en que los alcancé supe que algo no iba bien; todo a simple vista parecía normal, mi cuarto silencioso y arropado por la oscuridad de la noche, la fría brisa nocturna y la tenue luz de luna que se filtraba por la ventanilla provocaba una sensación de serenidad absoluta; analizando mi entorno supuse que mi madre estaría plenamente dormida a estas alturas de la noche al igual los otros habitantes de la casona.

Pero antes de bajar la guardia nuevamente, comprendí; que el escalofrío que se originaba desde mi cuello hasta descender por mi espalda baja; las fuertes ganas de expulsar mi bilis, y lo que me desesperaba aún más...el inestable repiqueteo de un corazón desenfrenado contra mi pecho; sólo podría significar una cosa. Señales.

Yo no era el niño mas intuitivo del seminario, eso lo sabía y de sobra. En varias oportunidades esta "virtud" me había fallado en las prácticas estratégicas de combate para hechiceros aprendices, pero lo recompensaba maravillosamente con mis habilidades de razonamiento. Sí, yo no podría ser el más fuerte, pero era listo. 

Y sólo un tonto haría vista gorda a estas "señales". Ésto no eran simples estimulaciones nerviosas que el cuerpo enviaba para reflejar una indisposición. Sólo los afortunados en tener una prestigiosa educación estudiaban el arte del lenguaje corporal. Los maestros de los maestros reconocían la importancia de escuchar las advertencias que profetizaba el alma de un brujo. La totalidad de los ancestros divinos salvaron su cuello debido a la afinidad mente y cuerpo que desarrollaron. Increíblemente en una fracción de segundos, ese pensamiento sacado de una pila de libros que retenía en mi habitación iluminó mi cabeza; al otro segundo agradecí estar bien abrigado, pues la noche estaba dando la batalla con su cruel frialdad. 

Otro latido fue todo lo que necesité para armarme de coraje y de una fuerte determinación, que si no hubiera sido por el constante movimiento de mis pies, hubiera temido que se evaporara en el aire. Encarándome a la pequeña ventana, mis manos temblorosas se movieron; no sabría decir si estaban en ese estado por el infernal frío o por el hecho de que aunque no quisiera admitirlo, muy en el fondo estaba aterrado. 

Al tocar el marco, deslicé los dedos hasta el pestillo y con un movimiento certero las puertas dejaron de ocultar mi visión del exterior. Con las mejillas heladas, asomé la cabeza y divisé el jardín frente a mí. Otro latido defectuoso reclamó mi atención, y entonces lo sentí. Las "señales" no eran más que evidentes advertencias, alertas al peligro inminente. Una parte de mí se rebosó en alegría por haber sido capaz de entender el idioma del alma, pero la otra parte estaba más que trastornada. 

Decidido a no perder más tiempo me encaminé hacia la puerta de mi habitación a toda prisa. Reprimí un grito agudo al darme cuenta que los brazos que se cernían sobre mí eran los de mi madre, al alzar la cara comprendí que no era el único de la casona que se sentía amenazado. Sus ojos bordeando la tristeza haciéndome entender que nada de lo que hiciera podría salvar la aldea fue lo que se llevó la poca calma que tenía. 

⎯Jimin mi niño...

La voz de mi madre fue callada por un aullido gutural; y como si ésa fuera la señal de alerta, todos en la aldea encendieron las luces, los gritos no se hicieron esperar, sabía que al salir de la casona, el desastre me daría la bienvenida. 

⎯ JIMIN!!! ⎯ Mi madre me gritó. Apretó mi brazo y nos dirigimos a marcha rápida hacia el exterior de la casa. 

⎯ Hijo corre, quiero que corras rió abajo, no mires hacia atrás. Yo estaré bien, te lo prometo.

Su mano estaba tocando el marco de la gran puerta principal, y todavía me tenía agarrado del brazo con fuerza. Tenía unas fuertes ganas de gritarle algo, lo que sea, pero nada salió. No estaba preparado para esto; nadie lo estaba. 

⎯ ¡¡¡AHORA!!! ⎯ salimos apresuradamente hacia la calle, no hubo tiempo para quedarse de espectador, lo único que mi mente podía procesar es que estábamos siendo atacados por hombres lobos. Jamás había visto uno. Pero antes de permitirme otra divagación, un colosal lobo de pelaje rojizo hizo su aparición frente a nosotros, enseñando sus fauses y contorsionando su gigantesco cuerpo en una posición de ataque. 

Todo lo demás sucedió demasiado rápido, mi madre me empujó hacia un lado indicándome que huyera, en un primer plano me hubiera negado pero entonces observé a mi alrededor. Las calles donde paseaba se estaban convirtiendo en una masacre, lobos sanguinarios y hechiceros asesinando a cada especie. No negaría que éramos fuertes contrincantes para los licántropos, era un hecho que nuestras habilidades con la magia nos facilitaba mucho las batallas. Pero justo ahora no podría decir que estábamos en ventaja. Nos habían atacado sorpresivamente; ahora era huir o morir, así que miré a los ojos de mi madre y como si pudiera leer mis pensamientos, asintió con la cabeza. 

Tal como me ordenó, no miré hacia atrás y corrí lo más rápido que me permitieron mis piernas. Este no era el momento para tener un momento de debilidad, lo sabía, pero temía que en cualquier momento no pudiera soportar el dolor y el asfixiante miedo que nacía en mí. 



En un latido➳KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora