II

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Me subí al coche de Toni y me llevó lejos.
Era una especie de colina donde se podía ver toda la ciudad.
Cuando paramos, me empezó a contar todo. Yo solo escuchaba, no hablaba.
Me contó cómo encontró las cintas. Al parecer, Hannah antes de quitarse la vida le dejó un paquete en la puerta de casa. La vio a través de la ventana. Dejó un paquete en el suelo y se marchó. ¿Qué hizo él? No se levantó. Pensó que de ser importante habría llamado a la puerta.

Y no lo culpo, a veces Hannah era muy intensa y sobre todo dramática. En su lugar, yo hubiera pensado lo mismo.

—Al parecer yo era el único de todo el instituto que no le había tocado el culo y mirado las tetas, siempre me lo decía. Y ese día simplemente no quise escucharlo. Así que dejé que se fuera.

Yo solo escuchaba, no quería interrumpir. No podía. No sé por qué demonios me contaba esto.

—A la media hora o quizá más cogí el paquete y lo abrí. Vi las cintas y una nota. Ponía: Por favor, cuídalas. Escúchalas. Explícaselo a mi hermana, necesita saberlo. Y sabrás por qué. Escuché la primera cinta. Llamé a tus padres, no me lo cogían. Fui a toda prisa a vuestra casa. Cuando llegué estaba la ambulancia y unos coches de policía.

A la que me di cuenta estaba llorando. No podía más con esta situación. Por un lado quería saber todo, quería saber el por qué; pero por otro... Temía a la verdad, temía descubrir algo que no me gustase. Tenía miedo.

—Me quedé detrás de un árbol, viendo todo. Vi la bolsa donde estaba Hannah. Recuerdo haber pensado que no tenía asas, ¿cómo la iban a llevar? Y justo en ese instante te abalanzaste tú hacia ella. Y en ese momento, supe todo lo que tenía que hacer.

Me miró buscando una reacción, unas palabras, pero no me salían. Sólo dejaba que las lágrimas salieran, en silencio. A lo que me di cuenta, Tony había sacado unos pañuelos y me los había ofrecido.

—Dios mío, Toni. No sé qué decir. Yo... Yo... —no pude más. Solté todo. Abrí la puerta del coche y grité. Grité a más no poder. Caí de rodillas. Golpeé el suelo una y otra vez con mis puños. No notaba dolor.

—¡¿POR QUÉ?! ¡NO QUIERO ESTO! ¡HANNAAAH! —lloraba y pataleaba como una niña en un supermercado que tenía un berrinche porque sus padres no le compraban gominolas.
—Aileen, ya está —me sujetó, me abrazó. Y yo me agarré a él lo más fuerte que pude. Lloré en su hombro hasta sacarlo todo.

Pasó un buen rato hasta que me calmé, cuando por fin pude hacer una pregunta. Pregunta que llevaba rondándome la cabeza desde que recibí las cintas.

—Toni, ¿yo salgo en las cintas? —me miró consternado. No sabía que responderme—. Solo escucha las cintas, tal y como yo lo hice. Sé que será duro, pero antes de nada necesitas saber toda la historia —me dió un walkman para poder escuchar las cintas, y yo asentí.
—Ahora vamos, sube al coche, creo que tengo gasas para curar esas heridas —dijo señalando a mis manos, pues estaban llenas de sangre.

Mientras me curaba yo estaba callada, ya se me hacía costumbre estarlo.

—Oye, Toni. Muchas gracias.
—No es nada —sonreí levemente.

Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue encerrarme en mi habitación y mirar la caja que había encima de mi escritorio

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Cuando llegué a mi casa lo primero que hice fue encerrarme en mi habitación y mirar la caja que había encima de mi escritorio.

¿Las escucho ya?
¿Estoy preparada?
Es ahora o nunca.

Y no pude.
Simplemente no puedo escuchar su voz, y menos en mi propia casa, sabiendo que mis padres lo están pasando peor, pues no saben nada.

Así que me fui a dar una vuelta.
Escuché la primera cinta.

Maldito Justin Foley.

Escuché la segunda.

Maldita lista y maldito Alex Standall.

Escuché la tercera.

Maldita Jessica Davis
Maldito Tyler Down.
Maldita Courtney.
Maldito Marcus.
Maldito Zach.
Madito Ryan.
Maldita Sheri.
Maldito Clay.
Y sobre todo, maldito Bryce.

Me costó toda la noche escucharlas. Una cosa tenía clara. Me iba a vengar.
Cada persona que aparecía en las cintas iba a pagar por lo que le hizo a mi hermana. Uno a uno.

Estaba llena de rabia, estaba enfadada con todo el mundo. Quería que todo el mundo se enterara de lo que le había pasado a Hannah.

Hasta que pasó.
Me choqué, otra vez, con un chico. Me tiró el walkman donde estaba escuchando todas las cintas y me enfadé aún más.

—¡¿Pero qué demonios haces?! ¿No miras por dónde vas o qué?
—¡Eras tú quien no miraba por dónde ibas!

Me levanté del suelo para encarar al culpable de mi caída y me arrepentí al instante.
Sus ojos eran azules-grisáceos, no lo tenía claro. Su pelo era rubio, muy rubio, casi platino. Me fijé que tenía un piercing en la nariz, llamado septum. Era pequeño y dorado.

No suelo creer en el amor a primera vista, pero juro que cuando vi a ese chico, el mundo se paró.

—Yo... Lo siento... —recogí todo e intenté irme.
—Eh, espera —me agarró del brazo evitando así que me fuera—. La culpa también fue mía.

Nos quedamos unos instantes mirándonos fijamente. Fue apenas unos segundos, pero me sentí bien.

Fui yo la primera en romper ese contacto visual.

—Me tengo que ir, mis padres se preocuparán si llego tarde. Adiós —no dije nada más, me fui rápidamente a mi casa.

Por un momento se me había olvidado todo.
Por un momento sentí que el mundo se paraba.
Por un momento, en aquellos días de mierda, me sentí bien.

Nota de autora→ ¡Hola! Espero que os haya gustado este capítulo. Lo acabo de editar, y es que no sé por qué pero Wattpad cambia los guiones largos (—) por los cortos (-), y he tenido que cambiar todo... 

Estoy aquí, contigo. [Alex Standall]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora