Capítulo II: Causa y Efecto.

15 0 0
                                    

La Ciudad de la Noche de Noxumbra, había quedado con la luz de la luna fuertemente brillando en los techos, calles y plazas, llegando a tocar incluso las ventanas de algunas residencias de piedra caliza y ladrillos oscurecidos pero que encajaban. Según algunos, esto era porque la Diosa Terbaria había dado "parte" de su esencia a la luna que ilumina Zhelagor, y por lo tanto, su fuerza se fusionó con el espacio cósmico y con la gran roca, la cual forma la luz azul que según se cree es maná que brilla en la oscuridad.

Es algo muy raro en otras ciudades del continente de Ansalon ya que, es la única ciudad que tiene este efecto en la noche, la cual la hace interesante y de atracción turística para viajeros que tienen suficiente conocimiento para encontrar la ciudad y admirar el evento.

Sin embargo, a diferencia de las muchas otras noches donde se escuchaba un silencio y un leve canto de los cuervos que solo se escuchan de los oídos de los más ancianos. Está noche es temerosa, inquieta, ya que se escuchaban pasos y golpes desde los techos y calles de la ciudad, que normalmente, quedaba en toque de queda para evitar que los Lunnares jóvenes y rebeldes (que eran pocos) hicieran estragos en las plazas, que era algo poco común. Desde las esquinas se escucharon murmullos, de varias personas, y desde los techos otras saltaban y cruzaban las residencias iluminadas por la noche azulada.

Ciudad de Noxumbra - Majenthar - Plaza de Neix - 11: 56 PM.

─ Muévete imbécil, estamos perdiendo el tiempo. Ya se hará medianoche y estamos atrasados en la reunión en la plaza. - Dijo un hombre de cabellera grisácea, cubierto por una túnica azul marina con encajes oscuros, notándose solo un mechón gris, y que cubría la mayor parte de su rostro a excepción de su boca y nariz, y que llegaba hasta las rodillas dicha túnica, con una complexión fornida y de una altura entre los 1.69 y 1.78, llevando un saco sujetado por cuerdas con suma resistencia.

Mientras que a su lado, empujándolo con uno de sus brazos, se encontraba un sujeto de unos 1.72, con una complexión normal, cargando una serie de artilugios con la simbología de los Aendores, a la par que un par de planos, vestido de la misma manera que su compañero fornido.

─ Eh, eh. No me andeis apurando carajo. Ya estamos llegando a la plaza, el Padre es paciente. - Dijo el hombre de complexión normal, que tenía su túnica cubriendo parte de su nariz y boca, distinguiéndose unos mechones de cabello grisáceo.─ Lo digo por qué estamos tardando mucho. Ya ha pasado media hora desde que empezamos a cruzar el Puente de Navek, y apenas hemos llegado a las calles de Noxumbra, es un largo camino. Aunque el Padre es paciente, no lo será tanto.─ Bueno, pero no te enojes. Ya estamos a punto de llegar a la Plaza.

Los 2 encapuchados Lunnares habían llegado a la Plaza de Neix, cruzando unas calles desde que llegaron a la ciudad y unas plazas anteriores. La Plaza de Neix era la más grande de la Ciudad, y la más difícil de encontrar debido a que se encuentra construida en medio de la misma, donde la luz de la luna apenas iluminaba debido a los enormes edificios que cubrían la misma. En medio de la plaza, se encontraban unos 40 o 60 encapuchados que vestían del mismo modo que los 2 que habían llegado. Todos mirando hacia el centro de la plaza, donde había una pequeña tarima donde se encontraba en ella un encapuchado. Este llevaba encajes púrpuras y símbolos antiguos escritos en sus guantes, apenas cubriendo el cabello del hombre, el cual era oscuro. La distinción de esto eran los ojos inmensamente violetas que poseía, que de algún modo atraía la atención a los grupos que se encontraban separados de la plaza.

Tan pronto los 2 encapuchados que cargaban los objetos llegaron a la zona, muchos de los miembros que se encontraban en el centro de la plaza les dieron el paso, de modo que pudieran ir al centro de la misma, donde se encontraba el que parecía ser el Líder. Ambos se arrodillaron ante este con suma cautela, a la par que el resto de los que se encontraban a su alrededor, mientras que empezaban a recitar una oración incapaz de comprenderse por ser mero susurro.

Crónicas de Ardacius I: Desthyneis Incerthios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora