PREFACIO

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Era un día normal

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Era un día normal. Como todos supongo.

Las personas transitaban sin ninguna restricción por las calles mientras que otros, sacaban a pasear a sus mascotas, que por muy obesas a penas  podían quedarse paradados.

A las dos de la tarde sucedió algo que nadie pudo evitar. Era como si las personas que se encontraban al rededor estuvieran destinadas a presenciar algo tan grotesco que para la mente humana era difícil de comprender.

A las dos de la tarde, un interno del hospital había escapado. No era cualquier paciente, este era especial y lo digo en todos los sentidos.

Una mujer de buen porte caminaba tranquilamente por la acera, sin saber que su destino estaba sellado por aquella tarde.
Encontró al hombre golpeándose la cabeza con un árbol sin detenerse, y como era una de esas personas que ayudaban a la gente, se preocupó por el desconocido.

Empezó a preguntarle que le sucedía y si se encontraba bien, el hombre sin embargo, volteó al ver a alguien tocándole el hombro.

Al ver su rostro, la mujer lanzó un chillido de horror; su rostro se encontraba totalmente desfigurado.

Este se abalanzó sobre la joven observándola como el primer platillo.  Fue alli como empezo su dura y lenta agonía. Su garganta fue lo primero que se llevó a la boca para luego desfigurar poco a poco el rostro de su víctima que en ese entonces ya estaba nadando en un mar de líquido carmesí.

Las personas al percatarse de la escena quedaron asustados; empezaron a correr gritando y pidiendo ayuda para aquella mujer.
Pero cuando las autoridades llegaron al lugar, la mujer ya se encontraba inerte y el asesino prófugo de aquel lugar. Ella había perdido su vida y sus dos meses de embarazo en aquella tarde.

Esto sólo fue el comienzo del fin.

Luego de que estallara un aviso en Washington D.C, el gobierno informó que se trataba de una peste rara, y no había motivos para alarmarse y que retomáramos nuestras actividades diarias ya que ellos dijeron que lo tenían bajo control.

Pero nada de eso pasó.

No era una peste como ellos habían dicho, ni una enfermedad.
Si no una droga, triple veces más fuerte que la heroína, pero tampoco era una droga cualquiera.

En sus componentes se encontraba una sustancia que podía pudrir los tejidos humanos y dejar al descubierto los huesos sin que la víctima se diera cuenta—claro, si seguía con los efectos de la droga— además producir *apoplejía.
Sólo un síntoma llamaba mi atención, la sed de cualquier carne viva, incluido seres humanos y animales.

Era contagiosa si los fluidos del consumidor entraban a un cuerpo sano, por lo que se debía evitar cualquier contacto con los afectados.

Obviamente cuando salió esto a la luz, se dio una alerta nacional y las personas al enterarse de esto, empezaron a empacar sus cosas y a hacer compras compulsivas en los supermercados para poder abastecerse durante los próximos meses.

Las ciudades empezaron a vaciarse de personas y llenarse de muertos vivientes, personas ya muertas que aún siguen en nuestro terreno.

Aunque no lo creas, todo esto ya pasó, cada vez crece la cifra de esos muertos que caminan deambulando por los lugares en busca de qué comer.

Nosotros, ya no somos personas.

Somos sobrevivientes.

*Apoplejía: Síndrome neurológico de aparición brusca que comporta la suspensión de la actividad cerebral y un cierto grado de parálisis muscular; es debido a un trastorno vascular del cerebro, como una embolia, una hemorragia o una trombosis

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*Apoplejía: Síndrome neurológico de aparición brusca que comporta la suspensión de la actividad cerebral y un cierto grado de parálisis muscular; es debido a un trastorno vascular del cerebro, como una embolia, una hemorragia o una trombosis.

Mi vida antes de la muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora