IRENE
Irene llegó el domingo de Corea, había ido con sus padres por Navidad, siempre quiso viajar a ese exótico país y fue su regalo de Reyes. Llegó a España más sonriente de lo habitual y con un montón de regalos raros para todos, traía bolsas y bolsas de artículos raros, comida tan extraña que nadie se atrevería a comerla, peluches, ropa y un montón de cosas curiosas. Todos nos lanzamos enseguida a revolver entre las bolsas, inquietos por averiguar que secretos esconderían y deseosos de llevarnos a casa la mayor cantidad de rarezas posibles.
Irene tiene los ojos algo rasgados y la melena rubia más brillante que vi en mi vida, se sentó como los indios en el suelo del parque a mi lado, colocando su falda para taparse y no quedar medio desnuda delante de todos y se dispuso a hablarnos durante horas de su emocionante viaje.
Habíamos quedado todos en el parque de siempre, nuestro lugar de encuentro habitual, nos sentábamos siempre en el mismo trozo de césped, bajo el mismo viejo árbol y podíamos pasarnos horas hablando y comiendo.
-Lo peor fue el horario, el primer día estaba muy incómoda por culpa de la hora pero me acostumbré enseguida. La comida es rarísima y nos costó un montón encontrar algo que nos gustase a todos, la primera vez que fuimos a comer estábamos tan perdidos que yo creo que no vomitamos de puro milagro porque ni os imagináis la cantidad de cosas asquerosas que probamos, menos mal que la pizza nunca falla. Mi hermano estuvo todo el viaje quejándose, no le gustaba nada, yo ya les dije a mis padres que era mala idea llevar a un niño de 10 años soso a Corea, que si le sacábamos de sus ridículos juegos y sus ridículos amigos se iba a aburrir.
Irene hablaba casi sin respirar, tiene una voz muy cantarina y nunca se te hace pesado escucharla, es más, a mí me encanta que me cuente alguna de sus interminables anécdotas pues ella siempre consigue darle un toque de humor que te hace estallar en mil carcajadas.
-¡Madre mía Irene! –Dije entre risas. –Pobre Jose, no seas así de mala con él.
-¡Pero qué pobre ni qué nada! Me amargó el viaje, no sé por qué te empeñas siempre en defender a mi hermano, no sé a qué viene tanto amor por él.
Irene parecía indignadísima, su vida se basa en una batalla constante con su hermano Jose, se sacan ocho años y la incompatibilidad de edades hace que la vida en común entre ellos sea un desastre. Jose está todo el rato picando a Irene, sabe muy bien cómo sacarla de sus casillas y lo consigue bastante a menudo, ella tiene muy poca paciencia y, por si fuera poco, no tiene a sus padres de su parte pues Jose para la edad que tiene es demasiado espabilado y se los tiene ganados con ojitos y pucheros para que se pongan de su lado cuando se pelea con su hermana.
-Tranquila Irene, es que es mencionar a tu hermano y ponerte de los nervios. –Intervino Leo para intentar calmar a Irene. –Bueno, ¿Pero te lo pasaste bien o no? ¿Fue como esperabas?
-¡Si! Bueno, en realidad fue el triple mejor de lo que había imaginado, repetiría la experiencia mil veces, el próximo viaje será a Japón.
-El próximo viaje será a Nueva York, ya lo sabéis, de este verano no pasa, avisados estáis todos.
La voz de Shelby sonó de repente y todos nos giramos hacia ella, nos había dicho en incontables ocasiones que teníamos que viajar todos juntos a Nueva York para conocer a su familia y visitar la ciudad, siempre dice que tener un amiga de la gran manzana es lo mejor que nos pudo haber pasado, que nos llevaría a fiestas espectaculares y que íbamos a saber lo que es vivir a lo grande, nos habló un montón de veces del lujo ático dúplex de sus abuelos y de las maravillas que se escondían por Central Park, todos nos moríamos de ganas por conocer de cerca todos esos lugares que inspiraban las historias de Shelby.
Nos quedamos un rato más en el parque, Irene fue la primera en marcharse pues aún tenía un montón de cosas que recoger en casa, Shelby se fue un poco más tarde y, por último, Leo y yo caminamos juntos hasta nuestra casa. Vivíamos a escasos cinco minutos el uno del otro, a las afueras de la ciudad, cada uno en una urbanización distinta, pero amabas estaban en la misma zona, lo que es una suerte, pues yo odiaba irme sola a casa cuando comenzaba a anochecer.
Durante el trayecto hablamos un poco de su situación sentimental que no había mejorado mucho desde nuestra última conversación nocturna, la famosa Valeria cada vez mostraba menos interés y ahora incluso desaparecía y no daba señales de vida durante días, Leo cada vez estaba más desesperado y resignado y yo sabía que era cuestión de días que ella se cansase por completo y decidiese cortar todo tipo de contacto con mi enamoradizo amigo.
Cuando nos estábamos aproximando a mi casa vi pasar a toda velocidad el coche de Luca, el horrible color azul de su Seat es inconfundible y me esperé lo peor al llegar a casa pues, por la velocidad a la que iba, intuí que no se habría marchado de buen humor. Cada día aborrecía más al novio de mi hermana, se lo había dicho un montón de veces todo lo que opinaba de Luca pero ella hacía oídos sordos y se excusaba de las formas más ridículas posible, yo me mantenía alerta pues me esperaba cualquier cosa de ese tipo y, por nada del mundo, dejaría que le hiciese daño a mi hermana, solo esperaba encontrar la forma de hacerle abrir los ojos.
Me despedí de Leo y subí con prisa las escaleras de la entrada, abrí la puerta y me apresuré a buscar a mi hermana por toda la casa, vi la puerta del baño cerrada y, como no la había encontrado por ningún sitio, supuse que estaría allí. Iba a llamar a la puerta para preguntar si era ella la que estaba encerrada cuando la escuche sollozar.
Me giré enfadada y subí a mi habitación hecha un manojo de nervios, Luca se estaba pasando últimamente.
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4 días
Roman pour AdolescentsUn año, 365 días de una vida, que pasan tan rápido como cuatro y en los que cabe todo un siglo. Una historia de amor, juventud y nuevas oportunidades. Capítulos muy amenudo! Sígueme en insta: @lauritaasturias16