ENERO

3 3 0
                                    

VUELTA A LA RUTINA


Las vacaciones de navidad tocaron su fin y hubo que volver a clase.

Entré en el instituto y un montón de caras cansadas se voltearon a mirarme, esquivé los pequeños grupos de personas que se formaban en el hall y me acerqué a mis amigos.

El frío de fuera desapareció y quedó oculto bajo el calor de un montón de cuerpos en un espacio un tanto reducido, lo que es un alivio, pues este día es uno de esos completamente invernales.

Llegué y les dediqué a todos una gran sonrisa que quedó aplastada completamente por sus carcajadas, siempre estaban contando algo gracioso, es alentador ver con que buen humor y con que energía se levantan por las mañanas.

De entre el barullo de gente vi salir a Shelby y me lancé a abrazarla. Había echado muchísimo de menos a mi pequeña americana, que había volado a Nueva York en navidad para celebrar las fiestas con sus abuelos. Shelby llevaba ya cinco años en Asturias y desde el primer día dejó muy claro que había venido para quedarse, según ella, le cautivó el paisaje y prefiere vivir entre árboles que entre rascacielos. Nuestra amistad fue una especie de flechazo, desde el minuto cero conectamos y hasta ahora. Nos hicimos inseparables y la verdad, no sé qué haría sin esa pequeña pelirroja.

Se separó de mis brazos y me sonrió mostrando sus perfectos dientes colmados por un piercing gris que tenía bajo el labio superior y me miró con sus grandes ojos color avellana. Enseguida me contagió esa felicidad suya que tanto la caracteriza, mi americana es el mejor remedio para no sentirse triste, te sonríe y no puedes evitar que su dulzura y su alegría se te metan por dentro.

Una mano se posó en mi hombro de forma cariñosa, me giré para ver quién era y me encontré con las gafas de Leo, mi mejor amigo. Leo ocultaba su mirada triste bajo unas gafas de pasta negra, y únicamente dejó entrever media sonrisa en sus labios.

- ¿No te respondió verdad? - Le pregunté discretamente.

Bajó la mirada y supuse que la respuesta era "no". Para Leo, la noche vieja no fue tan afortunada pues la chica de la que estaba colado hasta los huesos no dio señales de vida esa noche. Yo le había advertido de que las intenciones de esa chica no eran para nada parecidas a las suyas y de que seguir detrás de ella solo le serviría para disgustarse y no me equivoqué. Desde noche vieja sus conversaciones eran cada vez más puntuales y sus excusas más baratas, se había distanciado completamente de él, pero Leo se negaba a pillar las indirectas y quería seguir creyendo que aún quedaban esperanzas y oportunidades entre ellos. En fin, era cuestión de tiempo que esa chica le dijese claramente y sin pelos en la lengua que no se siguiese engañando, que no había futuro para ellos.

Leo estaba desesperado por encontrar alguien con quien encajase, a quien dedicarle frases cursis por redes sociales y que fuese a verle y a animarle en los partidos de rugbi, se escudaba diciendo que ninguna de las chicas por las que perdía la cabeza le importaban cuando estas le daban calabazas pero yo sabía de sobra que por dentro lloraba desconsolado, le conozco muy bien y a mí no me engaña, bajo esa coraza de chico duro, sin sentimientos, se esconde un Leo demasiado sensible y con muchas ganas de enamorarse.

El estridente sonido del timbre que anunciaba la primera clase interrumpió todas nuestras conversaciones y no nos quedó más remedio que ir a nuestra relativa clase, subiendo sin ganas hacia el primer piso y llevando casi a rastras nuestras mochilas.

4 díasWhere stories live. Discover now