Cαpίтυlo 4: Descαnso en el Jαrdı́n

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El tiempo fue pasando pero no todo fue color de rosas...

Ese día había sido una mañana más fría de lo que se me había hecho normal luego de despertar en este mundo. Mi madre había entrado por la puerta con su característica sonrisa amable, pero había algo raro...

Se veia mucho mas palida de lo normal y tenia ojeras bajo sus dos orbes de color esmeralda. Su actitud dulce y cariñosa no cambiaba, pero, podía notar el cansancio en sus movimientos. Seguía recostada en mi cuna cuando sentí sus manos acariciar mis mejillas, su calidez me hizo olvidar mis preocupaciones. Pero de un momento a otro ya no la sentía.

Escuche un golpe seco en el suelo, con mucho esfuerzo, logré acercarme al borde de la cuna solo para ver a mi madre tirada en el suelo. Podía ver su expresión de dolor y como su respiración parecía ser dificultosa.

El terror y la angustia brotaron en mi interior, «¿Qué pasa?...», pensé en shock por lo que acababa de suceder.

La frustración al darse cuenta de que no podía hacer nada fue aún mayor que el miedo. En este cuerpo pequeño no podía hacer nada para ayudar a aquella persona que me brindaba su calidez y me cuidaba todos los días. Las lágrimas se agolparon en mis ojos y comencé a llorar desconsoladamente presa del pánico.

No era normal que llorara, a pesar de ser una bebe ya que tenía la conciencia de una mujer de 24. Así que enseguida dos de las sirvientas encargadas de cuidarme, Rose y Alice, entraron a mi habitación. El color se dreno de sus caras al ver a su maestra colapsada en el suelo.

Rápidamente Rose se acercó a mi madre para comprobar qué sucedía, mientras Alice se había quedado estática en la puerta.

-"¡Alice, ve a buscar al doctor!"- exclamó rose, mientras levantaba a Nina, quien aun estaba inconsciente.

Al escucharla, Alice se dio vuelta y salió corriendo de la habitación. Rose salió segundos después cargando a mi madre. Así como habían llegado se habían ido.

Al rato, cuando ya estaba más calmada, pero no menos preocupada, entra Carol, quien al parecer sería quien cuidaría de mí por un tiempo.

Los meses pasaron, y me enteré escuchando las conversaciones de las sirvientas que esta no era la primera vez que esto pasaba. Al parecer, mi madre había sido enfermiza desde siempre. Pero luego del parto estaba especialmente débil, por lo que era probable que se infectara de cualquier enfermedad.

Mi opinión sobre mi padre también había empeorado, ya que por lo que había escuchado, solo había visitado a mi madre una vez para asegurarse de que no era nada mortal y luego nada. La verdad no sé qué esperaba de el hombre que no había visitado ni una sola vez a su hija desde su nacimiento. «Qué hombre más frío»

Realmente no sabía que tan atrasada estaba la medicina en este mundo, o que tan grave era la enfermedad de mi madre, pero mi preocupación no bajaba al ver que habían pasado más de 6 meses y ella no había vuelto a visitarme.

Para mantenerme distraída había practicado como hablar en este cuerpo, hasta que logre dominarlo por completo nuevamente.Pero aún tenía que fingir que hablaba mal, no podía mostrarlo, no todavía. Después de todo solo tenía dos años y no sería normal que una niña tan pequeña pudiese hablar a la perfección. Decidí que con el tiempo mostraría mis avances.De momento solo digo lo que es necesario.

Por lo que podía ver desde la ventana de mi habitación, la primavera ya había comenzado. Lo notaba ya que había un hermoso y robusto arbol de cerezo cuyas flores de color rosa palido habian comenzado a florecer en los ultimos días.

Me encontraba contemplando desde el borde de mi cuna un poco aburrida como las ramas rebosantes de flores se mecían suavemente en el viento, cuando sentí una dulce voz desde mi espalda.

-"Hija, que grande estas, has crecido mucho. Siento no haberte podido venir a verte en todo este tiempo."

Me gire rápidamente y con una gran sonrisa grite-"¡Mami!"-

Al ver a esa mujer que tan hermosa como siempre, me sonreía un peso cayó de mis hombros. El alivio recorrió mi cuerpo y al verla mis preocupaciones se borraron en un instante.

-"Perdón Charlotte, desde hace mucho que no vengo a verte debes haber estado muy sola"-Dijo ella con cara de tristeza.

-"tá bien mami, Charlotte sabe que te enfermas mucho-respondí tratando de consolarla con una sonrisa.

-"Igualmente para compensarte, hoy te llevare al jardín de la mansión, es muy hermoso, seguramente te fascinará, además nunca has salido de la mansión ¿o no?"- asenti, y los brazos de mi madre me levantaron.

Comenzó a caminar lentamente por los largos pasillos de la mansión, y salió por lo que parecía ser una puerta trasera.

Pude ver un hermoso y muy grande estanque en el que había peces de todo tipo, los cuales nunca había visto antes. Junto al edificio se encontraba aquel gran cerezo que veía desde mi habitación. Y por todas partes se podían ver distintos arbustos y flores decorativos que le daban vida a aquel gran jardín.

Jugué con mi madre toda la tarde, hasta que me quedé sin energía, y decidimos sentarnos bajo el cerezo. Me recosté sobre mi madre y disfruté del ambiente tranquilo.

Pero los mismos pensamientos que me habían estado atacando últimamente, llegaron: «Estoy cansada, esta vida es aburrida, extraño a Alex, quiero regresar a mi mundo. Aunque realmente si lo pienso, creo que no podré regresar allí, ya que morí en esa vida», una pequeña sensación de tristeza se instaló en mi pecho.

Mire a mi alrededor como buscando algo con lo que distraerme, a pesar del cansancio,y vi como alguien nos observaba distante desde una de las ventanas de la mansión. Al verse descubierto por mi, se alejo de ventanal.

Al final lo poco del día que quedaba se me fue pensando en quién podría haberlo sido aquel hombre...

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Perdón por tardar tanto en re subir los capítulos. 

La Melancolía del Reencuentro Deseado -EN EDICIÓN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora