Capítulo 2.

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Tanto me perdí que sirvió para encontrarme

la vida es como un sueño y yo no quiero despertarme.

Lom C.

El nuevo vecindario era agradable, los vecinos parecían amables y justo al lado vivía una chica que tenía pinta de poder ser una buena amiga. Eso era bastante conveniente para mi, pues desde pequeña, me había esforzado por ser una mujer como las demás, buscaba un lugar inexistente entre las niñas de mi salón e incluso intente tener una relación amorosa con un muchacho. Naturalmente, no funcionó. Me di cuenta de que era gay cuando me enamoré de la hermana de mi primer novio y lo reafirmé cuando me acosté con ella en la habitación de mi pareja. Pero lo intente, intente enamorarme de Andrés sin éxito alguno y mientras más me aferraba a la idea, más me gustaba la delicia que tenía como hermana mayor.

Por desgracia, no volví a verlos jamás, pues entré en una crisis de identidad demasiado problemática que tiempo después, me di cuenta, era innecesaria. Me flagelaba al pensar en lo que dirían mis padres al enterarse de que una persona como yo no era propensa a concederles descendencia, por qué odiaba a los niños y no quería tener hijos. Además, dada mi situación, era prácticamente imposible. Me fui a Hong Kong por tres años para dominar el idioma de mis padres y para conocer a mis abuelos, quienes no me habían visto jamás, en mis 15 años de vida. Terminé la escuela media, fingiendo ser quien no era, vistiendo uniforme para chicas y robándome las anécdotas de mis amigas sobre sus novios para tener de que hablar con mi abuela, quien desde que llegué, tomó la firme decisión de volverse mi confidente y usurpar el lugar que, por derecho, le pertenecía a mi madre. Sin embargo, y pese a mis esfuerzos, no funciono. Mi abuela era demasiado inteligente y pronto se dio cuenta de mis preferencias.

En ese momento creí que me enviarían de regreso con mis padres; tuve miedo por qué Asia suele ser demasiado conservador y las personas como yo aún no somos completamente comprendidas. Ambos dejaron de hablarme por un par de días, supongo que necesitaban tiempo para asimilarlo y yo estaba dispuesta a dárselo.

— Xiao chen, eres demasiado joven como para saber lo que quieres, pero estoy segura que no es un capricho. Somos familia y la familia tiene la obligación de apoyar a su sangre. Sé feliz y camina con la cabeza en alto, por qué tu amor no es menos que el mío. Encuentra a la mujer de tu vida y vive para verla reír. Solamente así, te darás cuenta de lo que es el verdadero amor — mi abuela me sirvió arroz y se sentó a mi lado, pasó sus manos por mi espalda y me abrazó con ternura, para susurrarme al oído algo que quedará en mi memoria hasta el día de mi muerte —, sabrás que es la persona correcta, cuando en sus labios encuentres la armonía que existe al escuchar al viento jugar con los árboles.

Al día siguiente, me corté el cabello y comencé a ser quien realmente era.

Cuando regresé a casa y me encontré con mis padres, les hablé sobre la verdadera Liu Xiao chen. Mi madre me abrazó y mi padre sonrió.

— ¿Eso es novedad? — espetó mi padre — ¿Por qué estás llorando? Eres mi hija y siempre te amaré, lloras de miedo y el miedo se siente cuando haz actuado mal. Tú no has hecho nada malo, eres honorable y una buena mujer. Xiao chen siempre será mi orgullo.

Soy afortunada por haber nacido en donde nací y por haber recibido a la familia que recibí. Ahora, puedo vanagloriarme por haber llegado hasta donde estoy, haber logrado todo lo que he logrado y vivir todo lo que he vivido.

Cuando llegué al sitio, creí que tendría que comenzar de nuevo, pero estaba completamente equivocada, aquí ya era alguien y no tenía por qué dar explicaciones. Puedo recordar a Alba espiándome con la mirada y a Mía seduciéndome sin pudor alguno. Era divertido que no se dieran cuenta de que en realidad era una mujer y al decir verdad, estaba deseosa de poder ver sus caras al enterarse.

Pero toda esa diversión terminó por volverse una tempestad de sentimientos que me volvieron loca. El verdadero amor me golpeo en el rostro sin avisar, botándome los dientes y noqueándome en un instante.

— Creo que eres el candidato perfecto para ser mi novio — Mía buscó mi mano, sin dejar de sonreír y la entrelazó con la suya. 

Levanté una ceja y ladeé el rostro inquisitivo.

— ¿Candidato? — comencé a reír — Creo que no sabes de lo que estás hablando.

Mía negó e intentó besarme. Desvíe el rostro y levanté el dedo índice.

— Claro que sé de lo que hablo ¿Tiene algo de malo que me guste una mujer? — dijo de repente. 

Giré para mirarla y parpadear incontables veces. Decir que estaba desconcertada era poco, mi sorpresa sobrepasaba cualquier nivel documentado por la raza humana.

— ¿Lo sabías? — y yo que creí que la había engañado.

— Claro que lo sabía, cuando usas camisetas sin mangas, se ve tu crop deportivo. Es sexy.

Volví a sonreír por qué jamás había subestimado a alguien de esa forma. Estaba verdaderamente impresionada, por qué creía que mi fachada masculina era inquebrantable. Negué con la cabeza y fingí estar ofendida.

— Entonces no vuelvas a decir que soy "el candidato perfecto".

— Quería seguir con tu jueguito... eso es todo — replicó encogiéndose de hombros.

Comencé a reír y sin más preámbulos, dejé de lado todo lo que necesitaba abandonar, la besé en los labios sin saber que ese era primer paso para cagarla con creces.

Y entonces, me perdí hasta encontrarme.

¿Él es una chica? |LGBT+|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora