Después tuvimos una larga conversación. Y como era evidente que el conde deseaba charlar, le hice demasiadas preguntas sobre algunas cosas que me habían ocurrido. Me volví más atrevido y le pregunté por qué el cochero desapareció en los lugares donde había llamas azules: "Seguramente, en la región que cruzaron, debe haber algún tesoro escondido" -Sin embargo, ¿cómo es posible que hayan permanecido largo tiempo sin ser descubiertos, cuando hay señales de su ubicación?-
El conde sonrió, y mostró unos caninos anormalmente largos y afilados. -¡Porque los campesinos son unos cobardes! Esas llamas solamente aparecen una noche cada año. Y en esa noche no hay ser humano en todo el país que se atreva a salir de casa. Y usted... ¿También es un cobarde?- Me preguntó, lo cual me sorprendió un poco -Debes saber... que no toda pregunta conduce a algo bueno- dijo, y de pronto, se fue acercando a mí, no sabía que hacer, estaba demasiado cerca, casi podía sentir sus labios sobre los míos, me hubiera alejado, pero estaba paralizado. Entonces, antes de que nuestros labios hicieran contacto, bajó la cabeza lentamente. Podía sentir su boca rozando mi cuello. Yo no podía hablar, ni moverme, así que quedé a la expectativa. Pero, para mi sorpresa, se alejó rápidamente y continuó hablando normalmente como si nada hubiera pasado. Dejándome confundido y asustado. -Cuando llegue a Londres estaré solo, y mi amigo Marik Ishtar no estará junto a mí para ayudarme, por eso hábleme del lugar y de la casa que me ha conseguido- Entonces fui a mi habitación, aún desconcertado, y tomé los documentos. Mientras los ordenaba oí un ruido de loza en la habitación contigua, y al regresar observé que habían recogido la mesa. En la biblioteca habían encendido las luces y encontré al conde en un sofá. Cuando entré, nos pusimos a examinar los planos y las escrituras. Tras exponerle los detalles le escribí una carta al señor Kaiba y el conde firmó los documentos. Luego se disculpó por tener que dejarme, pidiéndome que reuniera todos los documentos. Estuvo ausente un rato; y me dispuse a hojear algunos libros. Había un Atlas, que encontré abierto en la página de Inglaterra. Al examinarlo vi que algunos lugares estaban marcados con círculos. Cuando el conde regresó había pasado casi una hora. -¡Vaya!- dijo -¿Sigue todavía con los libros? Venga, su cena está lista- Pasamos a la habitación contigua, donde encontré una cena estupenda. Una vez más el conde se excusó, ya que había cenado mientras estuvo ausente. Pero se sentó y estuvimos charlando.Permaneció a mi lado, y me preguntó sobre diversos temas. Me di cuenta de que se estaba haciendo muy tarde, pero no dije palabra alguna porque me sentía obligado a satisfacer a mi anfitrión. De pronto oímos el canto de un gallo, surgiendo con estridencia por entre la brisa matutina. El conde Bakura se levantó de golpe y dijo: -Ya amaneció. Que descuidado soy por tenerlo en vela tanto tiempo. Cuando me hable de mi nuevo país, Inglaterra, debe procurar que sus comentarios no sean tan interesantes, a fin de que no me olvide de que el tiempo vuela- y se marchó. Cuando llegué a mi habitación descorrí las cortinas, pero había poco que observar. Mi ventana daba al patio y lo único que observaba era el cálido resplandor gris del cielo, que se aclaraba por momentos. Así que volví a correr las cortinas y me puse a escribir algunas notas. Se siente algo extraño en este lugar, no puedo evitar sentirme inquieto. Cuando me acosté sólo pude dormir unas horas, y al levantarme colgué de la ventana mi espejo de mano y me dispuse a afeitarme. De pronto sentí una mano sobre mi hombro, y oí la voz del conde que me decía: "Buenos días". Me sobresalté, sorprendido por no haberlo visto entrar, ya que el espejo reflejaba la habitación a mis espaldas. Con el susto me corté. Miré al espejo para averiguar por qué no lo había visto. No me equivoqué, él estaba a mi lado. ¡Pero no se reflejaba! Aquello era tan sorprendente que no me había dado cuenta de que el corte sangraba. Hasta que el conde me vio la cara, sus ojos brillaron con un satánico furor y me cogió del cuello. Traté de apartarme, pero no logré hacerlo. Se acercó a mi rostro y pasó la lengua por la herida. Yo estaba petrificado, de nuevo. Y como la vez anterior, se apartó tan súbitamente que apenas podía creer lo que había pasado. -Tenga cuidado- me dijo -Tenga cuidado de no cortarse. En este país es un peligro; más de lo que se imagina- enseguida tomó el espejo y dijo: -este es el maldito objeto causante del daño. ¡Fuera de aquí!- y abriendo la ventana, arrojó el espejo, que se hizo añicos al estrellarse contra las losas del patio. Luego se retiró sin pronunciar palabra. Aquel hecho, que venía a culminar tantas cosas extrañas, incrementó esa sensación que siento siempre que el conde está cerca de mí. Puede que me esté afectando esta singular vida nocturna, pero creo que estoy perdiendo la razón. Cuando entré en el comedor, el desayuno ya estaba servido. No encontré al code en ninguna parte. Es extraño que todavía no lo haya visto comer ni beber. Después del desayuno exploré el castillo. Salí a las escaleras y encontré una habitación orientada hacia el mediodía. La vista era magnífica, y tuve ocasión de contemplarla a mis anchas. El castillo está en el borde de un tremendo precipicio. Hasta donde alcanza la vista, se extiende un mar de verdes copas de árboles, cortado a trechos por profundas grietas. Después de contemplar el paisaje, proseguí mi exploración y sólo hallé puertas y más puertas, todas cerradas con llave. A excepción de las ventanas que se abren en los muros del castillo, no existe salida alguna. ¡El castillo es una auténtica prisión y yo soy su prisionero!
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El Conde Bakura
FanfictionMarik Ishtar, un joven abogado, se ve obligado a viajar al castillo del conde Bakura, en los Cárpatos de Transilvania. Tras permanecer varios días como huésped del conde, descubre que no se trata de una persona común, sino de un ser despiadado y rui...