No estaba solo. La habitación seguía igual: podía ver mis huellas en el suelo sobre la gran abundancia de polvo. Frente a mí, bañadas por la luz de la luna, había tres mujeres jóvenes. Al verlas creí estar soñando, ya que, aunque tenían la luna a sus espaldas, no proyectaban sombra alguna en el suelo.
Aproximándose a mí comenzaron a murmurar. Dos de ellas eran castañas; una con cabello largo y la otra un poco más corto. La otra tenía el pelo rubio y rizado y los ojos violeta. Su rostro me pareció familiar, como si lo hubiera visto en alguna pesadilla.
Susurraron y se echaron a reír, con una risa en tal tono de dureza que no parecía brotar de sus rojos labios. La rubia movió la cabeza con coquetería. Y una de ellas dijo:
-¡Adelante! Ve tú primero y nosotras te seguiremos-
Yo las miraba, presa de una angustia insoportable. La rubia se inclinó sobre mí tanto que sentía cerca su respiración. Su aliento era dulce, pero podía notar una amarga repugnancia, como el olor de la sangre. Se arrodilló y se inclinó más sobre mí. Bajó la cabeza hasta que sus labios descendieron, pareciendo que iban a precipitarse sobre mi garganta. Cerré los ojos y esperé... Pero en ese momento sentí la presencia del conde y el arrebato de cólera que lo dominaba. Abrí los ojos y vi que su férrea mano tomó por el cuello a la mujer, y con su potente fuerza la hacía retroceder. Los ojos de la joven cambiaron su expresión a ira, sus dientes rechinaron de rabia. En cuanto al conde, sus ojos disparaban chispas de ira y coraje. Con un furioso movimiento del brazo la arrojó lejos de sí y después hizo señas a las demás, para que retrocedieran. Con una voz que pareció resonar por toda la habitación, exclamó:
-¿Cómo se atreven a tocarlo? ¡Aléjense! ¡Este hombre me pertenece!-
La rubia se volvió para contestarle: "Tú nunca amaste ¡Nunca amas!"
Las otras se unieron a ella, y en la habitación resonaron unas risas tan destempladas, tristes e inexpresivas, que estuve a punto de desmayarme al oírlas.
Luego el conde volteó y, mirándome a la cara con atención, dijo en un suave susurro:
-Se equivocan, sí soy capaz de amar. Ahora retírense! Tengo algo que hacer-
De pronto habían desaparecido. Aunque pude observar sus siluetas difusas, antes de que se desvanecieran.
Enseguida me venció el miedo y quedé sumido en la inconsciencia.
Cuando abrí los ojos, me encontraba en otra habitación, pero no era la mía, debía ser la del conde. Sentí una mano tocándome el rostro, miré alrededor y vi al conde sentado a mi lado. Pensé en apartarlo y alejarme rápidamente, pero entonces recordé: Él me había salvado de aquellas mujeres, la forma en que había reaccionado, aquello que había dicho. Me hizo pensar en toda clase de cosas y mi corazón se aceleró. El conde debió notarlo, porque me miró atento y sonrió, pero no de la forma en que siempre lo hacía, esta vez había algo distinto.
Intenté decir algo, pero me temblaba la voz:
-C-con... d... Ba-kura-
-Marik...-
Me sorprendió escuchar que dijera mi nombre, aunque aquello perdió importancia con lo que pasó después.
Bajó la cabeza despacio y me besó. Esta vez no se había detenido. Con su mano todavía en mi rostro, se colocó sobre mí.
Su piel estaba fría, sin embargo podía sentir un calor sorprendente. Se separó, y su boca entreabierta me dejó ver sus relucientes colmillos. Sus labios se encontraron con los míos de nuevo. Traté, inútilmente, de evitarlo, pero él era demasiado fuerte y la verdad... no quería que se detuviera.
Su otra mano se deslizó por mi pecho hasta mi cintura, comenzó a desabotonar mi camisa y fue entonces que reaccioné:
-No- murmuré, parando el beso. Sin embargo él no me escuchó, siguió hasta que mi camisa estaba en el suelo. Cerré los ojos asustado: "B-bast..."
Y de pronto... sentí algo que me perturbó increíblemente: Una aguda mordida sobre mi cuello; al principio fue doloroso y horrible. Luego, el dolor desapareció. Se volvió fantástico y maravilloso.
Él se apartó y me miró fijamente; un hilo de sangre caía de sus labios. Pasó su brazo por su boca para limpiarlo. También lo miré, me sentía aturdido. Retomó el beso, con tal vehemencia que me fue imposible resistirme.
Su boca se movió nuevamente hacia mi cuello, lo abracé con fuerza y, por el dolor de esa segunda mordedura, clavé mis uñas en sus espalda. Eso sólo hizo que aumentara la presión de su mordida. Dolía, dolía mucho, pero ese dolor... se sentía tan bien, que no quería que terminara.
Después de unos instantes, se detuvo y se acostó mi lado. Miraba el techo pensativo. Después se volteó hacia mí y me dijo:
-Descansa. Ser mejor que duermas, haz pasado mucho este día y debes estar cansado-
Eso me tomó por sorpresa, no es que yo lo quisiera, pero creí que ocurriría algo más esa noche.
-B-bien...- le dije, y me dispuse a dormir. Aunque con mi cuello todavía sangrando y la cabeza dándome vueltas con todos estos acontecimientos extraños, no creo que me sea tan fácil dormir.
Al final logré dormir y desperté en mi cama por la mañana. Supongo que el conde debió traerme aquí.
Cuando observo ahora esta habitación, me parece un santuario, pues no puede haber algo más espantoso que esas horribles mujeres.
He bajado a echarle otra ojeada a esa habitación a la luz del día, pues tengo que saber la verdad. Cuando llegué a lo alto de la escalera, encontré la puerta cerrada. Observé que el cerrojo no estaba corrido, pero que habían cerrado la puerta por dentro. Temo que no fue un sueño, y debo actuar de acuerdo a esa suposición.
Sin duda estoy atrapado. Anoche me pidió el conde que escribiera tres cartas: una, informando que me iré de regreso a casa dentro de unos días; otra, anunciando que salía al día siguiente; y la tercera, comunicando que me había marchado del castillo y que estaba en Bistrita. Hubiera sido una locura desafiar al conde, ya que estoy en su poder, y negarme hubiera significado provocar su ira.
Cuando lo veo, no puedo evitar acordarme de lo que pasó la otra noche, pero no me atrevo a mencionarlo, ya que el conde actúa como si no hubiera ocurrido, sin embargo, aún tengo las marcas de sus colmillos en el cuello.
Por extraño que parezca, me invade una necesidad enfermiza de que vuelva a morderme. Pareciera que me he vuelto adicto a ello, a pesar de que no ha vuelto a ocurrir desde esa noche.
Mi única posibilidad consiste en prolongar la situación actual y tal vez ocurra algo que me brinde la ocasión de escapar.
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El Conde Bakura
FanfictionMarik Ishtar, un joven abogado, se ve obligado a viajar al castillo del conde Bakura, en los Cárpatos de Transilvania. Tras permanecer varios días como huésped del conde, descubre que no se trata de una persona común, sino de un ser despiadado y rui...