❝ CAPÍTULO O7 ❞

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—Hemos llegado a destino, pasajeros.— habla la rizada.

—Oh, mi capitana, le agradezco el no haberme hecho accidentar por segunda vez.

—Señorita, ya le he dicho que golpearse con el poste no fue por culpa mía.

—Sí fue tu culpa, pedazo de inocenta.

—¡Hey!

Rogerina y Brianna ríen.

La rubia avanzó unos pasos lejos de la castaña y, con sumo cuidado de no hacer ruido, abrió las rejas que permitían la entrada al patio delantero.

Una vez cruzada la pequeña puerta, ambas chicas se dirigieron a la de la casa. Las luces están apagadas, dando a entender que la señora Taylor está durmiendo y no deben molestarla.

Tanteando el bolsillo de su chaqueta, Rogie saca una llave, la introduce en la cerradura y le da dos vueltas.

Suspira.

¿Cuántas veces más debe pedir para que la noche no acabe?

Da una media vuelta hacia la rizada.

—Bueno... eso es todo.— ríe bajito.

—Así es.— la castaña se balancea.

—Hoy me divertí mucho. Creo que fue una buena idea no ir a esa fiesta.

—Yo también. Y sí, fue la mejor idea que tuvimos hasta ahora.

Ambas sonríen. Esta vez se han dado cuenta de la hermosa sonrisa que tienen cada una.

El chirrido de los grillos es lo único que se escucha en el largo silencio luego de la conversación. Ambas piensan en no acabar con el momento; Brianna no quiere marcharse y Rogie no quiere entrar a su hogar, porque eso significaría tener que esperar horas o días para verse otra vez. Y sí, viven estando juntas pero es porque la tristeza las invade al separarse unos segundos... realmente no pueden vivir sin la compañía de la otra, realmente se gustan.

—Es... es algo tarde, deberías volver a tu casa.— a Rogie le duele decir eso.

—Sí, no quiero quedar castigada otra semana más.— poco a poco va moviendo sus pies para irse de allí.

—Luego te acostumbras.

Como siempre, sonríen.

Rogerina agarra la manija de la puerta dispuesta a entrar. Bri se ha alejado unos centímetros con la misma intención.

—Entonces... adiós.— habla la castaña, caminando marcha atrás.

—A-Adiós.—Sin soltar su agarre, se estira para poder ver marchar a la alta muchacha.

Ambas se saludan con las manos y unas dulces sonrisas, esperando volver a encontrarse.

Unos minutos después de que Brianna se haya marchado, la rubia aún se encuentra en la puerta. El presentimiento de que la rizada volvería la ha hecho esperar allí, con la esperanza de que en cualquier momento regresaría. Pero una parte suya sabía que no lo haría, que no debía hacerse ilusiones.

—¿En qué estoy pensando?— susurra a si misma y se adentra al hogar.

Se quita los zapatos, sus aretes y pulseras y el pequeño moño celeste, deshaciendo su media cola. Deja su chaqueta en el sofá y se dirige por un vaso de agua... otra vez esa sensación.

Sacude su cabeza tratando de olvidarla.
Falla.

—Vamos, Rogerina, deja de pensar en eso.— cierra sus ojos, como si, de alguna forma, le ayudarán a olvidar. Otra vez falla.

—¡Agh, maldita sea!— eufórica se dirige a la puerta, para así quitarse esa molesta sensación de que allí hay alguien esperándola.

Para en seco al abrir la puerta.

—¿Qué haces aquí?

—No podía irme sin darte ésto.

La fémina causante de sus falsas ilusiones, de sus imposibles sueños, la que la ha traído loca tantos años, la ha hecho llorar tantos más y la vuelve a enamorar, a pesar de todo, una y otra y otra vez, aquella alta, rizada, y jodidamente atractiva castaña, cumplió uno de sus tantos deseos: besarla.

Brianna la está besando.

Y Rogerina puede jurar que es mejor a como se lo imaginó.

ROGERINA HAS A DATE • fem!maylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora