"Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad".
La imagen en el espejo fue la misma que anteriormente había visto. Lucía hermosa, con un vestido que parecía abrazar cada parte de mi cuerpo. Era largo y elegante, de color tinto, muy hermoso. Los rizos de mi melena castaña caían como cascadas sobre mis hombros, hasta casi llegar a mi cintura. Los ojos me los había delineado, y mis labios estaban pintados de rojo carmesí, un poco más suave que el tono de mi vestido. Lucía muy bien.
Con un caminar lento salí de la que antes fue mi habitación y camine por los pasillos con lentitud. Los estudiantes que ahora nos graduamos teníamos que estar en los jardines del instituto ya que ahí se llevaría a cabo la ceremonia.
Todo el lugar estaba adornado con decoraciones hermosas. Cientos de sillas estaban afiladas y acomodadas perfectamente. En el gran escenario colgaban de los extremos unas letras enormes que decían "¡FELICIDADES GRADUADOS, MUCHO ÉXITO!".
Camine hacía el asiento que me correspondía mientras veía todo a mi alrededor. A lo lejos vi a mis padres y a Peter sentados. Este último no lucía para nada contento. Cuando noto que lo estaba mirando su expresión se torno más molesta, y apartó la mirada de inmediato. Mis padres charlaban entre si, ajenos a que yo los miraba desde mi asiento.
Antes de que iniciara la celebración tuvimos que escuchar una hora de misa. En todo momento estuve más perdida en observar como Gabriel hablaba, como lucía con esa sotana perfectamente blanca y como parecía que con cada palabra le decía adiós al lugar, y a lo que pensó que sería su profesión por siempre. En algún momento de la ceremonia me miró y sonrió con disimulo. Solo nosotros dos sabíamos que este sería el último día donde sería un sacerdote y yo una alumna.
Después de terminar con la hora de misa comenzó el acto académico. Algunas personas (maestros y monjas) hablaron por micrófono dándonos pequeños discursos motivacionales.
Uno por uno fuimos levantándonos de nuestro asiento cuando mencionaron nuestros nombres. Caminamos hasta la plataforma donde se encontraban Gabriel, la sustituta de la madre superiora y otros sacerdotes y maestros entregando nuestros diplomas. Pase por el mio cuando fue mi turno. Gabriel me sonrió y con disimulo rozo su mano con la mía, haciéndome sonreír más.
La fiesta organizada por el colegio comenzó. La música ligera de fondo le daba un toque sofisticado al lugar, y muchos se encontraban bailando en la pista de baile que habían improvisado. Los estudiantes bailaban con sus parejas o amigos, mientras que algunos padres charlaban entre si mientras bebían vino y se contaban un montón de idioteces acerque de sus trabajos, cosas como cuánto dinero ganaban al año y cuantas inversiones tenían.
-Muchas felicidades Paulette.- Gabriel se acercó a mí sonriendo. Ya no tenía la sotana, ahora estaba vestido con un Smoking negro, una camisa blanca junto con una corbata gris con pequeñas rayas negras de adorno. Con la sotana puesta lucía hermoso, pero cuando se vestía como un mortal más estaba muchísimo más guapo.
-Gracias, Padre.- Le dije con burla. Él sonrió al escucharme y sacudió la cabeza.- La ceremonia estuvo bien.
-Si, lo fue. Por mi parte fue un pequeño despido de este lugar que siempre me acompañó, desde muy pequeño vi como poco a poco fue creciendo. Es raro el decirle adiós.
-¿Te arrepientes de la decisión que vas a tomar?.- Pregunté con inseguridad. Muchas veces por la noche esa pregunta me desvelo. Entiendo que él me quiere, pero tal vez en algún momento decida mejor quedarse aquí.
-No, jamás me arrepentiré de esto Paulette. Te amo.- Susurro lo último. Una de las monjas llegó y le dijo algo a Gabriel, él asintió y se disculpó conmigo diciendo que tenía que ir a arreglar un asunto.
-Por fin has logrado algo en la vida.- La voz de Peter me hizo girar. Estaba al lado de mi con su estúpida sonrisa pintada en el rostro. ¿Por qué siempre era tan molesto?.- Debería decirte que estoy orgulloso de ti, pero sería mentira.
-No quiero pelear hoy contigo, adiós.- Trate de irme pero su cuerpo se interpuso en mi camino. Puse los ojos en blanco y lo enfrente.- ¿Vienes a reclamarme por lo que pasó la última vez que tú y yo estuvimos solos? ¿Quieres una disculpa de mi parte por haber querido matarte?.
-Sí.
-Pues no la tendrás, no me disculpo por eso, y mucho menos me arrepiento.- Vi como a lo lejos mi padre se iba acercando hacia nosotros. Tal vez estaba asustado de que pudiera hacerle algo.- Lo único que me arrepiento es de no haber utilizado la suficiente fuerza para haberte dejado en coma para siempre.
-Espero que tus malditas palabras te las tragues, que se regresen para ti de una fuerza mucho mayor. No tienes ni una puta idea de lo que es estar en ese estado.- Dijo con rabia. Sus ojos se habían oscurecido, mientras que parecía estar apunto de echar humo por la nariz.
-Tú no tienes idea de lo que es aguantar a una familia que en cada momento vuelven mierda tu vida. Como cada vez que intentas hacer algo ellos están ahí para destruirlos. No me malinterpretes, no es por cuestión de cosas superficiales como que no me dejaban salir o no obtenía siempre lo que quería, hablo de la paz y la integridad que una familia se supone que te debe de darte. Jamás conocí eso. Viví en una sombra, acosada por tu maldita diversión de maltratarme, por una madre que me odia por el simple hecho de nacer y de un padre ausente.
-Madura ya, esas cosas ya pasaron.- Fue lo único que dijo. Sonreí con amargura.
-Sí, ya pasaron. Adiós Peter, tal vez esta sea la última vez que me veas.- Me acerque a él y le di un pequeño apretón en el hombro. Solía hacerle eso cuando éramos niños y quería que él dejara de molestarme.- Hubiera sido lindo si por lo menos hubiera tenido a un hermano en quien confiar...pero eso, al parecer, era pedir demasiado.
Y me aleje de ahí con rapidez, ignorando el hecho de que mi padre había escuchado todo y me miraba con tristeza. ¿Dónde mierda está Gabriel?.
Gabriel abrió la puerta de su despacho encendiendo la luz. Ante él , la imagen de un Justin sentado con la cabeza entre sus manos le dio la bienvenida. Justin no se movió ni siquiera cuando Gabriel cerró la puerta con fuerza, avisando de que él ya estaba ahí.
-¿Tú eras quien quería que lo confesará?.- Justin no contesto nada, solo asintió débilmente sin mirarlo. Pudo observar como el cansancio físico del muchacho comenzaba a consumirlo. ¿Hasta que punto alguien como él podía aguantar tanto?.

ESTÁS LEYENDO
Los siete pecados. [Editado]
DiversosGabriel la vida no siempre es un pecado, y a veces el pecado es la entrada al paraíso. Ira, envidia, soberbia, gula, pereza, lujuria y avaricia. No son solo simple acciones negativas, son aquellas cosas que te condenan eternamente. Para Paulette...