te esperé durante un año luego de que te fuiste, mis ojos como amapolas y boca reseca.
la esperanza abandona el paraje y tú sólo me dices que volverás, que seré capaz de verte.
que me querrás aún pasadas las décadas.
te esperé un año luego de que te fuiste pero me cansé y no supe qué hacer. la miel no sabía ya como antes y el verano amenazaba con destrozarme.
la primera semana fue una miseria. cortes en los brazos de tanto arañar mis penas y dos cuencas por ojos empetrolados.
la segunda semana seguía llorando a mares. no podía sacarte de mi cabeza (y eso que aún no lo hago)
la tercera semana (y la quinta, y la sexta, y la séptima) no la recuerdo. no quiero hacerlo.
al año, te seguía esperando.
mi madre dice que seguí haciéndolo hasta dos años después. no tengo el corazón para decirle que aún lo hago, que aún te espero.
en mi mente aún somos esos niños de nueve y doce años con esperanzas en los cabellos. los tuyos eran oscuros, los míos eran rojizos.
los de ambos perdieron el color luego de tanto tiempo.
en mi caso, por la luz. en el tuyo, por la falta de
mi abuelo dice que la pena que llevan los hombros no se pasan nunca. nunca soy capaz de responderle que sí, que tiene razón, que jamás se pasan. se aguantan y ahogan pero es que eso es imposible, porque nadan. las penas nadan y no puedes ahogarlas
en mi mente aún es ese tres de diciembre de colores terrosos y brillantes, ese en el que el sol bailaba sobre tu piel y besaba tus pómulos.
así es que nos conocimos un tres de diciembre y nos perdimos el mismo día, cinco años después;
pero es que yo sigo siendo esa niña que te esperaba con las manos en jarras para que le besaras las mejillas,
y a veces,
solo a veces,
olvido que has muerto
((( y yo aún te espero )))
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antología de confianzas rotas
Poesíaellos cantaban sobre el mañana, pero el mañana jamás llegó