La vida, esa sinfonía agridulce.

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"Mi sol, mi esperanza y mi fe"

Poco a poco el día fue perdiendo su color, el sol se escondía detrás de las nubes. Los pájaros dejaban de cantar y los chicos volvían a sus casas después de jugar en las plazas. Poca era la gente que transitaba por el centro, sus caras de nada trasmitían la mas agria sensación de vivir en un mundo opaco. En ese instante, me di cuenta de que la vida tomó un color gris, como si le hubieran puesto un filtro de Instagram.

Eran las siete y media de la tarde, cerrando la oficia se larga a lloviznar. La verdad es que no me sorprende. El día estaba tan feo, que hasta que te rompan el corazón era mas agradable. Camino hacia a la parada saco la sube para tomar el 603 (jodido 603), pero fue tanto el viento que había que la sube se me voló de las manos. Por suerte camino unos pocos pasos y logro levantarla del piso, sin que siga alejándose. En mi cabeza la única explicación que encontraba para el panorama, era de que la tierra estaba enojada consigo misma y se desquitaba con nosotros, sus insolentes habitantes.

Tuve que esperar unos 25 minutos entre el viento y un tipo que hablaba con su amigo de que Yanina "la puta" le entregaba "el orto", mientras en mi cabeza me preguntaba cuantos años hemos retrocedido para vivir con semejantes cavernicolas -Años? Milenios- pienso mientras me río por dentro.

Viajo sentado al final del colectivo, me pongo los auriculares porque llegue a la conclusión de que si prestamos atención a lo que habla la gente, uno se enferma. CUIDADO, algunas personas son toxicas. La virtud de los días mortíferos, es que es poca la gente que viaja en transporte publico, entonces uno va más cómodo. Escuchando música, mirando por la ventana y navegando en mi mente. Esos momentos en los que conseguís encerrarte en tu burbuja y alejarse de la radiactividad que emiten los seres humanos.

Poco duro ese momento de estabilidad. Un chico de 15 años toca mi hombro y me saco los auriculares.

-Señor no tiene una moneda para darme?. Su mano temblaba y su mirada me transmite la sensación de que no estaba ansioso por lo que yo le diera, si no por lo que iría a comprar después. ¿Comida?, ¿Droga?, ¿O sus padres lo obligaban a pedir monedas?. No tardo mas que un segundo en contestar. Pensamientos que van a la velocidad de la luz.

-No tengo un peso, che. Pero si queres me sobraron unas galletitas de la oficina.

Abro la mochila para darle ese paquete de diversión que me compre para acompañar el café.

-No las quiero. Yo te pedí plata no comida, si no tenes dinero porque no me das tu celular.

El ambiente estaba tan tenso que hasta podría llegar a cortarte. Estaba solo al final del colectivo, el colectivero escuchando música no se precipitaba de la situación. De inmediato sacó un cuchillo de asado, estaba nervioso, excitado. Se abalanza contra mi y el colectivo frena de golpe. La vida responde por mi y aprovecho la situación.

-¡Chófer este pendejo me quiere robar!. Grito para llamar la atención del colectivero y las pocas personas que viajaban.

Me paro, enojado, y lo empiezo a empujar contra la puerta del colectivo y sin dudarlo se hecha a la fuga. Mierda, el día iba de mal en peor. Pero intentando sacar algo positivo me acuerdo de que en dos paradas más ya llego a mi casa.

6:33 de la tarde, miro mi celular para orientarme de la hora que estaba llegando. Ya era de noche y por suerte había dejado de lloviznar, pero las rafagas de viento que habia te penetraba todo el cuerpo hasta llegar a los huesos.

Entro a casa y dejo mis abrigos en el vestíbulo, ya estaba en mi refugio. Castillo con enormes murallas lejos de todo. Voy hasta a la habitación y ahí estaba ella, acostada con los ojos semi cerrados mirándome. Al parecer la desperté de su siesta al llegar a casa, aunque estaba tan oscuro que parecía que ya era la hora de dormir para el siguiente día. Me desvisto y me acuesto con ella, la cama estaba caliente por el calor que trasmitía su cuerpo. A veces me da la sensación de que es un Sol. Le doy un beso en la frente y me quedo mirando sus hermosos ojos color verdes. Sonrío.

-¿Como estuvo tu día amor?. Me pregunta mientras se limpia las lagañas que tiene en sus ojos, aunque para mi, le quedaban perfectas. Fanático de la simpleza.

Me tomo un tiempo en responder. Sin querer me pierdo en esos ojos. Me tiro de ellos como si fueran una pileta y me pongo a nadar, Me sumerjo, salgo, me vuelvo a tirar y me dejo hundir poco a poco sin importar que ya no tenga oxigeno. Porque cuando estoy adentro de ellos, los días vuelven a tomar color. Los pájaros vuelven a cantar. Los chicos juegan felizmente en las plazas. No hay menores pidiendo monedas en los colectivos por ser consecuencia de un sistema podrido como carne de leproso.

-¿Facu?. Parece preocupada.

Desorientado, en cuestión de segundos vuelvo a la realidad. Me expulsó de sus ojos. Mierda, la estaba pasando bien. Y es que entendí, entendí que la vida es mucho mejor si es a través de ella. Me pongo feliz.

-Perdón, me colgué pensando, ¿mi día?, estuvo excelente y termina mucho mejor.

Le sonrío, estábamos a 2 centímetros de distancia cara a cara. Le doy un beso en la frente y cierro los ojos. Me abraza y me dejo llevar por esos abrazos que te hacen sentir que la vida, es hermosa.

Conurbano moodWhere stories live. Discover now