3: Habría que matar a la cabra en celo que tienes escondida en la garganta

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—¿Te has vuelto loco?

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—¿Te has vuelto loco?

Agoney levanta la cabeza, encontrándose con la mirada desaprobatoria de Nerea. Arruga la frente, sin entender por qué parece enfadada con él. ¿No la ha defendido de sus acosadores?

—No te entiendo...

Nerea resopla, pareciendo exasperada por las contestaciones de su amigo, que sigue sin entender nada. La rubia se sienta en lugar a su lado, que minutos antes estaba ocupado por Raoul. Agoney mira a la puerta del despacho de la directora. No se quiere ni imaginar la que le espera cuando acabe de hablar con el otro implicado. Porque está claro que no va a contar nada sobre el bullying, y toda la culpa será para él.

—Ago... Llevan metiéndose conmigo mucho tiempo, pero he podido vivir con ello. Ahora acabas de darles un objetivo nuevo. Y gratis.

—No se atreverán a meterse conmigo después de lo de hoy.

—Pues justamente por eso van a por ti. Porque te has metido con su líder. O uno de ellos, al menos. Lo has herido donde más le duele: en el orgullo, y lo vas a pagar. —Aprieta sus manos con las suyas. Entonces, recuerda algo—. ¡Por cierto, te he traído hielo!

Se lo pone en la mano derecha, justo en los nudillos. Agoney cierra los ojos, relajado. No quería admitirlo delante de nadie, pero le lleva doliendo desde que golpeó al imbécil de Raoul. Se alegra de tener a alguien que se preocupe por él tanto como él por ella. Sonríe con gratitud.

—¿Es tu primer gancho? —Vuelve a mirarla ante su pregunta.

—¿Gancho? —Alza las cejas, sorprendido.

—Primer puñetazo, me refiero. Digo, porque no pareces acostumbrado.

—¿Has hecho boxeo alguna vez, o algo así? —Se ríe, divertido.

Nerea se encoge de hombros, con una sonrisa traviesa.

—He hecho de todo, a lo largo de mi vida. —Sujeta la bolsa del hielo, sin dejar de mirar a sus manos—. No voy a poder soportar que se metan contigo por lo que ha pasado. Y más después de lo que has hecho por mí.

—No me importa. —Afirma, resuelto—. Voy a soportarlo y a arreglarlo como pueda, pero no voy a permitir que nadie te vuelva a hacer daño.

La joven rubia abre los ojos con fuerza y, sin previo aviso, lo abraza, casi tirándolo de la silla. Tras sobreponerse del susto, la abraza con el mismo ímpetu. Cada vez lo tiene más claro. Esa chica es especial y no va a dejar que sufra más.

Escuchan el sonido de la puerta y se separan. La directora lo mira con severidad mientras Raoul sale. Suspira, llega el momento de contar su versión de la historia y esperar a que lo crean en lugar de al chico de la cara bonita.

 Suspira, llega el momento de contar su versión de la historia y esperar a que lo crean en lugar de al chico de la cara bonita

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