c u a t r o

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Luego de aquél suceso, no volvieron a chocarse más en el transcurso del día, hasta que llegó la hora de la cena. Cada uno estaba en un lugar de la casa, haciendo lo que se le diera la gana, aunque ahora, estaban Tom y Edd en la primera planta, juntos, específicamente en la cocina del hogar, en un silencio acogedor, teniendo de fondo el ruido generado por la sartén y el agua hirviendo.









—Dame la sal, por favor—pidió el castaño, al ojinegro. Éste sin problemas le dió el cuenco donde dejaban ésta, para luego volver a mirar con atención cada acción del contrario.








Habían quedado en hacer la cena entre ambos, ya que según el mayor del hogar, el menor de éste necesitaba aprender más sobre cocina, supuestamente no valía saber hacer pasta precocinada o comida preparada desde el supermercado.








Fue algo simple, como para no marear a Tom con una receta súper difícil o algo así, aunque el artista tampoco supiera muchísimo más. Una vez tenían todo terminado, chocaron los cinco, como cuándo eran niños pequeños, mientras una sonrisa decoraba sus rostros, para luego dirigirse hacia la sala, con la idea de quizá jugar videojuegos o algo.  O al menos ésto creía el de cabello en puntas, pues eso solían hacer, pero el de sudadera verde negó, no tenía ganas y era algo muy monótono.








—Tom... ¿Puedo preguntarte algo?—ahora sí, estaba todo en silencio. Ese tono de voz puso un poco nervioso al de menor estatura, sabía que el chico de ojos castaños solía ser alguien sarcástico o bromista en gran cantidad de ocasiones, pero ahora había logrado dejar esa idea de lado, ya que parecía algo inquieto. Aunque éste notó la duda en Tom, por lo que se dejó ver inexpresivo otra vez.








“Sí, adelante”








Una mueca cargada de muchísimas emociones las cuáles a Tom se le mezclaron costándole descifrarlas bien fue suficiente para éste, sabía que algo cargaba consigo Edd, pero prefería evitar situaciones.







—¿Qué opinas de Tord? Digo, ¿Cómo te cayó? Sé que generalmente sueles tener m...—su voz era lo mismo que la ansiedad, iba súper rápido en sus palabras y la gesticulación utilizada tampoco era la mejor. Decidió callar al sentir la pequeña mano de Tom sobre su boca, notando la expresión de éste, una ceja alzada, como diciendo, básicamente, que se callara o terminaría estampándole la cara en el suelo.






“Como alguien amable, tolerante y, se me hizo raro, pero algo familiar”  aquella fue su única opinión, para luego dirigir la vista otra vez sobre el de sudadera verde. Le estaba poniendo nervioso su actitud tan rara.





Otra vez, prefirió evitar cualquier cosa, pero a base de indirectas decidió llegar a Edd, básicamente, cruzándose de brazos y observándole con desaprobación. Iban a terminar sacándole de quicio en aquella casa con todas las estupideces que cargaban.





—¿Qué? ¡Yo no hice nada! Solo me puso algo inquieto que pienses lo de que se te hace familiar porque... A mí me sucedió algo parecido, pero dudo mucho que así sea, es obvio, si viene desde Noruega, en la vida lo he visto—se excusó, encogiéndose de hombros. Su voz, tan natural, sincera, y acogedora, como misteriosa. Así era, no podía estar mintiendo.





“Es una casualidad” se excusó también, para luego suspirar.





—Claro que lo es—dijo con simpleza, para luego levantarse del sofá— voy a buscar a los chicos para cenar, tú pon los platos, ¿Sí?





pianista ; tordtomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora