Cambio de rutina.

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Resumen: "Desde que perdió a sus padres el mismo día en que cumplió sus trece años, Mikaela nunca deseo festejar más su día especial. Pero Krul, su querida ahora casi madre decidió que eso tenía que cambiar."

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Krul miraba indecisa las dos lanas de colores entre sus manos

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Krul miraba indecisa las dos lanas de colores entre sus manos. Verde o azul, esa era la cuestión. No sabia que color quedaría mejor en lo que tenía planeado hacer, pues el verde era el color favorito de Mikaela pero el azul realmente resaltaría sus ojos. Además sabía que le hacia falta mas de ese color, porque bueno, en verdad le quedaba y Krul quería hacer algo bonito para el chico.

No estaba segura de como se lo tomaría el menor ya que había pasado años desde la última vez que Krul decidió darle un regalo. En cumpleaños pasados Mikaela simplemente se negaba a salir o aceptar cualquier pequeña cosa de alguien, encerrándose en su cuarto o tratando de no tener contacto alguno con las personas.

Krul muchas veces lo había podido escuchar llorando en las madrugadas, y aquella bella y calmada voz que caracterizaba al chico siendo totalmente opacada por el llanto. Eso la destrozaba por completo porque aún cuando lo intentaba, este no se dejaba ayudar en absoluto complicándole todo.

Mikaela hacia algún tipo de barreras a su alrededor y se refugiaba, esperando ser él mismo su única compañía, esperando no molestar a nadie y queriendo resolver sus problemas solo. Krul sabía que en el fondo deseaba que alguien lo abrazara y le dijera que todo estaría bien, que lo consolara. Pero que no quería admitirlo por el simple hecho de encariñarse y volver a sufrir por una perdida, por el pensamiento de poder hacer las cosas por sí mismo y no verse débil ante nadie.

Tocó sus mejillas notando de inmediato que éstas estaban húmedas, recientes lágrimas que no había sentido resbalar de sus ojos se encontraban mojando su rostro, y su nariz y pómulos se habían pintado de un rojo suave.

Krul frotó sus ojos tratando de disipar cada rastro de lágrimas de ellos, suspirando. No era momento de llorar, debía mostrarse feliz, por ella, por Mikaela.

El menor se encontraba en clases, por lo que aún tenía tiempo para decidir que hacer. Primero, haría algo de comida, un poco de limpieza y terminaría lo que estaba a penas empezando con las lanas, ya luego miraría cual de los dos colores iba a usar.

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¡Hey, Mikaela! » especial mk.hy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora