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POV Julia

Ahora mismo estoy en la consulta del doctor Márquez, el psiquiatra que a veces venía a visitarme a mi habitación para ver si las pastillas, que por cierto son muchas, me hacen efecto. Solía contestarle las mismas cosas para que me dejara en paz, pero acabó cansándose de escuchar siempre las mismas respuestas y decidió pasarme consulta en su despacho. Ni que decir tiene que el término médico ni se le acerca. Normalmente los médicos suelen preocuparse por tu salud, ya sea física o mental. Repito, normalmente. A algunos les das igual, si total, van a seguir cobrando lo mismo a fin de mes. Bueno, pues Márquez es mucho peor.

El doctor Márquez no es una persona amable que digamos. Cuando entro a su consulta, lo primero que hace es mirarme con aires de superioridad, como si por no estar en mi lugar fuese mejor que yo. Según él, padezco de depresión psicótica, una enfermedad que incluye síntomas de la depresión, pero que, además, la persona que la padece suele sufrir delirios sobre lo que ocurre a su alrededor. Dice que mi caso es de los más avanzados que ha visto en toda su carrera. Sinceramente, no sé si ha habido algo en mi vida que pudiera causarme esa enfermedad, algún trauma o que alguien de mi familia haya sufrido algún trastorno parecido. Solo sé que Márquez no me ayuda ni siquiera a controlarla.

Siempre me repite que ella fue un producto de mi mente, que no ha sido real y que tengo que olvidarla a la voz de ya si quiero avanzar en mi tratamiento. Acto seguido me pregunta si tenía novio antes de entrar aquí. Yo le respondo que sí, pero que ya no tengo contacto con él y que con el paso del tiempo le había olvidado. Aitor. No sé ni como llamarle, mi novio, mi exnovio... Aunque bueno, después de lo que tuve con ella dudo mucho que deba llamarle novio. La verdad es que no recuerdo apenas nada de mi relación con él, solo recuerdo un sentimiento de monotonía, rutina y agobio que sentí antes de entrar aquí. Realmente, no recuerdo casi nada de mi vida anterior a esto.

-Julia, ¿me estás oyendo? -Salgo de mis pensamientos para volver a la realidad.

La consulta es muy diferente al resto de las habitaciones. Completamente pintada de blanco, separada en dos mitades por una cortina que detrás escondía una camilla, varias plantas repartidas en los rincones, un mueble con varios cajones en los que pone una etiqueta que pone "archivos" y una mesa en la que él se sienta, donde tiene un ordenador y varios papeles que hacen una montaña. La única cosa que tiene en común con mi habitación es que no tiene ni ventanas ni reloj. Una enfermera estaba sentada a su lado, con las manos sobre las piernas. Parecía que estaba intentando con todas sus fuerzas no realizar ningún movimiento fuera de lo normal.

-Eh... Sí, disculpe.

-¿Qué te estaba diciendo? -En su voz noto un tono de condescendencia, retándome a repetir sus palabras aún sabiendo perfectamente que no le estaba escuchando.

Le miro por un momento, notando sus ojos clavados en mí. Un escalofrío me recorre la espalda y le retiro la mirada para dirigirla hacia mis manos.

-No me estabas escuchando, ¿verdad?

No quiero admitirlo. Sé que si lo digo en voz alta le daré un motivo para hacerme cualquier cosa, pero no me queda otra.

-Lo siento -Digo con un hilo de voz.

Márquez se echa hacia atrás en su silla y cruza los brazos.

-¿Sabes? Hoy me encuentro de buen humor y por esta vez te lo dejaré pasar, pero la próxima vez tendrás que atenerte a las consecuencias.

Cuando ha pronunciado la palabra consecuencias, noté que me miraba fijamente, aunque yo sigo sin mirarle. No podía. Además, el tono de su voz me ha provocado arcadas porque ya sé a qué consecuencias se refiere. Más de una vez he oído a los enfermeros hablar entre ellos sobre cómo Márquez "castiga", por decirlo de alguna manera, a las enfermeras que no hacían lo que él decía. No tengo ni que decir que me resulta asqueroso.

You're Gone and I Still Love You. (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora