Meraki

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Nuevamente se despertaba de aquel sueño. Ese, donde un hombre aparecía frente a sus ojos. Él, cubierto con una fina tela, dejaba ver su cuerpo desnudo. Pero, más allá de sus torneadas piernas o su definido abdomen, su rostro, su bello rostro captaba sus ojos. Esa mirada, esa expresión de infinita paz le cautivaba; poseía unos labios de un considerable volumen, pareciendo estos dos esponjas que llamaban a ser besados. Una nariz de una inclinación hermosa, y ni hablar de sus ojos, aquellos bellos orbes color avellana que atraían al mirarlos, ellos rasgados denotando su muy probable raíz asiática. Su cabello de un profundo color castaño, dándole un matiz de misterio a la figura que se presentaba allí. De tal vez ciento setenta centímetros de estatura, si no es que unos cuantos más. No tenía expresión alguna, tan sólo un rostro que manifestaba una inconmensurable paz y que era capaz de transmitirle sentimientos que  nadie nunca le había hecho sentir. Así lucía el que era, literalmente, el hombre de sus sueños.

Jamás, jamás en su vida se había sentido atraído hacia alguien, ni siquiera alguien del sexo opuesto. Sin embargo, ahí estaba él, delirando por una imágen inexistente que encarnaba un hombre de exagerada belleza.

Pero, ¿es que era atracción física? ¿es que realmente gustaba de mirar a aquel hombre desnudo? ¿o, era más bien la admiración a tan basta hermosura?

No, no lo sabía. Así como tampoco sabía la procedencia de aquel varón; había aparecido en sus sueños hacía unos meses, y no tenía ni la más mínima idea de quién podría ser. Estaba seguro que nunca en su monótona vida le había visto, pues de haberlo hecho, recordaría con exactitud tan increíble apariencia; no obstante, ahí estaba, cada noche apareciendo majestuosamente ante él.

Con un profundo suspiro, se puso de pie para tomar una ducha, necesitaba sacarse la pesadez del cuerpo. Una vez fuera de la cama, se quitó cada una de sus prendas, y caminó hacia el cuarto de baño. En su trayecto se cruzó con su espejo, donde pudo observar su cuerpo.

¿Era él tan hermoso como el del sueño? Ciertamente, a su parecer, él no lo era. Ni él, ni ningún otro hombre tenía esa etérea belleza, nadie sobre la faz de la tierra era dueño de una apariencia tan agraciada.

Dentro del baño, una vez el agua recorrió su cuerpo y el jabón se paseaba por su blanca piel, reflexionó un poco; él, siendo un artista, se encargaba de transmitir sentimientos a través de sus obras y, también, de plasmar la basta preciosidad de cualquier ser que lo mereciese. Así que, si el hombre del sueño representaba a sus ojos la más fina y pura hermosura, se veía en la necesidad de materializar a aquel humano de divinas fachas. "Si", se dijo a sí mismo, "definitivamente tengo que hacerlo."

Las tareas cotidianas de la mañana habían finalizado ya, y ahora se hallaba sentado bebiendo una amarga taza de café, analizando el gran bloque de mármol que se encontraba frente a él. Tenía en su posesión varios bloques de esta piedra en diversas tonalidades, pero optó por el mármol blanco que se encontraba allí; traido desde Italia, era el material de mejor calidad que tenía en todo su almacén.

A diferencia de otros artistas, al trabajar este material no requería de una obra previa hecha de barro o arcilla; siempre tomaba el riesgo al hacerlo directamente en la piedra, aún si esto suponía perder todo el trabajo por el más mínimo error; claro, que esto no le pasaba a menudo, puesto que era un artista talentoso y él lo sabía. Confiaba plenamente en sus habilidades. Por lo tanto, solamente trazaba los perfiles de las dimensiones en los bloques; sin embargo, este trabajo era diferente y él lo sabía con certeza.

Dejó la taza de café en la mesa y tomó el cincel y la maza. No, esta vez no necesitó trazar con gis sobre la extensión del mármol; se dispuso a hacerlo directamente, cincelando la silueta del hombre. Era más bajo que el, por lo tanto, bastante cómodo para realizar.