CAPITULO 6 - La fiesta

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No me lo puedo creer! És como la casa que siempre quise.La planta baja era totalmente acristalada con los marcps en madera, la xasa está cubierta de piedra, y en la primera planta se ven unos ventanales preciosos, uno de ellos desemboca en una pequeña terraza, también acristalada, con dos hamacas de mimbre tapizadas en blanco.

Bajo de la limusina y el jardín me asombra, es grandísimo, tiene una piscina enorme, con el agua cristalina.

Nos acercamos a un corro de gente cogidos del brazo, pasó un camarero con copas de cava, cogimos una cada uno y brindamos "por que esta noche sea inolvidable".

Mientras comentaba con mis amigas lo bonito que era todo y lo bien que lo estaba pasando oimos como las chicas que teniamos detrás cuchicheaban:

-Has visto esa que venía con el Yonyi?- murmuró una.

- Sí, debe ser su nueva distracción, él no tiene relaciones serias- se reian.

Me sentí mal, de verdad pensaría eso él de mi?

Fui a buscarle, le dije queria irme, no me sentia cómoda y mucho menos después de lo que acababa de escuchar.

- No te vayas por favor, si el problema son ellas las hago echar inmediatamente. - Me pidió.

Acto seguido, hizo un gesto a uno de sus hombres y éste las expulso al instante.

Ya se ha hecho tarde y la gente se marcha:

- Ya estamos solos- dice con una sonrisa que le inunda la cara.

Coge mi cara entre sus manos y me besa con pasión, empieza a acariciarme el pelo y baja su boca hasta mi cuello:

- Aqui no por favor. - le pedí entre susurros.

- Tienes razón, subamos.

Me cogió del brazo y tiró de mi hasta su habitación, bajo la cremallera despacio, mientras yo sacaba su camisa y deshabrochaba cada botón, pasaba la palma de mi mano por ese torso tan marcado, sintiendo có su corazón latía cada vez más fuerte y rápido, le bajé el pantalón:

-DIOS MIO QUE CUERPO! - exclamé.

- Pues és todo tuyo. - me dijo acercándose a mi cuello para besarlo.

Hicimos el amor durante un rato, mi cuerpo no tardó en llegar al orgasmo:

-Ooh, Yonyi.- grité.

Él también llegó rápido y terminó chillando mi nombre, se puso de pie para quirarse el preservativo, que enrolló en un papel y tiró a la papelera.

Nos tumbamos y mientras me abrazaba con esos brazos tan firmes y suaves me quedé dormida.

Los narcos también se enamoranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora