LA HERIDA DE UN CORAZÓN 🌹

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Maeve seguía cada vez más cerca de una capilla detrás de aquel enorme jardín, al abrir las puertas aquella sombra desaprecio, la joven se encontraba en una de las tumbas más hermosas que nunca imagino ver, aquella escultura de una mujer entre un manto de rosas que salían por entre sus brazos y piernas, era en verdad una figura fascinante de admirar que Maeve quedo boquiabierta de tanta belleza.

Las puertas de nuevo se abrieron y una doncella elegante con unos enormes ojos verdes y cabellos dorados, bien peinada y bien vestida había entrado.

—¿Quién eres tú?—por una extraña razón esa misma sombra la había guiado hasta Maeve.

La joven no respondió, sus palabras se quedaron sin voz.

—Te he hecho una pregunta.

Maeve, miro a la joven, trato de idear un plan alternativo que excluyera cualquier tipo de tontería.

—Así que no me responderas, perfecto.

Anabela trato de abrir su boca pero Maeve se apresuro en taparla con sus dos manos.

—Vine a ver a la princesa Anabela de un asunto... muy importante, porfavor no se lo diga a nadie.

—¿Para que quieres verla?—la intriga dentro de la princesa creció.

—T...tiene que venir conmigo.

Anabela se sorprendió, quiso indagar más.

—¿Contigo?, ¿para qué?—Al no escuchar una respuesta, Anabela amenazó al abrir de nuevo su boca.

Maeve en ese momento no tuvo otra alternativa que decirle.

—Hay alguien que necesita de su ayuda.

—¿De mi ayuda?—La princesa lo dijo en su mente pero no se percató que tambien lo había dicho en voz alta.

—¿U...usted es la princesa?—Maeve desconfiaba muy rápido de las personas y más de aquella mujer curiosa.

—¿Quién? ¿Quién necesita de mi ayuda?—se exaltó un poco.

—Entonces ¿si es?—preguntó de nuevo, aunque por la descripción que ambos hombres le dijeron, estaba la mitad convencida.

—Si, así que en este momento le exijo que me diga, quién necesita de mi.

Aunque si desconfío un poco y titubeó al principio se lo dijo.

—El... el rey.

Anabela abrió los ojos como dos enormes platos, actuando muy sorprendida.

—¿Ha...Hans?, es imposible.

—Es posible—Maeve observaba toda reacción cuando ella lo asimilaba.

De nuevo Anabela pensó en un corto periodo de tiempo.

—Asi que si usted es la princesa se lo imploró, tiene que venir conmigo—se atrevío a tomarle de la mano.

Después de salir por el mismo camino por dónde entró, ambas galopearon contra el frío viento, emprendieron juntas el camino hacía donde estaba Hans.

La rosa seguía en su posición, parecía agonizar y el mismo rey sabía que su tiempo se agotaba pero eso no era lo que más le angustiaba. Después de que despertó Conrad le dijo todo, Maeve había arriesgado tanto su vida como su tiempo en ir a ese lugar y Hans estaba muy preocupado por ella, ya transformado en bestia siguío moviéndose, en el momento que decidió ir a buscarla escuchó el sonido de un caballo aproximándose, alertandolo.

Por su parte Anabela y Maeve habían llegado al lugar, la joven bajo al igual que la princesa mientras gritaba su nombre dentro de la mansión pero nadie le respondió hasta llegar afuera.

EL DESEO DE UNA ROSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora