Premoniciones.

183 3 0
                                    

Primera Premonición

MARTA.

Perdidos y sin rumbo.

 No sé cómo hemos llegado a esta situación. Javi estaba allí, a mi lado, con una estaca de madera que siempre llevaba encima desde que nos metimos en esto. Y por primera vez en mucho tiempo parecía fuera de juego, asustado, sin saber qué hacer. Intentaba no dejarse llevar por el desasosiego, por el desánimo. Pero ese desánimo cundía, y mucho. Le veía mirar hacia delante, hacia atrás, a ambos lados, con un gesto muy serio en su cara, tan serio como nunca le había visto. Casi diría que tenía miedo. Estábamos los dos solos allí, encerrados en aquella especie de laberinto místico, rodeados por los cuatro costados. Sabíamos que avanzaban por los amplios pasillos para encontrarnos. Javi ya había llamado a José Antonio, a Rafa, a Laura, a Sergio y prácticamente todos estaban buscándonos. Sabían la ubicación del sitio, sabían qué había dentro. Pero lo que no sabían era el lugar exacto en el que estábamos nosotros dos.

No me explicaba cómo habíamos podido dejarnos coger así. Pero aun así tengo que confesar que, si hubiera sabido desde antes que esto iba a suceder, no habría salido huyendo, abandonando a todos mis amigos a  su suerte. Esto me había atrapado desde el primer momento en que puse un pie en tierra después de bajar de aquel avión. Y no podía abandonar ahora. Y, de haber querido, no habría podido.

Nos parecía que venían cada vez que doblábamos una esquina, cada vez que dábamos un paso creíamos oír otro en sentido opuesto, acercándosenos lenta y amenazadoramente. Nos detuvimos y nos quedamos mirándonos, sin saber qué hacer o por dónde ir. Aun así, descolocado totalmente, sabiendo que podríamos morir en los siguientes minutos, Javi me agarró la mano y dijo algo.

Tranquila, Marta. Vamos a salir de aquí. Vamos a salir, ¿vale? Y más les vale no cruzarse conmigo porque lo lamentarán.

Escrutó atentamente nuestro alrededor. Seguramente por su cabeza pasaban todo tipo de cosas. Decir que íbamos a salir de allí vivos era muy fácil. Decir que si nos cruzábamos con los vampiros ellos iban a lamentarlo, era muy fácil. Pero otra cosa muy distinta era hacerlo. Y eso lo sabíamos los dos, tanto él como yo.

Si no ocurría un milagro, en pocos minutos íbamos a estar muertos.

Y en ese momento me pareció oír un cristal que saltaba roto en mil pedazos.

 

 

 

 

 

 

Segunda Premonición.

Rafa.

Punto y seguido.

 

Todo aquello que nuestros estimados “amigos” nos habían dejado a lo largo y ancho de la ciudad nos llevaba a pensar que, efectivamente, nosotros teníamos razón. Éramos unos portentos. Muy inteligentes. Bueno, la verdad es que Lucas y Galindo, al final, se habían ido por los cerros de Úbeda. Como siempre.

ADICT I: Tsunami (Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora