1 ¡Soy francés!

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-¡Señor Soire! ¡Preste atención a clase!- exclamó mi profesora.- No crea que porque es su primer día le vamos a perdonar su falta de atención.

-¿Qué clase de apellido es "Soire"?- susurró una chica detrás de mí.

Me aguanté mis ganas de gritarle en la cara su procedencia, porque niñas como esas nunca cambiarían aunque le gritaras a voces "¡Soy francés!".

-En fin, continuaré, ¿quién sabe sobre mitología griega en este aula?- preguntó la señorita Polt.

Levanté la mano.

-¿Ninguno sabe?- volvió a preguntar, cosa que me fastidió bastante y me dieron ganas de gritarle: "Vieja, ¿no estás viendo mi mano?".- Pues que le vamos a hacer, empezaré la lección.

No podía más, ¿cómo podía esa vieja ignorarme? ¡Siempre he destacado por mi pelo castaño, mis ojos marrones, mi piel morena (tal como me acabo de describir pareciera que podía pegarme a una pared marrón y mimetizarme) y mi "raro" (como lo describen los demás) acento.

Mira, no os voy ni a contar lo que dijo en la clase, ya que ni siquiera me enteré. Después de que la profesora me ignorara, decidí que, al ya saber mitología griega, no tenía ningún caso ponerle atención a la clase, bueno, solo al final, ya que esta parecía una de las típicas brujas que te suspendía la evaluación si no hacías los deberes.

-...Y no olvidéis hacer un trabajo sobre vuestro dios griego favorito- terminó diciendo antes de que sonara el timbre que indicaba el final del día.

En cuanto recogí no pude evitar suspirar, que bien se estaba después de echarte una siesta con los ojos abiertos.

Salí de la clase y recorrí los pasillos evitando cruzarme con el comité de nuevos alumnos, que me habían estado persiguiendo desde por la mañana. Por suerte, logré salir sin ningún accidente, o bueno, casi.

Tuve la mala suerte que, justo a unos pasos de mi libertad, estuviera una chica guardando un libro en su mochila, y que nos cayéramos patéticamente por las escaleras.

-¡Oye, ten más cuidado!- replicó la chica mientras se levantaba ilesa y se sacudía el polvo.

-¡Tú no te agaches en medio del pasillo y no te pasará esto!- exclamé mientras trataba de hacer lo mismo que la chica, pero un dolor punzante en mi tobillo me detuvo.

-Idiota- murmuró mientras se iba, ¡dejándome allí tirado!

-¡Jules!- gritó mi padre mientras se acercaba.-¿Qué te he dicho de tratar así a la gente?-susurró mientras me ayudaba a levantarme.

-No es mi culpa si ellos son inferiores a mí- me defendí mientras me dirigía cojeando al coche.

-Lo peor es que tienes razón- le oí murmurar a mi padre mientras me metía en el coche.

-Obviamente, aunque no sé por qué el resto del mundo no se da cuenta.

Él puso en marcha el coche, y como en el viaje yo no hablé, supongo que no os interesa.

*****

-Fractura en el tobillo- anunció el doctor.

Genial, justo a un día de mi cumpleaños número 12.

-Jules, ¿sabes lo que eso significa?- preguntó mi padre.

-Que no podremos ir a por el cachorro- me lamenté.

Él asintió con la cabeza.

¿Cómo es posible que no pueda ir a por el perro si solo tengo un tobillo roto? Seguramente os estéis preguntando eso. La razón es porque la dueña de la madre me prometió que me avisaría cuando diera a luz si justo antes de dármelo podía correr 3 metros. ¿Con un tobillo roto podía hacerlo? La respuesta es no.

-Tendré que avisar a Melinda de que mañana no puedes hacerlo- dijo mientras cogía su teléfono móvil.

-Una cosa, papá, ¿por qué no me has regalado un móvil y te has empeñado en que eligiera otra cosa? Eso te hubiera ahorrado muchos problemas- esta pregunta hizo que mi padre tragara saliva.

-Es complicado- respondió.

-Ya, también todo lo relacionado con mamá es complicado- musité cruzándome de brazos.

-¿No te gustan sus visitas o qué?- preguntó mi padre, sin comprender.

-Sí que me gustan, pero, ¿por qué no se queda?- le iba a dejar tiempo para responder, pero decidí responder por él- No contestes, lo sé, es complicado.

Él había dejado el móvil justo al lado de las marchas, y mientras estaba centrado pensando como iba a responderme, decidí cogerlo, con dificultad, ya que estaba en la parte de atrás, y empezar a jugar a uno de estos juegos de móvil, aunque medio escondido para que me descubriera.

Minutos después, mi padre puso la mano en el mismo lugar donde estaba antes el móvil, y cuando no lo encontró, miró hacia atrás. Su cara al verme con el móvil era una mezcla entre asombro y enfado, supongo que lo segundo fue lo que hizo que parara el coche.

-Dame el móvil, Jules- pidió mientras extendía la mano hacia mí.

-¡No!- exclamé, poniendo el móvil detrás mía.

-Por favor, tú no entien- no pudo terminar porque sentimos como si nos estuviéramos elevando.-¡Abre la puerta!

Yo no sabía muy bien por qué lo decía, pero lo hice caso. Ambos caímos sobre la hierba de camino, aunque tuve el error de apoyarme con el tobillo roto, y el dolor me hizo caer inconsciente, no sin antes ver que lo que había elevado el coche era un perro gigante...

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Primer capítulo, ¿os parece interesante?

La cabaña de HeraWhere stories live. Discover now