13 Estos tipos son extraños...

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Después de dormir la mona en la súper cómoda cama del hotel, Cyrus nos despertó a plumazos, y ya sabéis que lo digo bastante literal.

Me debería haber quejado. ¡Fui el primero al que despertó, pues aún se oían los ronquidos de Manuel en la otra habitación!

-No te quejes- musitó Cyrus, volando a la otra habitación. Supuse que el gritillo que se oyó fue la reacción de Manuel después de haber sido despertado por el pavo.

-Hola, Cyrus- saludó Laya, ahogando un bostezo. 

-Eh... Yo soy Jules...- le corregí, extrañado de ver que esta tenía en su mano una taza de café que tenía escrita en ella "al mejor pavo del corral".

-Lo mismo- concluyó ella, volviendo a ahogar otro bostezo. Su atuendo era bastante diferente al del día anterior. Una chaqueta naranja adornaba sus hombros, creando un contraste significativo entre su vestido, ahora verde, y aquel líquido azulado que colgaba de su cuello embotellado en un frasco.

Eso me recordó a que yo no me había vestido, y que tenía un extraño pijama con cabecitas de vacas en él.

Rápidamente me levanté, oyendo los gritos de la habitación contigua, y empecé a quitarme la camiseta. 

Por suerte, Laya ya había abandonado la habitación hace bastante, aunque con el empanamiento mental que llevaba encima parecía más una planta que una náyade.

Una vez que me volví a poner la vestimenta de la vez anterior, que estaba perfectamente doblada a un lado de la cama, cosa que no le devolví con el pijama, puesto que lo dejé tirado, el broche de vaca volvió a aparecer en mi cuello.

A continuación, fui a la cocina, para ver los "ricos" manjares que tendrían para mí. Sin embargo, lo único que me encontré fue a Laya con la cabeza pegada a la pared, y murmurando cosas que no entendía. En fin, que seguía pareciendo más una planta que una persona.

En el momento que me senté, mi cabeza se iluminó con un enigma que había dejado pasar. Acaso, ¿la persona, no, no persona, sino pavo, me habría doblado la ropa?

-Oh, por Hera, sigues con esas preguntas estúpidas- musitó Cyrus, mientras entraba a la sala en la cabeza de Manuel.

Este no parecía alguien al que hubieran despertado hace nada, y que hubiera soltado gritos desgarradores por ello.

-Es que nuestra primera parada es el museo...- respondió de inmediato el pavo con cara de cansancio, como si estuviera diciendo que no le pagaban por esto... aunque esto último no se sabía. ¿Le pagaban por cuidarme o no?- Es una cosa privada que...

El estruendo de Laya cayéndose hacia atrás mientras trataba de sentarse en el silla lo interrumpió.

-Auch...- soltó ligeramente, volviendo a parecer una persona real.

-¡Me has roto la taza!- exclamó rápidamente Cyrus, puesto que la taza dirigida al "mejor pavo del corral" se encontraba hecha añicos a uno de los lados de la silla.

Sin embargo, no voló hacia la castaña para picotearle la cara, sino que se quedó al lado de Manuel. Sería vago el pavo...

-¡Te estoy oyendo!- exclamó enfadado, mirándome con toda la furia que me podía dirigir un pavo... Es decir, que solamente había entrecerrado un poco sus ojos, y había levantado su cola. Después, soltó un suspiro, y bajó su cola.- Pero antes de nada, debemos empezar a completar la misión...

-¡Las vasijas!- exclamó Manuel con entusiasmo, levantándose de la silla.

-Eso mismo...- musitó Cyrus.- En fin, vamos, Jules, levántate.

Yo señalé hacia Laya, quien había empezado a tararear, y juguetear con su cabello.

-Que también se levante y nos siga- dijo Cyrus, con cierto tono que resaltaba la obviedad de la situación.

Manuel se levantó de la mesa, y empezó a andar de modo "marchoso", porque más bien me parecía ridículo, hacia la puerta. Yo me quedé un rato mirando como Laya, que parecía una tortuga a la que habían puesto boca arriba y no era capaz de levantarse. 

Después decidí levantarme, puesto que también había llegado a ser bastante desesperante.

Me quedé algo sorprendido al salir de la habitación, puesto que el pasillo tenía una moqueta aterciopelada roja, y una iluminación que me hacían ver que este no era cualquier lugar en el que hospedarse, puesto que tenía pinta de ser de un hotel con bastante estrellas...

No os puedo negar que sentí la necesidad de agacharme y descubrir los cotilleos que ocultaban esas pelusas. Sin quererlo, me acordé de George y Dinah, ¿cómo les estaría yendo la vida a esos dos?

Pero Laya me sacó de mis pensamientos, empujándome.

-Vamos, es para hoy, Jules- me reprendió de manera juguetona. Yo resoplé, ¿cómo se atrevía ella a interrumpir ese momento tan bonito entre humanos y pelusas? 

Realmente esperaba que en el museo hubiera moquetas...

Total, que ambos bajamos a la recepción. Laya, que iba un poco más rápido, terminó adelantándome, y llegó mucho antes que yo al exterior del edificio, donde Manuel y Cyrus nos esperaban.

-¿Has dormido bien?- oí a alguien preguntarme. Era un empleado, que miraba hacia uno de los grandes ventanales. A continuación se giró hacia mí, y puso sus manos sobre mis hombros.

Sentía las ganas de retirarlas de un manotazo, pues se me hacía bastante extraño. Sin embargo, el hombre las retiró primero, para después volver a caminar de vuelta a su puesto detrás del mostrador de la recepción.

Yo decidí no darle más vueltas, y empecé a caminar hacia los demás, quien parecían haberme estado esperando durante mucho tiempo.

-Ya era hora- musitó Cyrus, mientras Manuel empezaba a caminar por las extensas calles de aquella ciudad.

-¿Nadie te ha dicho que no puedes hablar mientras estamos en público?- le reprendí, mirándolo con fastidio.

-¿Por qué? A ti es al que van a mirar mal, porque estás hablando como un loco- se burló. Maldito pavo...

Los murmullos de aquella zona tan poblada se terminaban convirtiendo en un retumbar, que me aturdía. Aunque tampoco me ayudaba escuchar ninguna palabra en aquel idioma, puesto que no entender nada de lo que decían me estresaba. 

El hecho de que nadie se diera cuenta de que Manuel tenía un maldito pavo real en la cabeza también me ponía nervioso. Me daban ganas de gritar "eh, ¿pero no veis ese pavo, cacho idiotas?".

Aunque después comprendí que era mejor que no les entendiera, ni tampoco gritara lo del pavo, puesto que solamente escuchar aquel idioma me hacía daño a los oídos. Me recordaba al acento de Manuel, pronunciando de manera "despreocupada" las palabras.

Bueno, yo era francés, y por lo tanto, también tenía un acento notorio. Sin embargo, al menos era mucho más delicado que aquel.

En fin, que tras tanto tiempo metido en mis pensamientos, al final llegamos al museo, o al menos eso fue lo que supuse cuando oí las puertas corredizas moverse.

-Y bueno, por fin hemos llegado- dijo Cyrus, desplegando sus alas, y posándose en una de las vitrinas, aunque esta no contenía nada...

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Bueno, sentía que tenía que avanzar en esta historia de una vez... De hecho, me lo propuse. Es un poquito más largo que los demás, aunque no llega de broma a las palabras por capítulo a las que estoy acostumbrada (2.000 o 3.000).

En fin, que quería dejaros con aún más suspense.

Y por cierto, yo no guardo ninguna semejanza con Jules en cuanto a nuestro idioma. De hecho, es todo lo contrario. El simple hecho de que tengamos trescientas formas de nombrar a una sola cosa y las muchas conjugaciones verbales le dan al español muchas opciones para jugar con él...

Bueno, hasta dentro de otros 3 o 4 meses (espero que no...)

La cabaña de HeraWhere stories live. Discover now