El chillido de asombro de Laya al entrar en el terminal fue parecido al de una niña al recibir su caramelo favorito.
-¿Esto es un aeropuerto?- preguntó mirando hacia los lados, emocionada.
Manuel y yo asentimos. Por cierto, se me había olvidado decir que Cyrus nos había dejado minutos antes, cuando estábamos entrando en el área del aeropuerto, así que estábamos solo nosotros cuatro.
-¿Habíais estado antes en uno?- preguntó ella mirándonos.
-Yo sí, aunque no me acuerdo muy bien- comenté, y Laya me dirigió una mirada confusa.- Es que era bastante pequeño.
-Yo también- ahora era el turno de Manuel de contarnos sus vivencias.- Y de hecho me acuerdo de la presión de la aduana. Tenía 7 años.
-Por cierto, ¿dónde está la puerta de embarque?- pregunté, todavía teníamos que cruzar la aduana y nos quedaba media hora.
Manuel sacó los billetes.
-Veamos, de Nueva York a Madrid...- empezó él.
-¿A Madrid?- pregunté con el ceño fruncido.
Él asintió.
-O al menos eso es lo que me ha dicho Cyrus- explicó.- Y respecto a lo de la puerta de embarque... Seguidme.
Y lo hicimos, o al menos, yo lo hice.
-¿No habías viajado nunca?- le pregunté a Laya, siguiendo desde lejos a Manuel. Lo bueno de que el chico tuviera un pañuelo peculiar, era que se le localizaba muy bien desde lejos.- ¿Laya?- pregunté al no obtener respuesta.
Oh, no...
<<¿Todavía no habéis llegado a la aduana y ya habéis tenido algún problema?>> preguntó mentalmente Cyrus.
Tragué saliva. Miré hacia donde se suponía que debía estar Manuel, pero esta vez no lo encontré. Genial, ya nos habíamos separado. ¿Cómo iba a encontrar a dos chicos en un aeropuerto? ¿Por qué teníamos que viajar en una hora tan concurrida?
<<Porque sino hubieras sufrido una muerte dolorosa>> me recordó Cyrus.
Pues también.
<<¿Cuántas posibilidades hay de que me pille lo que sea que me vaya a matar de una forma dolorosa en este momento?>> le pregunté.
<<¿Sin tus dos acompañantes? Tiene un 80% de probabilidades de encontrarte>> dijo en un tono despreocupado él.
Volví a tragar saliva. ¿Por qué me había metido en este lío?
<<¿Hace falta que te lo diga?>> preguntó él.
<<No, y que sepas que no eres la voz de la razón>>
<<Pues a mí me parece que sí. Después de todo, yo soy vuestro guía>> recalcó él.
En ese momento, una mano me agarró del brazo, tirando para sacarme de la multitud. Mi corazón empezó a latir de una forma muy violenta. ¿En serio ya me habían alcanzado? Con lo especial que soy, debería haber tenido ese 20% a mi favor, no el 80% negativo...
-Ey, tranquilo, no te pongas nervioso- dijo la voz que debía pertenecer al que me tenía agarrado.
Cerré los ojos mientras oía como las voces que caracterizaban a esa multitud se alejaban, dejándome a merced de lo que fuera que me estaba tirando del brazo.
Poco después, sentí como la mano dejaba de agarrarme y me dejaba quieto.
-Oh, Jules, qué bien que estás aquí- saludó la voz de Manuel, a lo que yo abrí los ojos.
Laya y Manuel me observaban junto a una mujer vestida de azafata.
-¿Este era a quién buscabais?- preguntó esta, cuya voz era igual a la que me pedía que me tranquilizara.
Ellos dos asintieron con la cabeza, y Laya dirigió su mirada hacia mí.
-Verás, he estado pensando- anunció.- Manuel me explicó lo que era la aduana, y recordé que había leído que cierta compañía aérea nos ofrece el beneficio de saltárnosla...
-¿A cambio de qué?- pregunté, interrumpiéndola.
Ella me guiñó un ojo.
<<Déjala terminar de hablar, por favor>> me pidió Cyrus, con cierto tono de molestia. <<Creo que sé por donde van los tiros>>
<<Pero si tú nos dijiste que tendríamos que atravesar la aduana pasara lo que pasara>> repliqué yo mentalmente.
<<No conté con que supiera de su existencia>> explicó él.
<<¿Pero no se supone que tú sabes todo lo que va a suceder en este viaje?>> le pregunté molesto.
<<Algunos detalles se me escapan, ¿vale?>> dijo, en su tono se notaba algo de enfado por su parte. <<Después de todo, soy mortal, y los mortales fallamos>>
Iba a comentar que los dioses también lo hacían, ya que mi padre siempre se empeñaba en que aprendiera los errores que cometieron los del Olimpo, menos los de Hera, que según él era una diosa perfecta, y solo sabía sus errores al darlos en el colegio. Aunque me callé antes de decírselo, ya que parecía bastante molesto consigo mismo por lo que había dicho.
-Jules, Jules- devolví mi atención al mundo real. Laya me estaba llamando y sacudiendo, quizá porque me había quedado ensimismado. Cuando vio que la miraba, dejó de sacudirme.- Para los mestizos y criaturas mitológicas.
Hice un gesto de asco al imaginarme un minotauro junto a mí, tomándose delicadamente una taza de café, mientras yo tenía que aguantar su mal olor.
-¿Criaturas mitológicas?- pregunté, para después hacer una mueca de asco.
Laya pareció ofenderse ante esto, a lo que yo fruncí el ceño.
Manuel me tocó el hombro y se acercó a mi oído.
-No te olvides que las náyades son criaturas mitológicas- me susurró, a lo que Laya asintió inflando los cachetes cuando la miré, como si supiera de lo estábamos hablando.
-Oh- solté.
-¿No le vas a pedir perdón?- preguntó él.
Yo me encogí de hombros.
-¿Para qué?- pregunté indiferente.
Él solo suspiró, para quitar su mano de su hombro y acercarse a Laya.
La mujer vestida de azafata comenzó a toquetear impacientemente el suelo.
-¿Vais a viajar u os vais a quedar discutiendo asuntos personales?- vaya genio, pensé.
Laya no me dirigió la mirada, aunque la suavizó cuando se acercó a la azafata y le susurró algo al oído.
Esta se quedó satisfecha, y nos hizo el gesto de que la siguiéramos.
-Venid, bienvenidos a la compañía Olympus.
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Perdón por no haber subido este capítulo antes, ya que estaba de vacaciones y decidí no publicar nada hasta que volviera (estaba con mi familia y quería estar más pendiente de ella que de Wattpad). Así que, para compensar, he preparado unos cuantos capítulos para subir. Por cierto, ¿qué os parece el dibujo de Laya?
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La cabaña de Hera
AcciónJules Soire es un adolescente cuya vida ha dado un giro radical. Siempre había creído que su padre, Dave, no le contaba cosas, y aún así, estas le sorprendieron cuando se las contó. ¿Quieres saber más? Descúbrelo leyendo este libro. Casi todos los...