06: Nada de secretos

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–Clary- me llama Peter desde el sillón del salón-¿Por qué tienes una daga?

Dejo la mochila encima de mi cama y salgo de la habitación para ver a Peter observando la daga que decora un mueble del salón.

–Eso era de mi padre- le explico acercándome a él, observando el arma detenidamente-. De donde yo vengo todos somos guerreros hasta la muerte. Las mujeres dominamos los líquidos y los hombres, al no tener esa habilidad, eran entrenados en el arte de la guerra.

–Debe de ser duro saber que eres la última de tu pueblo...- suspira él, observando todas las decoraciones que no eran propias de ver en una casa normal-¿Esta eres tú?

Me acerco a él, que está observando un cuadro en el que aparecemos mi abuela y yo mientras patinamos en un lago congelado de mi pueblo. Recuerdo que fue mi tía quien lo congeló, para que los niños del pueblo podamos pasar una buena tarde sin pensar en entrenamientos.

–Si- le respondo sonriendo, acariciando el cristal que protege la fotografía-, ella es mi abuela.

–Debes de extrañarlas mucho- suspira él al verme acariciar el cuadro-. Clary, quiero que te quede una cosa bien clara.

Me giro para verle a la cara y al instante me coge la mano libre acariciándola con su dedo pulgar. La otra mano la posa sobre mi mejilla derecha y me la acaricia con su pulgar, dándome cuenta en ese momento que había empezado a llorar.

–En cuanto lleguemos a las habitaciones yo hablo de mi pasado y tú del tuyo- susurra tranquilo-. Nada de secretos.

–¿Por qué Stark nos puso juntos?- le pregunto dejando el cuadro en la estantería para después envolver mis brazos en su torso, haciendo que Peter se quede rígido durante unos segundos.

–No lo sé- susurra él relajándose y posando un brazo en mi espalda y otro en mi pelo-. Pero creo que hizo bien en ponernos juntos.

–¿Tú crees?

–Cla...Claro que si- tartamudea nervioso-. A... A ver. Como quien dice somos los más nuevos con un mes de diferencia. April y Wanda llevan juntas desde antes de lo de Sokovia.

Nos quedamos en silencio en esa posición durante unos minutos, hasta que siento mi móvil y el de Peter vibrar.

–Mierda, son las seis y media- decimos al mismo tiempo.

Me separo de él al instante y corro a mi habitación al recordar que no había cogido la pequeña caja de madera con mi nombre tallado en él que encontré al fondo del baúl. Hecho un rápido vistazo a mi habitación confirmando que cogí todo lo necesario y vuelvo al salón en dónde está Peter. Me acerco a él y miro la estantería central: la daga.

–Cógela- me dice-, te dejarás decoraciones raras de tu pueblo y todo eso, pero no puedes dejarte algo que te una a tu padre.

Agarro el mango de la daga y la sostengo frente a mis ojos para verme reflejada en el metal.

–Pesa más de lo que recuerdo-, río nerviosa, acordándome de las pequeñas clases que me daba mi padre de como sujetar el arma.

Cojo la funda para proteger la hoja del arma y la guardo en la mochila cuidadosamente. Salimos de mi apartamento mientras doy un suspiro al cerrar la puerta y caminamos por el pasillo que lleva hasta el portal.

–Clary- me llama Peter, mirando su móvil-, solo nos quedan quince minutos.

Mierda, eso significa volver a volar agarrada a Peter mientras él hace cosas raras balanceándose con sus telas de araña.

–Está bien- suspiro agarrando bien mi bandolera y la mochila de Peter a mi espalda.

Me acerco a él y espero a que me abrace antes de soltar una tela para elevarnos. A lo lejos se puede ver la torre Stark y como una de sus naves de acerca a ella.

–Peter, ¿No puedes ir más rápido?- le pregunto dándole toques en el hombro y hablándole al oído- La nave ya está en la torre.

–Voy lo más rápido que puedo con una mano y agarrándote con el otro brazo para que no te pase nada- responde sin apartar la vista de a donde lanza las telas-, no tardamos nada, tranquila.

El trayecto duró diez minutos. Diez minutos en los que Peter no dejaba de balancearse y saltar conmigo pegada a su espalda.

–¡Peter!- exclamó señalando a la torre Stark, en donde hay una nave en el punto de carga y descarga, con los motores encendidos y nosotros a dos manzanas de distancia.

–Mierda- masculla acelerando sus movimientos-¡Karen, contacta con Happy y dile que la nave no despegue hasta que lleguemos!

Siento como Peter empieza a jadear y como sus brazos tiemblan. Cuando llegamos a la torre Stark, él lanza una tela que llega a la pista de aterrizaje, dejándonos a unos diez metros de la entrada.

–¡Karen!- grita Peter desesperado–!Por favor!

–Peter...- susurro levantando un brazo señalándole la nave que está empezando a despegar.

Él empieza a correr cogiéndome de la mano para que siga su ritmo y al llegar al borde me coge de la cintura y me empuja a la rampa de la nave, que empieza a cerrarse.

–¡Vamos!- grito desde dentro de la nave, viendo como él se queda en la base aún.

Él empieza a caminar hacia atrás y corre lo más rápido que puede para impulsar y saltar.

Todo ocurre como si fuera a cámara lenta. Yo, de rodillas en la puerta de la nave estirando un brazo para que Peter lo coja y entre colgándose de él. Peter, suspendido en el aire con el brazo extendido para coger mi mano, cosa que resulta fallida. Siento como las yemas de sus dedos rozan las mías instantes antes de ver cómo cae.

–¡Mierda!- exclamo asustada, intentando buscarle-¡Peter!

Uno de los soldados que están de escolta dentro de la nave me coge de los hombros y me empuja al interior de la nave cerrando la puerta.

Siento como mis piernas pesan y soy incapaz de moverlas. La imagen de Peter cayendo por el cielo y posiblemente aterrizando en la calle muerto no deja de crearse en mi mente.

En cuanto llegamos al recinto de Industrias Stark me bajo rápidamente de la nave y en cuanto piso el suelo escucho un golpe en la cubierta del vehículo. Me giro a mi derecha y ahí le veo, sentado en las alas de la nave balanceando sus piernas mirándome con una sonrisa.

–¿Creías que te ibas a librar de una araña tan fácilmente?- ríe él dando un salto para bajarse de donde está sentado.

Con la respiración agitada mis piernas funcionan solas y empiezan a correr a donde él está de pie. En cuánto llego a su altura me estampo contra su cuerpo, envolviendo mis brazos en su cintura mientras siento como mis ojos se humedecen y mis pulsaciones se aceleran.

–No vuelvas a hacer algo así- susurro en su pecho apretando un poco más el agarre al recordar como caía-, por dios Peter, casi me da un infarto por tu culpa.

–No iba a caer, mujer- ríe el dando palmadas en mis espalda-, fui bastante rápido para sujetarme con una tela.

Y así era el panorama: un hombre araña y una mujer que controla los líquidos abrazados. Ella llorando en su pecho mientras él se muerde el labio para no soltar un sollozo al pensar que podría haber muerto y perdido la oportunidad de estar con ella más tiempo.

M E R C Y  {P.P.}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora