Capítulo Uno: Despertar

35 6 1
                                    

Desde que Amanda abrió sus ojos en su habitación aquella mañana, supo que ese día su vida iba a cambiar de cierta manera. La chica de ya dieciséis años había estado esperando por este día desde que el verano había dado inicio. Para su antepenultimo primer día de clases, Amanda había querido vestir una camiseta con un estampado que gritaba "Fuck You" junto con unos vaqueros y unos zapatos negros bajos, lo más descansado y relajado posible.
Amanda se caracterizaba por su forma de dirigirse a las personas, tan elocuente, tan respetuosa y tan amable. Con su altura de casi metro y setenta y cinco, su cabello rubio como un rayo del astro rey, su voz tan suave, sus ojos azules como el cielo primaveral y su piel blanquecina, había interpretado una que otra vez a Blanca Nieves en las obras escolares de su primaria, o a la típica princesa en busca del príncipe apuesto, esperándolo a que la rescatase en la torre sin salida. La chica en cuestión había solicitado un cambio de escuela desde la primavera del corriente año, así que este día iba a ser crucial para el resto de su vida estudiantil.
-Cariño- su madre llamó a la puerta justo cuando el reloj de su pequeña habitacion había marcado las 5:55 a.m. La madre de Amanda, la Señora Lexington, hablaba desde el otro lado de la puerta de caoba. Amanda, aún acostada, lograba ver la sombra de su madre por debajo de la puerta-, date prisa, podrás llegar tarde y no queremos eso.
-Claro- empezó Amanda, mientras se paraba suavemente de su cama, y con sus pies, sentía el alfombrado del piso. Para el siguiente minuto su cuerpo ya se encontraba contra la puerta-. ¿Puedes prepararme panqueques con salsa de frambuesas?- para la chica, los panqueques bañados en salsa de fambruesas eran la mejor manera de empezar un día, así que, siempre que la ocasión lo ameritaba, su madre se los preparaba.
-¿Quién crees que soy?- preguntó su madre, y Amanda notó el cierto tono de indignación que se encontraba en su voz-. ¡Ya es tan preparados!
-Te amo-Amanda sonrió mientras con su mano derecha tambolireaba la madera de su puerta.
Acostumbrandose a la fria atmósfera del lugar, tomó su celular y buscó en una aplicación de música una lista de reproducción llamada "Primer Día-Sophomore Year"* . Le cliqueó al botón de Aleatorio, agarró las prendas que previamente había elegido y se dirigió al baño de su habitación para tomar una ducha tibia.
Luego de casi cinco canciones, haberse dado una ducha con agua algo caliente, haber peinado sus cabellos, cepillado sus dientes y vestido, Amanda se dignó a bajar a desayunar con sus padres. Mientras caminaba por el pasillo superior de su casa, flanqueado con fotografías de su padre y madre junto a una Amanda infante, disfrazada de cualquier payasada que fuera tendencia infantil en la época, agarró la mochila que había empecado la noche anterior y se la colgó a la espalda.
Dentro de su morral se encontraban dos cuadernos con dos plumas azules y negras, una caja de chicles, unas gafas de sol y unos auriculares los cuales le podrían servir más adelante en el día.
Justo cuando se disponía a bajar las escaleras, su padre se encontraba con su madre, agarrados de los brazos, ambos con sus celulares apuntando a la chica y los flashes de estos siendo disparados en ráfaga.
-¿Acaso fui electa presidenta de Los Estados Unidos mientras dormía?-Amanda intentó sobarse sus ojos con sus manos, para aliviar la sequedad que las luces provocaron. Abría levemente la boca mientras hablaba. Su cabello se resguardaba sobre las orejas a ambos lados. Sus uñas, pintadas de negro, le rozaban levemente el labio mientras se recuperaba de la ráfaga de luces que acababa de presenciar.
-Mirala, ya en segundo año de secundaria, y parece que apenas ayer estaba aprendiendo a gatear- su madre empezó a sollozar mientras su padre iba caminando hasta donde Amanda para darle un gran abrazo.
-Estoy muy orgulloso de tí- le dijo su padre al oido mientras le daba un caluroso y afectivo abrazo. Su voz era suave y de cierta manera algo cálida.
En su mente, Amanda recapacitó de las palabras dichas por su padre: "Estoy muy orgullosos de tí", en el fondo, la chica se sintió como la adolescente más rica del mundo. Podría no tener el último modelo de celular. Podría no vivir en el barrio más excéntrico de la ciudad. Pero tenía algo que no todas las personas tenían la dicha de disfrutar: Unos padres orgullosos de su hija, que la apoyaban pasará lo que pasará. (O al menos eso creía ella ese día)
-Te quiero, Papá-débilmente Amanda pronunció esas palabras, durante el momento en el que su padre le besaba la cabeza e intentaba abrazarla lo más fuerte posible.
-La secundaria John F. Kennedy te espera-le susurró su madre caminando hacia ella, con una sonrisa prominente-. Vas a impresionalos como la mujer Lexington que eres.
-Como lo ha hecho siempre-agregó su padre.
Entre risas y pequeñas motivaciones, Amanda caminó hasta la mesilla en la cocina, en la cual encontró dos panqueques bañados en una salsa roja que se veía de lo más apetitosa.
-Estoy en el cielo-dijo Amanda, sentandose inmediatamente en la silla que encontró a su lado.
Rápidamente ingirió su desayuno. Con la mano derecha pellizcaba la masa con el tenedor, mientras que con la izquierda revisaba las redes sociales, en busca de actualizaciones de las personas cerca a ella o lo que posteaban en la página de la escuela.
-Cariño-empezó su padre, cuando hubo terminado su desayuno. Su padre trabajaba en un banco del centro de la ciudad, así que siempre vestía de traje para su trabajo. Corbata negra, chaleco negro, camisa blanca y un portafolio en su brazo-, son ya las 6:45, será mejor que te apresures.
Como si le hubieran dado la peor noticia de su vida, Amanda gesticuló una reacción de sorpresa y angustia. Rápidamente hizo cálculos en su mente: Le tomaría cinco minutos extra estar lista, otros cinco despidiéndose y metiéndose al auto de su padre, diez en llegar a la escuela y cinco buscando la oficina frontal para anunciar su nuevo ingreso. En total eran veinticinco minutos, sólo contaba con treinta.
A correr.

Justo cuando el reloj del carro de su padre marcó las 7:14, Amanda estaba despidiéndose de su padre justo al lado de la acera del edificio principal de la escuela.
-Hija-le dijo, con la mirada sobre sus azules ojos, iguales que los de él-, recuerda que a esta escuela vienen personas de todas partes de la ciudad: Ricos, pobres, y nosotros. Los del medio, los que vivimos al día y los que tenemos apenas lo necesario. Siempre ten en cuenta que ninguno de ellos ha tenido la misma crianza que tú tuviste, ninguno ha pasado por las mismas circunstancias por las que tú has vivido. Siempre mira a todos como iguales. ¿Y qué pasa si alguien te trata mal o te dice cosas que no son verdad y te enojan?
-Recordaré que soy una Lexington y se me pasará- casi como si recitara un credo, Amanda repitió las palabras que desde que tenía uso de razón le habían hecho repetir sin fin de veces.
En la el hogar de Amanda, la seguridad y autoestima eran completamente fundamentales en la crianza. Desde siempre le repetian a Amanda: "Eres una Lexington y te comportaras como tal". Los Lexington eran conocidos por nunca rendirse, siempre tratar a todos como sus iguales y por ser de espalda trabajadora.
Al tiempo que su padre le aconsejaba como comportarse y como hablarle a la gente en su nueva escuela, Amanda buscaba en su maletín su celular y sus audífonos. Estaba decidido: Empezaría el día con ellos a los oídos.
A lo lejos Amanda logró ver como una limusina con su propio chofer aparcaba justo al lado de la puerta de lo que parecía ser la cafetería. Varias personas se aglomeraron ante la puerta de ella para ver bajar a una chica delgada y alta, rubia con el cabello hasta algo más bajo de los codos, con un cuerpo como si fuera un mismísimo Ángel de Victoria's Secret. Vestía un pequeño short en Jean que le llegaba a la mitad del muslo, y le dejaba los gluteos levantados. Una blusa semitransparente de color metalizado que dejaba a la vista un sostén blanco. La chica saludó a algunas personas que la esperaban al lado de su auto. Pasó un minuto cuando Amanda la perdió de vista y se enfocó de nuevo en su padre.
-Por ejemplo-recató su padre, mirando hacia la chica que se acababa de bajar del auto de lujo-. Nunca te fíes de esas personas. Tratalas como tus iguales, pero recuerda que siempre querrán ser mejor que tu y pisotearte cueste lo que cueste.
-Esta bien-agregó Amanda, abriendo suavemente la puerta del auto-. Ya me iré, será mejor que encuentre la oficina rapido. A los de nuevo ingreso siempre les dan las mejores clases.
-Que te vaya bien, Amanda-le sonrió su padre, dejándole suavemente un beso sobre su rubia cabellera. Con su barba, Amanda logró sentir como le carraspaban los vellos en su rostro-. Te amo mucho.
-Yo más-le respondió ella, cerrando la puerta del automóvil y quitándole la mano derecha.
El coche de su padre se perdió en la fila de autos que procedían a salir del aparcamiento de la escuela. Cuando la chica se dio vuelta, se encontró con un gran edifico color rojo pastel, con letras grandes en metal que indicaban "John F. Kennedy High School". Mirándose en el reflejo de la pantalla bloqueada de su celular, Amanda se desarregló suavemente el cabello, dándole un toque de rebeldía y locura. Buscó rápidamente las gafas de sol que previamente había empecado en su morral, casi como si ya supiera como se le verían, las colocó sobre sus ojos y tiró su cabello por detrás de sus orejas, dejando al descubierto unos grandes arietes y la frase "Fuck You" sobre sus pechos.
Con su padre ya ido, y un nuevo futuro por labrar, Amanda decidió buscar la oficina central y de una vez por todas hacer lo que siempre había querido: Vivir una vida como todas las adolescentes en el país.
Por suerte de ella, ese día, más tarde, conocería al Ángel de Victoria's Secret. Y juntas, harían muchas cosas, que luego, nos enteraremos.

Vive La Vida Que Quisieras RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora