Capítulo 2

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El maestro abrió la puerta. Damián miraba perdido el pasillo, estaba ausente mientras el maestro oyó los susurros del inspector, que le hablaba del nuevo estudiante. Asintió y el último se alejó cuando el maestro se hizo a un lado dejando pasar al muchacho. Ambos se detuvieron al frente y la mirada de todos se posó en él. No se intimidó, al contrario, sonrió torcidamente. Damián solía ser extremadamente confiado. Y le gustaba demostrarlo.

—Este es el estudiante de intercambio. El joven...

—Damián Gredh. Un gusto.

—Toma asiento. Allí.

Señaló una de las bancas al final. Caminó despreocupadamente y tomó asiento. Suspiró cansadamente cuando el maestro comenzó a regañar a todos, al parecer, reanudando lo que hacía antes de que ingrese. Era un viejo que no tenía cabello, con la cabeza brillante, una gran barriga y una voz hosca. Se acercó al chico frente a él.

—Ese maestro se rapó o nunca tuvo cabello.

Soltó provocando que el chico frente a él contuviera una carcajada poco disimulada. El maestro lo miró y este se disculpó. Luego se volvió a Damián.

—Me lo he preguntado desde siempre. Y eso que llevo aquí desde primero —ambos jóvenes rieron por lo bajo mientras varios compañeros se unían a ellos dando sus opiniones y mitos al respecto. El maestro gritó llamando la atención de todos, ellos se volvieron al frente sin dejar de sonreír. El chico frente a él se volvió para mirarlo mejor —. Mi nombre es Paul. Me agradas chico.

—¿Por burlarme de tu maestro?

Sonó la sirena en el instante en el que el maestro les iba a regañar por volver a reirse y salió disparado de ahí, cansado de los estudiantes de aquel salón, los cuales, no eran santos de su devoción. Cuando hubo salido los estudiantes se volvieron para hablar con aquel estudiante nuevo. Que al parecer era agradable por donde se lo miraba. Algunos chicos se reunieron con Paul y comenzó a contarles las burlas anteriores a su grupito de amigos y no tardaron en carcajearse. Fue entonces cuando les presentó a los mismos; Carlos, José, Francisco. Hablaron animadamente por largo rato. Damián pensaba que debía tener una buena relación en lo que duraba su estadía en aquella institución. Fue entonces cuando sintió unos ojos mirarlo fijamente y se volvió con rapidez, una chica lo miraba a una banca de distancia, al darse cuenta de la mirada del chico volvió a mirar su cuaderno con una velocidad impresionante. Damián la observó, su piel era blanca y su cabello era de un negro impresionante, hacia que resaltara su piel de porcelana. Además, era bastante largo y se veía suave. Volvió su mirada a Paul.

—¿Cuál es su nombre?

Le preguntó haciendo un gesto hacia aquella chica. Paul sonrió dándole una mirada acusadora.

—¿Qué? ¿Te gusta?

—No. Curiosidad.

Dijo, tratando de no inmutarse. Su nuevo amigo lo miró poco convencido pero no protestó. Se volvió hacia ella con aire despreocupado.

—Si soy honesto casi no habla con nadie, ni siquiera sé cómo se llama. Lo juro.

Damián asintió pensativo y se puso de pie disculpándose con los demás, caminó hasta llegar a ella. Llegó en apenas un segundo y sus fosas nasales se llenaron de un ligero olor a vainilla.

—Hola —ella levantó la mirada hacia él con rapidez, sus ojos eran de un negro intenso y sus pesatañas eran bastante largas y caídas. Su nariz era pequeña y sus labios llenos y rosas. Tenía pequeños lunares en el rostro y casi deseó poder contarlos —. ¿Cuál es tu nombre?

Frunció el ceño y volvió a mirar su cuaderno como si no lo hubiera oído. Damián no estaba acostumbrado a que lo ignoraran y la curiosidad picaba en su interior. Aclaró su garganta acercándose ligeramente en la segunda oportunidad.

ScarlethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora