Capítulo 3

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Ella dormía en el asiento a su lado y Damián la contemplaba con detenimiento. Se había dormido segundos después de arrancar el auto. Había tenido la intención de llevarla al instituto, como se había ofrecido, pero se había desviado del camino. Parecía que Scarleth no deseaba estar en el mismo, y él lo presentía de maravilla. Había dado vueltas por todos lados hasta llegar a una playa, le había tomado tiempo, pero no se arrepentía. El cielo estaba en su punto más alto y el agua era cristalina. Damián quiso salir pero volvió a mirar a Scarleth, su respiración era pausada y sus párpados se movían en ciertos momentos. Sonrió pero luego este sentimiento se vio eclipsado por la preocupación. Ella había intentado acabar con su vida y, aunque realmente no era de su incumbencia, estaba convencido de que nadie debería tener sentimientos tan oscuros para intentarlo. Él sabía, mejor que nadie, que la vida era un regalo. Uno de los que valía la pena cuidar hasta el último aliento. Ella frunció el ceño soltando un pequeño jadeo y se acurrucó aún más en el asiento. Damián no dejó escapar ningún movimiento, queriendo grabar los mismos en su memoria. Había algo en ella que no podía ser descrito. Una dulzura, una delicadeza y, sobretodo, una sensualidad que él admiraba. Tragó fuertemente cuando sus ojos se posaron en los labios de ella y se acercó sin notarlo, queriendo saber su textura. Sus movimientos se vieron interrumpidos cuando su móvil vibró en el bolsillo, se alejó rápidamente de Scarleth y salió del auto abriendo la llamada.

—¡¿Dónde demonios estás?!

La voz de su padre resonó en la línea, pero él no pudo articular palabras. Tragó mirando hacia la playa y una ligera brisa revolvió su cabello.

—Llegaré un poco tarde.

—¡¿Qué estás...?!

Cortó la llamada y apagó su móvil rápidamente soltando un gruñido. ¿Es que no podía estar cinco minutos sin tener noticias de aquel hombre? Damián estaba empezando a odiar a su padre, aquel hombre con el que había crecido se estaba convirtiendo en su peor enemigo. Deseaba que esos sentimientos lo abandonaran, pero no era tan sencillo, no después de lo que había pasado en Canadá.

—¡Oye!

Damián se volvió rápidamente hacia el auto, Scarleth había salido del mismo y lo miraba con cara de pocos amigos. Damián sonrió culpablemente, ella azotó la puerta y se dispuso a ir a por él. Al percatarse de su intención Damián retrocedió encogiéndose de hombros, quiso razonar.

—Creí que... Este es un mejor lugar que el instituto y...

—¡¿A dónde me has traído?! ¡Entrometido!

Corrió hacia él y él huyó de ella hacia la playa. Sintió sus pasos tras él y no pudo evitar carcajearse, llevaban corriendo un rato hasta que Damián se resbaló y cayo de cara en la arena. Hubo silencio mientras Damián tosía fuertemente tratando de sacar la arena que se le había metido hasta en la nariz, levantó la mirada rápidamente cuando una risa contenida salió de Scarleth, ella puso las manos en sus labios tratando de contenerse. Su risa era aguda, y sus ojos se achinaban mientras reía. Damián la contempló, con el uniforme se veía tan infantil. La camisa blanca de mangas largas resaltaba su blanca piel, ella lo llevaba como el reglamento estipulaba. La camisa con los botones hasta el cuello, la cinta azul alrededor del mismo. La falda en la cintura con la camisa por dentro, el blanco y el azul se le veían muy bien. El largo de la falda era hasta más abajo de la rodilla y sus medias azules cubrían la mayor parte de sus piernas. ¿Cómo es que ella le atraía de esa manera si apenas y mostraba la piel de sus muñecas, parte de su cuello, y ese pequeño rostro triste. Que ahora reía para él.

—No fue gracioso.

—Oh si, lo fue —dijo ella negando y luego lo miró cruzándose de brazos, Damián desvió la mirada hacia su pecho esperado que los brazos le mostraran su forma ajustando ligeramente la camisa —. Eso se llama Kar-ma.

ScarlethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora