Prólogo

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La columna de luz se extendía por el cielo y lo iluminaba con su suave color de rosa

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La columna de luz se extendía por el cielo y lo iluminaba con su suave color de rosa.

Era un haz tan alto y reluciente que podía verse a muchos kilómetros a la redonda. Eso era lo preocupante.

El forestal seguía galopando sin perder de vista aquella gran estela de luz, tendría tal vez 10 o 15 metrosde altura. No era tan fácil distinguirlo en medio de un cielo tan despejado.

Debía llegar hasta allí antes de que se desvaneciera por completo o su misión se alargaría innecesariamente. Las columnas se mantenían brillantes solo algunas horas.

Continuó cabalgando hacia el norte, llevaba más de 2 horas a galope tendido, podía sentir el aire empujándolo, resistiéndose a su avance, silbando y arremolinándose bajo su capucha de viaje. El corcel negro que montaba era una criatura alta, de lomo fuerte y zancadas rápidas, además tenía una astucia casi impropia de su especie.

Aún así, después de tanto tiempo de no montar caballos había perdido la costumbre, y aún ahora le seguían pareciendo toscos, limitados y para nada ágiles. Afortunadamente su gran velocidad compensaba con creces todo eso. Y en esta ocasión la velocidad era lo más importante.

Faltaban solo unas cuantas horas para la puesta del sol, la columna de luz había resultado estar más lejos de lo que había pensado. Transcurrieron varios minutos más hasta que llegó a una pequeña colina. Podía sentir el esfuerzo y cansancio de su montura bajo él.

Echó un vistazo al camino que tenía por delante, había llegado al borde del Sendagris.

Detuvo la marcha. El sendagris terminaba abruptamente, el paisaje razo y simple de las estepas verdosas y grisáceas frenaba en seco, y todo hasta donde alcanzaba la vista empezaba a descender y tomaba un color diferente, los arboles parecían formar columnas, como un ejército de enanos verdes dispuesto para la batalla.

Desde allí miró el pilar de luz, lo vio brillando en la distancia, por su grosor y su tamaño debía de estar a unos 10 0 12 kilometros dentro del Lodazal.

Krill frunció el ceño, esta misma tarde le había parecido que el pilar estaría a unos pocos kilómetros por fuera del lodazal, mas o menos por donde él se encontraba ahora mismo. Pero sin nubes o montañas sus mediciones no fueron correctas.

Bajó de su montura, llenó su carcaj y tomó una de las mochilas de provisiones. Le quitó las riendas y el bocado a Trotanieblas, pero dejó las bridas puestas y algunas provisiones de emergencia

-Espérame si puedes amigo. -dijo acariciando la melena del corcel.

Solo hasta allí podían llegar los corceles, nadie en su sano juicio metería un caballo tan valioso como ese a los Humedales.

Ciñó su arco a su cuerpo, el carcaj, su espada y una sola bolsa ligera. Cerró los ojos y se tomó un instante para sentir su energía vital recorrerle el cuerpo.

Los Pilares del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora