Puse ambas manos sobre la mesa color caoba. Tras esta estaba el hombre que controlaba toda la mercancía de este pueblo, que más que un pueblo era una ciudad.
-Ben, esta noche tenemos una fiesta. Va a ir mucha gente. Así que por lo menos necesitaré...10 gramos.
Ben me miró y asintió. Cogió su teléfono y marcó un número.
-¿Sebastian? Sí, tráeme 10 gramos del almacén. Sí, de la buena. Es para James.
Colgó.
A mí siempre me daban la buena, ya que era un cliente habitual.
Di puso su mano en mi hombro. Me giré y ella me sonrió. Le devolví la sonrisa.
Yo supe en el momento en que la conocí que sería mi novia, porque esa chica era jodidamente genial y una fiestera empedernida. Estaba malditamente enamorado de ella.
A los pocos segundos, apareció Sebastian cargando nuestra cocaína. La dejó sobre la mesa y desapareció.
-Bien, James, serían...500 pavos-Ben sonrió.
Dejé el dinero sobre la mesa.
Mis padres -ricos- me daban dos mil dólares todos los meses. Si supieran en qué me lo gastaba.
Cogí la droga y me despedí con un gesto.
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El Almacén era una nave enorme y vacía que utilizaba para hacer fiestas.
Ahora, estaban instalando las luces, la barra y el equipo de música.
Cogí a Diane por la cintura y la pegué contra la pared. Ella rió contra mis labios.
Ella rebuscó en su bolsillo y se sacó una pastilla de este. La colocó sobre sus labios y los juntó contra los míos. Al separar mis labios, la pastilla entró.
Sentí una oleada de euforia y besé a Diane en el cuello.
-Te quiero, Di.
-Te quiero, J.
Ella sacó un cigarro de su bolso, lo colocó entre sus labios y lo encendió. Exhaló el humo.
Dios, Diane era malditamente sexy.
-Di, nos vemos esta noche.
Ella asintió y salió de allí.
Cogí mi móvil y marqué el número de Wod.
-Wods, llama a todo el mundo. La fiesta ya está lista.