Pasaron varios meses desde ese primer encuentro y Emma no sabía cómo escapar de esa situación, ella simplemente quería ver a su hermana y marcharse, seguir su camino en libertad, ver el mundo pero en lugar de eso ahí estaba, encerrada en el palacio de un reino que ni siquiera era el suyo, ella que no tenía raíces, que no permanecía en el mismo lugar más de unos días, que vivía sobre su caballo buscando aventuras, buscando cumplir sueños ahora pasaba sus horas encerrada con una mujer que apenas le dirigía la mirada. En menudo lío se había metido por culpa de su torpeza.
Fue divertida la reacción de Ruby cuando por fin se encontraron, por cómo la miró supo en seguida que su hermana pequeña estaba en problemas, se estuvo riendo de ella durante horas cuando le contó como se había precipitado al suelo con la reina entre sus brazos, muy típico de Emma acabar en el suelo y con un montón de problemas de los que no sabía cómo salir. Por desgracia Ruby no podía ayudarla, la rubia se había comprometido a acompañar a la reina y eso debía hacer, al menos hasta que la morena se cansara de ella y la echara. Ruby le aseguró que no tardaría en echarla y así Emma podría marcharse a vivir su vida libre y sin ataduras como estaba acostumbrada, pero los meses pasaban y para desesperación de la joven, la reina no parecía querer deshacerse de ella.
Pasaban las horas una al lado de la otra, casi siempre en silencio. Emma se dedicaba a estudiar a aquella misteriosa mujer de la que había oído hablar tanto, su curiosidad crecía a medida de que pasaba el tiempo pero no se atrevía a preguntarle por todos los rumores. No tenía ningún interés en enfadar a la joven morena que gobernaba desde sus aposentos, nunca salía, sus súbditos le temían y ella les envidiaba porque tenían todo lo que a ella le faltaba. Tenían amor, cariño, afecto, familia…
Para Emma era la peor de las torturas era pasar tantas horas encerrada sin decir ni una sola palabra, así que poco a poco fue cogiendo confianza y empezó a contarle a la morena detalles de su vida, de sus viajes, le contó como una vez navegando por el Egeo estuvo a punto de ahogarse al escuchar el canto de las sirenas, al ser mujer los marineros no pensaron que podía pasarle nada y casi muere, descubriendo que le gustaban las mujeres y no los hombres. Le contó como un fauno la estuvo persiguiendo durante horas diciéndole improperios para llevársela a la cama. Le contó tantas cosas y la morena callada, siempre callada, siempre estática en su sitio sin mirarla, era una mujer de lo más aburrida, si tenía o no tenía corazón ella no lo sabía pero sentido del humor seguro que le faltaba.
Y así pasaban los días con la rubia hablando y hablando para no morir de aburrimiento y la morena sin mirarla, Emma solo esperaba encontrar el momento de huir de ahí y recuperar su preciada libertad, esa reina callada y aburrida la sacaba de sus casillas. Maldecía su suerte y habérsela encontrado pero a la vez sentía demasiada curiosidad, necesitaba saber que estaba pensando, que le pasaba por la cabeza en esos momentos cuando estaba callada mirando a ninguna parte, quería saber porque su rostro siempre se mostraba frío e impasible, porque jamás sonreía, porque la única emoción que había mostrado era la ira, pero sobre todo quería saber porqué a pesar de morirse de aburrimiento no podía estar un minuto sin pensar en ella.
Para Regina los meses siguientes fueron los más extraños de su vida, pasó de estar completamente sola a pasar sus horas acompañada de una rubia completamente insoportable, torpe, preguntona y curiosa, que no dejaba de hablar y llenarle la cabeza con aventuras que seguramente había sacado de los cuentos que le contaban de niña, era imposible que de verdad hubiese vivido todo eso que le contaba, ¿cuántos años debía tener?, calculaba que unos 19, era joven, inquieta, demasiado charlatana.
La reina se preguntó más de una vez porqué simplemente no se deshacía de ella, la echaba de su palacio y volvía a la monotonía de su soledad y el silencio.
Pero cuando estaba con Emma, por mucho que la sacara de sus casillas con su risa infantil y sus charlas incesantes, ella no sabía que le pasaba, seguía sin sentir nada pero ya no estaba tan vacía.
Lo atribuía a que ya no estaba sola, aunque la compañía no fuese la deseada por lo menos había alguien que no la miraba con terror o balbuceaba en su presencia y eso la reina lo agradecía.
Poco a poco se encontró a si misma añorando a Emma cuando esta no estaba, añorando su estridente voz, sus payasadas y sus fantasías. Poco a poco se fue acostumbrando a su compañía, a sus ratos juntas, a sus historias inventadas.
Poco a poco aunque nunca lo admitiría en voz alta fue acostumbrándose al aroma que la rubia desprendía, a sus ojos azules, a su sonrisa… Como envidiaba a esa rubia insoportable, como envidiaba su vitalidad, su alegría, el brillo en sus ojos y sobre todo su sonrisa.
Poco a poco ambas se fueron acostumbrando la una a la otra, la morena a su parloteo y la rubia a su silencio que sin saberlo escondía muchas palabras que no sabía cómo pronunciar.
Sin saberlo Emma se había metido en el mayor lío de su vida, se había convertido en la única persona que hizo a la reina sentir algo, algo pequeño, le hizo sentir añoranza cuando no la tenía cerca.
Ese era simplemente el principio, pequeños sentimientos que la reina aun no entendía, era el principio de la mayor aventura de sus vidas.
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Aprendiendo a sonreír
Fanfictionambientada en la antígua Grecia Regina Mills, reina de corinto arrastra desde niña una temible maldición, no tiene corazón y no es capaz de sentir nada hasta que aparece en su vida una rubia insoportable que se empeña cada noche en contarle un cuent...