Capítulo 5

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🌸9 de enero de 1881🌸

–11 meses después–

Christina apretó la mano de su madre con fuerza, sin pensar en el daño que pudiera hacerle con ese gesto. Mientras Laura pasaba un trapo húmedo por su frente limpiándole el sudor. Sin embargo, la mente de la joven solo pensaba en una cosa.

La partera estaba inclinada junto a ella e intentaba ayudar a su bebé a nacer. Christina no habría imaginado que apenas unos meses después de la pérdida de su primer hijo volvería a quedar embarazada y mucho menos, teniendo en cuenta la poca disposición que tanto ella como Charles habían mostrado para mantener relaciones.

Solo había ocurrido una vez. No sabía muy bien porque, Charles había acudido a su cama una noche y había repetido aquel acto, de forma parecida a su noche de bodas y parecía cosa de brujería que esa única vez hubiera fructificado de forma tan... sorprendente. Casi no había podido creerlo cuando se dio cuenta de que se encontraba en estado de nuevo y Charles apenas se había creído tampoco, pero aquella era la prueba.

La partera le pidió que volviera a empujar, la joven llevaba varias horas sin dormir debido a los dolores que estaba padeciendo desde que había comenzado a ponerse de parto. Habían sido meses de incertidumbre y miedo. Había temido que se repitiera lo ocurrido con su primer hijo montones de veces y había sido una pesadilla recurrente.

En un grito y sin dejar de mirar a su madre, dio el último empujón y la habitación quedó suspendida en un silencio atronador, apenas roto por el sonido del llanto de un bebé.

—¡Es una niña! —exclamó la partera, envolviendo a la criatura en una sábana.

Christina notó como sus ojos se inundaban en lágrimas mientras reía sin poder creerlo. Su madre la miró con una sonrisa a su vez y se levantó de su lado, para acercarse al lugar donde su nieta lloraba sin parar.

Una vez limpia, su madre le entregó a la niña y la colocó entre sus brazos. Christina vio por primera vez a su hija, tenía los mofletes gorditos, estaba algo sonrojada por el llanto, sus manos se cerraban en pequeños puños.

La joven vio como una de sus lágrimas cayó sobre el pecho de su hija, pero no eran lágrimas de pena. Sino de alegría. Nunca hubiera imaginado que sentiría una dicha tan grande al tener a la niña por primera vez entre sus brazos.

—Mi pequeña Emily —susurró la joven besando su frente—. Te prometo que no permitiré que nunca te ocurra nada malo.

🌸🌸🌸

🌸14 de mayo de 1884🌸

–3 años después–

«Slumber sweetly my dear for the angels are near
To watch over you the silent night through
And to bear you above to the dreamland of love
And to bear you above to the dreamland of love» —Christina dejó la última nota en alto y sobre su regazo, Emily tocó una nota equivocada de forma brusca.
La joven rió alegremente, mientras su madre y la niñera de Emily aplaudían el pequeño espectáculo que ambas habían intentado representar, pero que apenas había conseguir entonar.
Christina se quedó sentada en la banqueta y dejó que la niña continuara golpeando las teclas del piano con fuerza, mientras reía a carcajadas.
Emily era un verdadero ángel. Había heredado la estructura de su padre y su afición por el dulce también. Tenía el cabello largo de color castaño y los ojos de un tono gris parecido a los de su madre. Pero en el carácter era diametralmente opuesta a su padre. Era inquieta y alegre. Vivaz y traviesa. Charles apenas era capaz de aguantar unos minutos en su compañía sin sentirse agotado, aunque Christina no negaba de su cariño por la niña, lo cierto era que su paciencia en cuanto a ella era más bien escasa. Por el contrario, Christina intentaba pasar el máximo tiempo posible con su hija.
Durante aquellos años, había comenzado sus andanzas como anfitriona. Organizaba pequeñas meriendas para las damas de la comunidad, donde hablaban de temas de interés de la sociedad o intercambiaban opiniones sobre las novelas rosas que leían a espaldas de sus maridos. Ellas, por supuesto, a Charles no le importaba lo que ella leyera.
Su relación con él era cordial. No tenían la frialdad de sus comienzos, eran compañeros. Christina le tenía cariño, se preocupaba por si enfermaba e incluso podía interesarse por los temas que a él le preocupaban. El paso de los años la había ayudado a darse cuenta de que ella no era el problema. Charles tenía un carácter especial y como bien le había dicho, no esperaba ser un buen marido. Ella tampoco quería que lo fuera. No necesitaba que lo fuera, en el amplio sentido de la palabra claro.
Se sentía orgullosa de haber alcanzado cierta estabilidad en su matrimonio, aunque era obvio que la mayor parte del mérito se lo debían a Emily. Después de su nacimiento, habían llegado como a una especie de pacto no hablado, por el cual, Charles nunca regresó a su habitación y francamente ella no le había echado en falta. Aunque si bien es cierto, en ocasiones sentía dentro de sí algo parecido a cierta insatisfacción con lo... simple que había terminado siendo su vida. Era sencilla y en ocasiones un poco aburrida, por eso decidió comenzar a organizar aquellas reuniones, aunque en un principio su marido no había estado nada de acuerdo con que llenara su salón con las damas más cotillas del pueblo. Pero Christina había aprendido a exaltarse con él y sabía cómo manejar ese carácter que él tenía. Muchas veces se había encontrado porque Charles era tan distante con ella. Le parecía bien que no le gustara, que no le atrajera, pero sentía como si algo en él no fuera lo suficientemente... claro.
—Me gusta —musitó Emily sin dejar de golpear el piano.
—Sí, cielo, ya lo vemos —contestó Christina con una sonrisa.
—¿Podemos cantar otra vez? —le pidió la niña con un pequeño puchero.
—Tenemos que merendar, Emily, luego más tarde —intervino su madre levantándose de la silla.
—¿Y después?
—Solo si te tomas la fruta —contestó Christina levantándose de la banqueta con la niña en brazos.
Caminaron hasta el comedor, donde estaba todo dispuesto para tomar la merienda. Sentó a Emily en una silla junto a la suya y la niñera se sentó al otro lado de la niña, para ayudarla a comer.
—Vi el otro día a la señora Hastings y me comentó que vendría mañana a la hora del té —dijo su madre tomando un sorbo de su bebida.
—Espero que las demás señoras no la hagan sentir incómoda —musitó Christina.
La señora Hastings había enviudado hacía poco más de tres meses y se decía que se veía a escondidas con el hermano menor de su difunto marido que también había enviudado hacía más de seis años.
—Dicen que probablemente estuvieran juntos incluso antes de que muriera su esposa —continuó su madre en tono confidencial—. A mí me parece bien. Su marido iba de burdel en burdel, pero todo el mundo parece haber olvidado eso.
—Es un tema delicado y no debemos involucrarnos. Si la señora Hastings decide venir, será bien recibida, pero no podremos comentar el nuevo capítulo de la novela. Podría darse por aludida.
—¡Padre! —gritó Emily desde su silla, consiguiendo con su grito que ambas mujeres abandonaran la conversación.
Christina frunció el ceño al ver a Charles vestido para salir a la calle. él nunca salía de nuevo después de llegar de sus reuniones en Londres. Él se acercó a la niña y le dio un discreto beso en la frente.

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