🌸26 de mayo de 1884🌸Christina fue a visitar a su madre junto con Emily. Tras la reunión anterior, su madre había cogido un pequeño resfriado que la tenía en la cama. La joven había acudido a verla en cuanto había extrañado las visitas de su madre. Ella apenas visitaba la casa de sus padres. Había ido en algunas celebraciones, pero prefería no ir y encontrarse con su padre. La relación de ambos era nula y mantenían las distancias el uno del otro. Ella nunca había entendido porque siempre deseaba mantenerla apartada, Christina hubiera deseado tener una buena relación con su progenitor, sin embargo, el carácter agrio de su padre, unido a su malhumor había evitado que congeniaran.
—Mamá, ¿dónde está la abuelita? —preguntó Emily agarrada de su mano, mientras esperaban que les abrieran la puerta.
—Está enferma, por eso hemos venido nosotras hoy, cielo —contestó la joven, escuchando los pasos de la criada que se acercaba a la puerta.
Esta se abrió ante ellas y la señora Bennet, el ama de llaves de la casa, que llevaba trabajando allí desde que su padre contrajera matrimonio con su primera esposa, las invitó a entrar. Christina sabía que su madre no era del agrado de la mujer. Ambas discutían bastante, ya que Laura había intentado llevar un poco de su esencia en la casa, algo que no había permitido la mujer, que habían mantenido el hogar como lo dejó la señora anterior. La joven estaba segura de que parte del rencor que le tenía su madre a su padre partía de este hecho. Por aquellas paredes parecía vagar el alma de Elizabeth Whittermore. Ella también lo sentía y ni siquiera la había llegado a conocer.
—Hemos venido a visitar a mi madre, señora Bennet, ¿puede recibirnos? —preguntó Christina tomando a su hija en brazos, y que había sido presa de un repentino ataque de timidez.
—Estoy segura de que no pondrá ningún problema. Acompáñeme —le dijo la mujer caminando por aquel recibidor fingiendo que ella no conocía el camino de memoria hasta la habitación de su madre.
Pasó por delante del comedor y vio a Arthur y a su padre enfrascados en una conversación, aparentemente entretenida. Su hermano alzó la vista al escucharlas, supuso y su padre giró la cabeza para mirarlas.
—Buenos días, padre —saludó la joven deteniéndose sin entrar al comedor—. Arthur, me alegro de verte de nuevo, ¿Penélope y los niños se encuentras bien?
Ambos esperaron a que su padre contestara su saludo, pero al no ocurrir tal cosa, su hermano dijo con voz áspera:
—Sí, perfectamente... ¿Todo bien con vosotros? —le preguntó él de vuelta, sin levantarse de la silla, pero claramente incómodo.
Los dos estaban siendo unos desconsiderados y unos maleducados, pero ella no sería la que se lo hiciera notar. Su padre apenas conocía a Emily, bueno, apenas la conocía a ella y era más mayor. La niña se removió en sus brazos, apoyando la cabeza entre su cuello, para evitar que pudieran verle la cara.
—Sí, he venido a ver a mi madre, pero no interrumpo más. Pasad un buen día — musitó la joven retomando el camino en dirección al dormitorio de su madre. Al menos los había visto, podrían pasar varios meses hasta que esto ocurriera de nuevo.
Los dos hombres la vieron marcharse y Arthur notó como la mirada de su padre se nubló con tristeza.
🌸🌸🌸
—¡Abuelita! —gritó Emily cuando entraron en la habitación de Laura.
Esta se encontraba en camisón, con su cabello trenzado sobre su hombro y la nariz roja por el resfriado.
—¡Mi pequeña flor ¡Ven aquí —dijo su madre débilmente, mientras la niña subía en la cama y la abrazada!
—Estás malita y por eso hemos venido a verte —musito Emily con su voz suave, dando un beso en la mejilla de su abuela.
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Ficción histórica«A la edad de ocho años, una adivina predijo que la vida de Christina Whittermore sería complicada.» Dueña de un encanto irresistible y una candidez tentadora, Christina es una joven atrapada en un matrimonio infeliz. Presa de una gran tristeza, in...