Capítulo 4.

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—Faltan exactamente 3 minutos para que suene el timbre, entreguen los exámenes. —Dijo, para luego levantarse de su escritorio para que entregaran las pruebas.

Terminé de marcar las respuestas de los últimos dos ejercicios y me levanté a entregar la hoja.

—¿Qué tal te fué? —preguntó Camila quién se sentaba delante de mí.

—No lo sé, pero no me confío, dejé uno de los ejercicios prácticos en blanco, y creo que por lo menos dos de los ejercicios teóricos están mal. —dije preocupada.

—Tranquila, seguro sacas un 7 como mínimo. —me animó la castaña.

—Eso espero. —sonreí.

El timbre de salida de clase sonó y varios alumnos se amontonaron para entregar las pruebas, mientras que mi grupo y yo salimos directo.

—¿En qué mundo vives Mafer? —rió Terry.

—¿Cómo vas a olvidarte de un exámen? —continuó burlándose Isaac—. Y lo peor, de física.

El profesor Junior es un verdadero dolor de cabeza.

—En realidad no tengo la más mínima idea de cómo lo olvidé, aparte, un 30% de la culpa la tiene Camila, ayer hablé con ella casi que toda la tarde y  fue incapaz de decirme que teníamos examen. —traté de compartir mi culpa.

—Eh, no, no, no, no me eches la culpa a mí, que no te lo dije porque tú siempre estás al tanto de todo, no imaginé que lo hubieras olvidado. —se defendió.

—Pues ahora sabes que tú mejor amiga es una despistada, así que a partir de ahora recuérdale todo.

—¡Y mira a quién se lo dices! —bromeó Gabriel.

—No hables y mejor consíguete una novia. —se defendió.

Todos reímos.

Gabriel es un caso gracioso, las chicas no le hacen caso, quizás porque nunca les habla claro o no sé, lo cierto es que si quieres molestar a Gabriel, recuérdale que no tiene novia.

El recreo terminó y volvimos a las aulas, teníamos clase de Geografía.

La profesora llegó luego de unos minutos y comenzó a copiar en la pizarra.

—Cami, debo contarte algo que me pasó hoy. —me incliné en mi silla para susurrarle.

Ella de giró quedando de frente.

—Cuéntame. —cruzó sus piernas.

Reí ante tal acto.

—¿Recuerdas que ayer te conté que en el metro sentí que alguien estaba mirándome? —ella asintió haciéndome continuar—. Bueno, hoy pasó lo mismo, pero sí logré ver quién era...

—¿Y? ¿Quién era? ¿Un secuestrador? ¿Un asesino en serie? —preguntó desesperada por saber.

—No. —respondí rápido—. Bueno, no tiene pinta de ser nada de eso.

—Ah, entonces era un chico... —hizo una cara pícara.

Reí asintiendo.

—Sí, un chico de piel no muy morena ni tampoco muy blanca, ojos café, cabello lindo...

—¡Mujer! seguro le gustaste.

—Por favor Camila, claro que no. —negué cualquier posibilidad—. Aparte creo que es mayor, unos veintitantos años. —informé.

—¿Por qué lo dices? —preguntó.

—Tiene un aire de universitario, tenía una barba de unos tres días, se veía mayor.

—Bueno, en tal caso de que fuera mayor, ¿cuál es el problema de que le gustes a un chico mayor? El corazón no pide fecha de nacimiento.

Reí sonoramente.

La profesora se volteó y nos miró a Camila y a mí, ella rápidamente se volteó y simuló estar copiando y prestándole mucha atención a la clase, yo hice exactamente lo mismo.

Después de mirarnos fulminante la profesora se volteó en dirección a la pizarra.

—En lo que estábamos... —volvió a girarse.

—Sólo me echó una mirada Camila, deja de decir tonterías.

Ella negó.

—¿Dos días seguidos? —asentí—. Bueno, si tú lo dices. —se encogió de hombros—. Pero a mí, no me parece.

Suspiré y comencé a copiar la clase por fin.

¿Gustarle?

JAJAJAJAJAJAJA.

Cuéntenme otro chiste, por favor.

Detrás De Su Mirada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora