3: Música Satánica de Madrugada

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 —No tenemos nada preparado para ti aun, asique para no perder el tiempo puedes ponerte a preparar cafés. Así podrás ir conociendo a tus nuevos compañeros y les ayudas a rendir mejor en el trabajo ¡dos pájaros de un tiro! —ha exclamado con una sonrisa, mientras yo la miraba atónita.

Me he pasado el resto de mi jornada preparando cafés, haciendo fotocopias y llevando planos de un lugar a otro. Estaba exhausta y también enfadada. Vale que fuese mi primer día, pero al menos podrían asignarme un trabajo decente, aunque solo fuese temporal.

He esperado a Viktor a la salida, habíamos quedado en que él me llevaría a casa en su coche. Su coche, un deportivo color ocre perfectamente encerado, con un techo de esos que se abren y convierten el coche en descapotable. Mentiría si dijese que me encuentro cómoda subida en algo tan lujoso.

—Y bien, ¿qué tal el día? —pregunta desviando su mirada momentáneamente de la carretera.

— ¿Quieres la verdad? —pregunto desganada.

—Siempre quiero la verdad —dice sonriendo ligeramente.

—Una mierda.

— ¿Tan mal ha ido?

—Solo he hecho de chacha, se supone que soy arquitecta no cafetera...

Se ha quedado callado durante un rato, pensativo como si no supiese bien qué decir. Aunque pensándolo bien, es su empresa de la que estamos hablando, él me ha conseguido un trabajo y yo aquí, en su deportivo, quejándome.

—Lo siento, yo... —intento disculparme, pero él me interrumpe.

—No pasa nada —vuelve a sonreír con amabilidad—. Estoy seguro de que es porque es tu primer día y no tenían tu plantilla preparada.

—Sí... Estoy segura de que mañana me darán un trabajo bueno. ¡Ah! ¡Es por ahí! —exclamo al ver que casi se pasa la entrada de la calle que lleva al complejo de cabañas. Por suerte el chico reacciona a tiempo y logra girar.

—Es un sitio muy... tranquilo.

—Puedes decirlo, parece un campamento del terror —río—. Siento que tu coche se haya ensuciado por la pista.

El deportivo reluciente tenía ahora las llantas y la parte baja de la carrocería embarradas a causa de la tierra mojada del camino.

—No te preocupes, es el coche de mi padre y lo lleva a lavar todas las semanas —veo como se aparta los mechones de pelo negro de la frente que el aire descoloca cuando se asoma por la ventanilla—. De hecho, mañana le toca. A veces creo que mi padre quiere más al coche que a mí.

—Dudo mucho que sea así. Muchas gracias por traerme, de verdad.

—No hay de qué, puedo traerte cuando quieras. Menos mañana, mañana tengo una reunión hasta la noche...

—Me siento mal porque tengas que traerme.

—En ese caso puedes aceptar mi invitación para ir a cenar, mañana por la noche ¿te parece bien?

¿Acabo de oír bien? ¿Viktor Simmons, hijo del jefe de mi empresa, me ha invitado a cenar? Me quedo de pié, muda. Somos amigos de la universidad, pero nunca habíamos quedado los dos en ese plan... ¿por qué ahora, de repente, y cuando trabajo para su empresa?

—Si no quieres no tienes que aceptar... No iba en serio lo de perdonarte por eso.

— ¡No, no! —Me apresuro a decir— Claro que me encantaría ir, es solo que me ha pillado por sorpresa.

—En ese caso pasaré a buscarte a las nueve, ¿te parece bien? Y vendré en mi coche, así no habrá problema de que se manche.

—Estaré lista para entonces.

«...»

Y así consigo una cita con un hombre amable, guapo e hijo del dueño de la empresa en la que trabajo... ¡de la nada! Como en una película de esas empalagosas que echan por la tele los fines de semana.

No me disgusta en absoluto, conozco algo a Viktor y sé que no intentaría nada inapropiado e incluso que puede que solo me haya invitado para hablar de los viejos tiempos, sin nada secundario. Aun así que sea prácticamente mi jefe me pone nerviosa... El Señor Gagnon me había advertido que mi amistad con el pelinegro no debía interferir en mi trabajo, espero que no haya sido una mala idea aceptar la invitación.

Para colmo, el electricista aun no se había pasado por mi casa y no tenía luz. Enciendo un par de velas y las coloco sobre la pequeña mesa de la sala para que iluminen un poco la estancia mientras marco el número de Rosalya, mi mejor amiga.

"¡¡Sucrette!!" Grita al otro lado del teléfono tras dos tonos.

—Hola, Rosa. Gracias por dejarme sorda.

"Vamos, no seas tan aguafiestas. No ha sido para tanto." Replica "¿Qué tal te va por ahí?"

—Ag, si tú supieras... Vivo en una cabaña en medio de la nada y aun encima se ha estropeado toda la instalación eléctrica y no tengo luz. Además me han tenido de chacha en el trabajo llevando cafés para todos.

"¡¿Qué?! ¡Menuda basura de sitio! Espero que te arreglen la luz antes del fin de semana, no me gustaría probar a vivir como cavernícolas."

— ¿En qué te influye mi luz a ti? —río.

"¡Oh! ¡¿Alexy no te lo ha dicho?! Vamos a ir a visitarte este fin de semana, ¡sorpresa!"

Genial, ahora tendría invitados además de todos mis otros problemas. A veces me gustaría estrangular a esos dos planéalo-todo-sin-tener-en-cuenta-la-opinión-de-los-demás.

—Oh, no. No, no, no, no y no. ¡Me niego! Tengo demasiados problemas ya como para tener que acoger a gente aquí.

"¡Vamos! Iremos de fiesta y nos divertiremos"

—Peor me lo pones, vivo en medio de la nada. Aquí no hay ¡nada!

"Aguafiestas..." Casi puedo ver como hace un puchero a través del teléfono.

Antes de que pueda contestar nada un sonido de música ensordecedor retumba por toda mi casa desde el exterior.

"¿Has puesto música?" Le oigo preguntar, más bien intuyo que pregunta eso, porque no escucho ni mis propios pensamientos.

—Disculpa un segundo, Rosa. Voy a ver qué ocurre —grito para que escuche mi voz por encima de todo ese jaleo.

Son las malditas dos de la madrugada, quién se pone a escuchar música a ese volumen a esas horas. Salgo al porche e intento dirigirme hacia el lugar de donde viene esa música infernal. Al fin encuentro el foco, una vieja radio que está sobre una silla de tela roída cerca del porche de mi vecino. La apago y por fin mis oídos pueden volver a captar sonido de forma normal.

"¿Qué ha sido todo eso?" Pregunta la peliblanca con preocupación.

—No es nada, a algún vecino adolescente e inmaduro se le ha ocurrido poner música a estas horas.

— ¡Oye! ¿Qué te crees que haces?

Una voz masculina detrás de mí hace que me sobresalte y me gire a toda velocidad. A dos pasos de donde estoy hay un hombre una cabeza más alto que yo, con melena roja y cara de pocos amigos.

— ¿Quién eres tú? —pregunto, aun sorprendida por su repentina aparición.

—Soy tu vecino, el adolescente e inmaduro —calca mis palabras con una sonrisa ácida.

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¡Y hasta aquí!

¿Quién será ese misterioso vecino adolescente e inmaduro? Jusjus Creo que ya os hacéis una idea... A menos que no sea quién esperéis...
De cualquier manera tendréis que esperar a la semana que viene para saber quién es.

Asique hasta la semana que viene ¡Jusjus!

Grunge a las 2amDonde viven las historias. Descúbrelo ahora