La llegada a Portsolein fue mucho más emocionante de lo que pensaba Remmus, como llamaremos a nuestro héroe de ahora en adelante. La entrada a la ciudad estaba custodiada por guardias, armados con alabardas y vestidos de plateadas armaduras. Estaba claro que eran la guardia real a disposición de la ciudadanía y como no...del mismísimo juez. Cuando la carroza entró a través de la gran puerta de madera y acero que protegía la entrada, los guardias hicieron una reverencia a su llegada, levantando erguidos sus escudos hacia el cielo, los cuales parecían estar cubiertos de un revestimiento espejado, el cual permitía reflejar la luz de los soles sobre un diseño que; curiosamente, tenía la misma forma de un sol; de este modo, mientras la carroza avanzaba por el camino, se podía apreciar un espectáculo de luces sobre cada soldado. Remmus maravillado observaba desde la ventanilla, pues nunca pensó que un saludo de reverencia pudiese ser un espectáculo tan hermoso de contemplar.
-El sol que llevan en sus escudos, al igual que mi armadura, está hecho de un metal espejado llamado Metorita, y es el símbolo de la ciudad...mi ciudad - Explicó el Juez orgulloso a Remmus mientras observaba y saludaba a los guardias.
-¿Por qué un sol? -preguntó Remmus.
-Desde tiempos remotos, de cuando se fundó esta ciudad; se dice que esta costa era custodiada por un feroz monstruo, el cual fue derrotado por un soldado ordinario. Al ver como todos sus compatriotas caían uno tras otro bajo las garras de aquella abominación, se le ocurrió usar su escudo para reflejar la luz del sol sobre el rostro de la bestia y encandilarla. El monstruo cegado por la intensidad de la luz, corrió desesperado sin rumbo fijo, cayendo nada más y nada menos que al fondo de un precipicio. Así es como en honor a ese soldado y su hazaña, se eligió un sol como símbolo de la ciudad y está plasmado en cada escudo y estandarte que ves. Bueno, al menos eso es lo que cuentan las historias... aunque es difícil creer en ese tipo de cuentos ¿no es así?
-Por el contrario, todo aquí es asombroso y mágico para mí -respondió Remmus con una sonrisa.
Portsolein era una ciudad portuaria donde el comercio marítimo era la principal fuente de ingresos para sus habitantes. A diario se transportaban miles de diversos productos hacia otras ciudades y claro también; se importaban otros tantos. Pescado, ganado, vestuario, trigo, materiales de construcción e incluso armas. Todo se comerciaba a través de los gigantescos barcos que rodeaban las costas de la ciudad. Las calles del pueblo estaban siempre vivas, repletas de comerciantes, vendedores ambulantes y turistas, había un espacio para cada uno de ellos, y todos formaban parte de este ambiente laboral y dinámico. Las viviendas eran en su mayoría grandes edificios desde dos o hasta cinco pisos; unos pegados a otros, donde solían vivir varias familias que al estar agrupados, ahorraban en gastos a costa de habitar en espacios más reducidos. En los sectores más adinerados; por el contrario, se observaban enormes mansiones con vistas al mar que fácil ocupaban el mismo espacio que diez departamentos, o incluso más.
A pesar de las diferencias socioeconómicas que existían dentro de la propia ciudad, el clima era bastante agradable: rara vez saltaba algo que provocara que los guardias entraran en acción. A raíz de lo mismo es que la gente del mundillo solía llamarlos "estatuas", ya que siempre estaban ahí parados, sin hacer nada más que decorar el barrio con sus lustrosas armaduras.
Mientras el carruaje recorría la ciudad, Remmus sacaba la cabeza por la ventanilla para observar, como cuando llevas un perro en el auto con la ventana abajo, ¡nada más le faltaba sacar la lengua! Sus ojos lo observaban todo, hasta el más mínimo detalle era estudiado para determinar las semejanzas y diferencias que existían con su mundo. Estaba en eso, cuando la carroza se detuvo frente a un gran local, de apariencia bastante rustica. El chofer del carro soltó las riendas y se dirigió con la mirada hacia el Juez.
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Crónicas de otro mundo
FantasyJusto cuando parecía que su vida no podía ser más normal, Edgar se adentra en un mundo de fantasía y lleno de aventuras, donde conocerá nuevos compañeros y peligros que jamás imaginó vivir... ¡Bienvenido al otro mundo, donde todo es posible!