Capítulo 3 - Kensuke

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-¡Por favor!

-No.

-Vamos, aunque sea la más barata.

-Remmus no te compraré nada, entiende ya de una vez -respondió tajante Vincent mientras se cruzaba de brazos.

-¡No es justo!, tu usas un sable y yo no tengo nada con que defenderme.

-Por el contrario, posees todo menos una espada. Tus pies, tus puños, incluso tu mente. ¡Esas! Son tus mejores armas, nunca lo olvides.

-¿Pero cuánto tiempo más pasaremos entrenando a mano limpia? Ya quiero pasar al siguiente nivel.

-¡Dios! Que impaciente eres, solo llevas unos días practicando conmigo y ya te crees capaz de blandir una espada. ¡Si ni siquiera has logrado golpearme una sola vez!

-Obvio, no tengo oportunidades de pelear contra ti, eres muy rápido. Además que llevas años mejorando tu técnica, Yo en cambio recién hace un par de días pude salir de casa a entrenar.

-De hecho aún no deberías salir, es muy arriesgado todavía. Si el Juez te llega a ver eres hombre muerto ¿recuerdas?

-¿Crees que aún me anden buscando?

-Pues claro que sí, sin embargo, me llama la atención que no hayan carteles de búsqueda, ni patrullas recorriendo las calles -agregó Vincent pensativo.

-¿Qué tal si solo Jaren está siguiéndome el rastro?

-Podrías tener razón, si la ciudad se enterase de que dejó escapar a un prisionero de un descuido, ¡por andar bebiendo en la taberna con él de hecho!...seguramente sería su fin como Juez.

-En ese caso es probable que los demás jueces no sepan nada aún.

-Quizás... ¿Oye que no estábamos practicando tus movimientos? ¡Vamos, nunca llegarás a usar una espada si primero no usas bien tus puños!

-¡Pero es que...!

-¡Es que nada! ¿Cómo pretendes manejar un arma cuando no eres capaz de controlar ni tu cuerpo? La espada solo es una extensión de tu brazo, si te mueves mal, entonces la espada también lo hará.

-Ok, ya entendí. Sigamos de una vez -respondió Remmus resignado a que probablemente Vincent tenía razón.

Llevaban varias horas entrenando afueras, y no es que Vincent se muriera de ganas de enseñarle a luchar, más bien lo motivaba el hecho de que si escuchaba una sola vez más a Remmus pidiéndoselo, posiblemente se habría vuelto loco. Dejando los motivos de lado, y en vista de que al parecer ya no era tan peligroso salir a la calle, Vincent decidió llevar a Remmus al gran "Coliseo", lugar donde luchadores, deportistas y aficionados de todas las edades, se reunían para combatir, mejorar sus movimientos o simplemente contemplar el espectáculo.

Era un día nublado y muy frio, por lo que no había mucha gente en aquella ocasión, de hecho en medio de la arena solo habían cinco personas incluyendo a Vincent y Remmus. En las bancas de las galerías se encontraba el público, el cual ese día no excedía las diez personas, de entre los cuales se hallaba Komek, quien observaba como practicaban sus compañeros.

Luchar contra Vincent parecía ser imposible, más que concentrarse en sus movimientos y las lecciones que le enseñaban, Remmus solo se limitaba a pensar en lo ridículo que debía verse, aleteando como un verdadero pollo de un lado a otro tratando de asestar un golpe. Vincent por su parte lo miraba fijamente en una actitud seria, casi enojada. De vez en cuando le hacia un puntapié o le daba un empujón para medir sus reflejos, pero no hubo ocasión en la que Remmus no terminara en el piso. Parecía ser que era un caso perdido tratar de enseñarle algo.

Crónicas de otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora