El lago, en calma y agitado, negro como si hubiesen disuelto carbón y cristalino como el agua de los picos. Tanto tiempo junto a él, admirando su belleza y ahora, después de lo ocurrido, se le hacía tan grotesco y cruel.
— ¿Me matarás?
— ¿Quieres que lo haga?— la pregunta le pillo desprevenido.
La respuesta de lógica sería una negativa rotunda. Pero él no estaba del todo cuerdo. No, no lo estaba. Se había acostado con un náyade, con un criminal de origen surrealista, fantástico. Horrendo sería más adecuado. Aunque no le parecía horrendo. Le parecía hermoso, como era, curioso, casi infantil y perspicaz, como su piel tersa de perlaba de sudor en sus momentos de intimidad.
Entonces se le privó de ese algo, al que no se atrevía a poner nombre, porque sabía que dolería. Pero aunque no quisiera nombrarlo, despertaba oleadas de sentimientos encadenados en celdas de su corazón que no conocía.
Las abejas, cuando se sienten amenazadas pican con sus aguijones, los clavan en tu piel para defender su colonia. Y cuando una abeja ejerce este poder, la piel humana es tan gruesa que no logra desprenderse de ella. Por ello su aguijón permanece atrapado, y ella, para escapar se desgarra el tejido abdominal, condenándose a muerte a las pocas horas.
Nada podría asimilarse más a su situación.
— Llévame con él.
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El Lago
RomanceAlzó las manos y las posicionó una en cada pectoral. - Que pechos más pequeños- afirmó el chico. - ¡No tengo pechos!-exclamó Niels para separarse bruscamente de él. - ¿Por qué no tienes pechos?- no parecía estar burlándose de él. - ¿Por qué no tiene...