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-Eso espero.- Si no le conociera pensaría que estaba nervioso por el temblor que sonaba en su voz cada cierto tiempo, pero él nunca estaba nervioso. Si algo era mi padre, era un hombre seguro de sus ideas.- Vamos, estarán por llegar.

Tenía miedo de lo que pudiera pasar esta noche, sabía que sí daba cualquier paso en falso acabaría mal, muy mal y no quería eso, necesitaba tiempo para idear un plan.

Tenia un mínimo de seis meses, hasta cumplir los dieciocho.  Antes de ese plazo debía hacer algo para arruinar l boda de una forma que pareciese que no había sido culpa mía.

El sonido de él localizador de mi padre me sacó de mis pensamientos, era extraño que le intentarán localizar, siempre que tenía planes dejaba bien claro que no quería saber nada de nadie.

-Espero que sea importante.- Dijo nada más aceptar la llamada.-¿Cómo? No puede ser, ¡es imposible!- contestó entre gritos.
Su mano libre se pasaba constantemente por el pelo en signo de frustración, su entrecejo se encontraba totalmente tenso.

Su mirada por un instante se posó en mí, un escalofrío me recorrió toda la espina dorsal, nunca me había mirado con tanta repulsión y rabia. Ahora no había hecho nada para que se enfadara, eso creía por lo menos.

-¿Se lo han llevado?-preguntó entre gritos. Con su mano derecha apretaba el pequeño auricular contra su oreja, como si así escuchara mejor.- De acuerdo.

Sin decir más se quitó el auricular de la oreja y lo tiró contra una pared, consiguiendo que este se partiera en dos.

-¿Qué pasa?- Pregunté en tono calmado. Su mirada volvió a posarse en mí. Esta vez no había asco en ella, sólo una inmensa rabia.

-Nada que te incumba.- me cogió fuertemente del codo mientras pronunciaba estás palabras para después agarrarme y arrastrarme hacia delante.

No dije nada al respecto, el siempre que tenía prisa me agarraba de esta forma.

El salón estaba tan perfecto que daba miedo, las ventanas cerradas mientras que una imagen artificial daba una falsa imagen de la luna, los sofás lucían un tono crema que hacia contraste con la proyección de la luna. La mesa donde cenariamos tenía todo tipos de comida, desde animal a vegetariana, incluyendo muchísimos dulces. Si algo disfrutaría de esta cena, sería de la comida. Nuestra enorme pecera proyectaba una bonita luz azul, los peces parecían felices nadando en aquella agua.


El timbre sonó, indicando que nuestros "queridos" invitados habían llegado.
Una de las empleadas salió de la cocina para correr hacia la oscura puerta de madera.

Un hombre de una edad similar a mi padre entró en el salón acompañado de el joven Elías, uno de los mejores emprendedores que había actualmente, o eso decían las noticias.

Sus ojos claros se posaron en mi desde la distancia en la que todavía nos encontrábamos, su mirada no era de asco como en las anteriores veces que nos habíamos visto.
Elías siempre me tuvo una especie de rencor bastante grande, nunca supe por qué, pero tampoco me interesaba demasiado.

Su cabello pelirrojo estaba perfectamente ordenado, como siempre, su cara lucia completamente lisa, puesto que el no tenía barba y si tenía nadie la había visto nunca, en esta ocasión iba con un traje blanco bastante ajustado a sus musculosos brazos, al contrario que su padre que a parte de estar demasiado delgado, llevaba uno de un tono marrón.

-¡Oh, por favor, pasad!- Exclamó mi padre hacia los invitados a lo que contestaron con una gran sonrisa.
Los invitados hicieron justo lo que el dijo y se sentaron en uno de los enormes sofás. Elías no me quitaba la mirada de encima, cosa que me ponía de lo más incómoda, no me gustaba que nadie me mirase durante más de tres segundos seguidos.

Mi querido progenitor volvió a cogerme del brazo para arrastrarme de nuevo pero en esta ocasión hacia la familia O'Neal, y acabar sentados justo en el sofá de enfrente a ellos.

-Buenas noches.-saludé, mientras me sentaba. Ellos contestaron de igual forma, la única diferencia que ellos sonreían, yo estaba más sería que en el funeral de mi madre.
Por ello de vez en cuando mi padre me pellizcaba para que sonriera o hablara, sin conseguir mucho.

-Bueno, Josep.- Dijo el padre de Elías, llamado igual que su hijo.- Dejemos a los jóvenes hablar, mientras que nosotros miramos la nueva normativa.- Mi padre parecía de acuerdo puesto que le dedicó una de sus perfectas sonrisas falsas. Y comenzó a caminar en dirección a su despacho a lo que el padre de mi supuesto futuro marido le siguió como perro faldero.

-Parece que vamos a casarnos.- Anunció.

-No me digas, no me había dado cuenta.-pensé para mis adentros.

Su mirada por primera vez en toda la noche no se encontraba encima mía, si no en un punto fijo de la oscura pared.
No parecía muy contento, pero por lo menos no había sido grosero como en las veces anteriores.

-¿Quieres casarte?- Pregunté intentando seguir el tema que el había empezado.

-No.-contestó de manera inexpresiva mientras su mirada se dirigía a mi de nuevo, sus ojos de tonalidad gris me miraron con una especie de curiosidad.-Pero, las personas somos negocios.

-No debería ser así.- dije de manera más dura de lo que pretendía. Una sonrisa apareció en sus finos labios.
El no parecía tan incómodo como yo con esta situación. El parecía incluso agusto, cosa que no entendía, puesto que el y yo nunca nos llevamos bien.

-¿De qué sirve negarse?- Preguntó más para si mismo que para mí.- Si me niego a la voluntad de nuestros padres, saldría perdiendo y creo que tú también.- En eso tenía razón. No servía de nada negarse, había que buscar otra solución. Pero el parecía ser demasiado sumiso para encontrar formas de anular el matrimonio.

Lo siguiente que pasó fue muy rápido para que mi mente lo procesará. Una de las ventanas de la casa fue rota por unos cuantos tiros.

Elías salió corriendo en ese instante mientras gritaba "rebeldes".

Dos personas ingresaron en la casa vestidas totalmente de rojo y azul, los colores de los rebeldes, sus caras estaban tapadas por una extraña malla que sólo dejaba ver uno de sus ojos, uno de ellos parecía una chica, puesto que era de una estatura inferior, y el la extraña malla estaba más abultada por lo que debía de ser pelo.  Uno de ellos llevaba una pistola que no dudo ni cinco segundos en apuntar a mi cabeza.

Creo que fue la primera vez en mi vida en la que no sentí miento, cualquier otra persona estaría asustada, pero yo sentí calma.
Pensé que por fin acabarían conmigo de una vez por todas y así, dejaría este infierno llamado vida.

No se por que, pero le sonreí, fue una sonrisa sincera. Estire mis brazos a los lados indicándole que podía acabar con mi vida cuando se le antojara.

-¿Dónde está el presidiario?- preguntó en tono agresivo, no dudaría en matarme y lo sabía.

-No lo sé.- Contesté. Sé miraron entre ellos y asintiero a algo que no llegué a comprender.

-Acercate.- habló por primera vez la voz femenina que sujetaba una pistola.
Su tono de voz fue bajo, pero firme.

Mis pies comenzaron a moverse en dirección a ellxs.
¿No iban a matarme? Qué decepción.

Cuando estuve lo suficientemente cerca el chico que había hablado anteriormente, se acercó lo suficiente y me agarró por la cintura para subirme a su hombro y salir por la ventana que pocos minutos antes habían roto.

-¡No!-gritó la voz de mí padre, pero ya era tarde.-




















Marea negra. (#Wattys2018)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora