Capítulo 32

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Ella comenzó a reír y yo también me uní a su risa.

—¿Me estas hablando enserio? —le pregunté.

—Muy enserio —dijo divertida —Yo tenía que fingir.

—¿Le fingías?

—Si —dijo y tomó un poco más de vodka para volver a hablar —Sino el pobre iba a sentirse muy mal.

—Ni para darle placer a una mujer es bueno el infeliz —hablé entre risas.

Ella dejó de reír y me miró fijo. Volvió a tomar de la botella, y luego miró la hora en un reloj.

—Son las 3 de la mañana McVey, creo que es hora de que te vayas —se puso de pie, pero al instante se tambaleó y cayó sobre mí. Comenzó a reír divertida.

—Creo que no puedes pararte —le dije divertido.

Se incorporó y se sentó derecha sobre mi regazo.

—¿Estas insinuando que estoy ebria? —me preguntó.

—No lo se, tú dime.

—Lo que yo te digo es que…

No pude aguantarme más y me levanté la cabeza para tomar sus labios. Su inmediata respuesta me confundió.

Se acercó más a mí, cuando coloqué una de mis manos alrededor de su cintura. Su lengua se mezclo con la mía y el sabor de su boca era una mezcla paradisíaca de alcohol y su propio sabor. Era dulce, y adictivo.

Llevó sus manos a mi nuca y el beso se volvió más profundo. Como cada vez que la besaba, mis ojos estaban totalmente cerrados y disfrutando de ello como el resto de mí.

Resbalé mis labios por su mentón y bajé a su cuello.

Me sorprendió que ella no se alejara o dijera algo para alejarse. De seguro era el alcohol, el bendito alcohol…

Gimió levemente y eso fue como apretar el acelerador en mí y no sacar el pie de allí.

Desesperado volví a su boca. Mordió suavemente mi labio superior y luego se alejó para mordisquear mi mandíbula, hasta mi oreja.

—Diablos… —musité apenas audible. Ella iba a volverme loco, completamente loco. La alejé de mí y me puse de pie. Ella me miró sorprendida —Estas ebria ______, mejor te llevo a dormir.

Ella se puso de pie y tambaleándose se acercó hasta mí.

—No estoy tan ebria, como para no recordarlo mañana. Pero ni tan sobria, como para dejar que mi orgullo detenga mis actos —dijo algo agitada. Su mirada estaba llena de deseo.

—Estoy tan ebrio como para pasar por alto el que mañana estarás arrepentida, pero tan sobrio y consiente como para hacer que no lo olvides nunca.

—Entonces, hagámoslo cariño —me dijo levantando sus brazos al tiempo que yo me acercaba a ella y la tomaba de la cintura para acercarla de nuevo a mí.

Sus brazos cayeron pesados sobre mis hombros, y se colgó de mí mientras nuestras bocas se fundían en un caliente beso. Sin dejar de besarnos comencé a caminar a ciegas.

Algunos tropezones, unas risitas de su parte, hasta que chocamos contra una fría mesa de mármol. _______ soltó agitada mis labios, mientras que yo la subía a la mesa justo frente a mí. Abrí sus piernas y paré en medio de ellas. Volví a tomar sus labios, mientras mis manos acarician su cuerpo sobre el fino camisón.

—No sabes, no tienes ni la menor idea de cuánto te deseo —le susurré al oído mientras comenzaba a besar su cuello otra vez —Siempre he sido un firme creyente de vivir el momento. En tomar lo que quiero cuando lo deseo. Y ahora mismo, _______, yo te deseo. Quiero saborear cada centímetro de tu cuerpo. Sentir tu respiración sobre mi cuello mientras te hago mía. Explorar con mi lengua cada parte de ti hasta que me ruegues que me detenga.

—No voy a rogarte que te detengas —dijo agitada y divertida —Esta noche, has conmigo lo que quieras. Al diablo con el moralismo…

—Amén —dije y volví a sus labios.

—Amén, amén —musitó rápidamente y apenas audible.

Bajé mis manos hasta el borde de su camisón. Con cuidado acaricie sus muslos y su piel estaba tan caliente como yo este momento por ella.

Sus manos estaban en mi nuca y acariciaban mis cabellos en forma de provocación. Sentí como sus manos resbalaban hacia delante y comenzaban a bajar por mi pecho, mientras nuestras bocas no cesaban. Alejándome apenas para respirar, la acerqué más a mí, logrando más espacio entres sus piernas.

Sin ningún problema la tomé en brazos y la subí sobre mi abdomen. Sentí como sus piernas se cerraban a mí alrededor. Gruñí levemente al sentir, como desesperada intentaba quitarme la camisa de encima.

—Apártate un poco. Así puedo… quitarte esto —habló entre dientes trabajosamente.

Me reí ante su apabullante suplica.

—¿Estas caliente, cariño? —pregunté agitado, mientras caminaba con ella encima hasta una de las paredes que estaba casi vacía.

—¿Tú que crees? —susurró y clavó sus ojos en los míos —Yo también puedo ser una sexo-dependiente como tú, y más si hace tiempo que no lo tengo…

—Juro que voy a encargarme de que lo disfrutes, lo juro…

Estábamos acurrucados en su cama, mirándonos fijamente. Su boca busco la mía y sus labios tomaron despacio los míos. Sus manos subieron por mi pecho hasta mi rostro. Acaricio mis mejillas, y secó el sudor de mi frente. Sus gestos me confundieron, y su forma de tocarme más aun. Se alejó de mis labios y levantó un poco su rostro para besar mi nariz. Mis labios quedaron quietos sobre su mentón.

—¿Tú solo viniste por placer aquí? —me preguntó.

My Dangerous Obsession [James McVey] ||PAUSADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora