2-LA PUNTA DEL ICEBERG-

38 2 0
                                    

Abrió los ojos y una gran bocanada de aire le entró hasta el pecho, llenándolo de una sensación bastante agradable.
Observó a su alrededor y al instante reconoció la habitación en la que estaba, su habitación.
Se sentó en la cama y comenzó a tocar con las llemas de los dedos la suavidad de las pieles que cubrían su cama.
Descalso, se incorporó lentamente y observó de arriba a abajo toda la habitación. Estaba en shock, pues no podía creer lo que estaba viendo, aquello que antes había visto destruido y sin vida volvía a ser tal y como lo recordaba, podía sentir lo real que era, podía sentir el fresco piso en las plantas de los pies, podía sentir el aire tibio que inundaba su habitación, incluso podía sentir su corazón latir dentro de su pecho.

-¿Es real?-. Se dijo a sí mismo.

De pronto, Keziel escuchó un extraño sonido que provenía de afuera, por lo que se acercó a la puerta de madera y tiró de ella suavemente. La puerta de abrió lentamente, generando un rechinido agudo, justo como recordaba, y Keziel comenzó a caminar lo más silenciosamente posible.
Con una ligera torpeza al caminar, Keziel se tambaleó un par de veces al tratar de no hacer ruido, y cuando salió totalmente de la habitación se paralizó, pues no podía creer lo que estaba viendo.

Apoyada en la entrada de la casa se encontraba su esposa mirando hacia el jardín, la miró de lejos y sintió un hueco enorme al verla tan relajada, como si nada hubiera pasado y el fuego jamás hubiera llegado.

Keziel se quedó inmovil durante un minuto, no sabía si lo que veía era verdad, y comenzaba a creer que esa era la realidad, y que el fuego había sido una simple alucinación causada por el estrés y la falta de sueño.

Así que, convencido de lo que ahora era la realidad, Keziel comenzó a caminar cada vez más deprisa hacía su amada, un paso tras otro la alegría y la nostalgia lo invadían por dentro, y cuando se encontró a una corta distacia de ella, su esposa se giró rápidamente, sorprendida por el sonido de su agitada respiración.

-Valla, parece que al gran oso de la familia se le ha ocurrido dejar de dormir.- Dijo su esposa en un tono burlesco, y sonrió suavemente, dejando ver su hermosa sonrisa.

Sin titubear, Keziel se abalanzó sobre ella, cubriendola con sus brazos y abrazandola fuertemente, y en ese momento soltó por fin el llanto que se había estado guardando, dejando caer las lágrimas por sus mejillas hasta los descubiertos brazos de su amada.
Sostuvo su cara suavemente, acariciandola de una forma muy fina, y vió una vez más sus preciosos ojos claros.

-¿Qué pasa amor?.- Preguntó ella, pero tan pronto como terminó de hablar Keziel comenzó a besar sus labios carnosos y colorados.
Cuando por fin la soltó de entre sus brazos y las lagrimas tenían dejaron de brotar, Keziel sostuvo a su amada de la mano y, con la voz un poco temblorosa dijo.

-Mi amada, mi preciosa amada, he soñado una terrible pesadilla, he visto tu cuerpo frente a mí y he sentido cómo mi alma se quebrantaba en mil pedazos al ver semejante acto de crueldad, pero no sabes cuanto me alegra poder verte aquí, poder sentir tu respiración y saber que todo fué un sueño. Juro por mi vida que jamás volveré a dejarte y protegeré de tí hasta el último de mis días, te amo, y no soportaré perderte otra vez.

Con lágrimas en los ojos, su amada lo abrazó una vez más y le dijo al oído.

-No te preocupes mi amor, de ahora en adelante estaré contigo y te seguiré a todas partes.

Sin soltar sus manos, su amada dió dos pasos atrás y comenzó a sonreír.

-Además.- Añadió - Somos padres ahora, y tenemos que cuidar de nuestro hijo.

La mujer señaló con la cabeza una cuna de madera, y Keziel se apresuró a ver qué había en su interior, pero la sorpresa que se llevó lo destrozó completamente.
La cuna estaba vacía, sin nada en su interior, de pronto, una ligera llama brotó del hueco, y rápidamente se prendió en llamas el resto de la cuna.

KEZIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora